Capítulo 5
Los problemas de un romance
Aunque todos estaban preocupados por lo que acontecía, había un
par que miraba el lado bueno de dicha situación. Para Esplendoroso Lechuga y
Corolita Iceberg el asunto tenía su lado positivo. Enamorados desde pequeños
tenían muy pocas, por no decir nulas, ocasiones de estar juntos. Pertenecían a
dos familias antagonistas, una especie de réplica de Montescos y Capuletos de
la huerta.
Cada año ambas familias se enzarzaban en una competencia por
presentar ante toda la región la más grande, frondosa y portentosa lechuga. En
dicha competencia se presentaban todo tipo de lechugas, verdes, violetas,
rojas, desde orejonas, batavias, endivias, rizadas, mil amores, hoja de roble,
francesas, trocadero, romanas, iceberg, lollo rosso, butterhead, cogollos y
escarolas. Por azares del destinos casi siempre estos premios recaían en la
familia de regio abolengo Lechuga Orejona y en la novel y extranjera Iceberg
Poderoso.
Casi todas las familias de lechugas guardaban una cierta
proporción y coincidían en algunos puntos, la mayoría tenía largos tallos y
esplendorosas hojas, pero sin embargo la familia Iceberg se empecinaba en mantener
sus hojas redondeadas y cerradas y esto a la familia Lechuga Orejona le
chocaba.
Últimamente las rencillas se habían exacerbado más ya que el
último concurso lo habían ganado
los Iceberg y el padre de Corolita
se había percatado que las miradas entre los jóvenes enamorados eran
cada vez más profundas e insistentes. Portentoso Iceberg había prohibido a su
hija que se reuniese o viera a Esplendoroso, le tenía recluida en su hogar y
sólo salía de su grandiosa mansión cuando iban a pasear por el jardín, siempre
bajo la mirada vigilante de su padre.
La realización de las jornadas de búsqueda de Clarita hicieron que
fortuitamente los jóvenes se encontraran, ahí a la luz de luna y acompañados
por el resplandor de las luciérnagas el amor de este par de jóvenes crecía más
y más noche tras noche, sus padres más preocupados en la búsqueda que en el
romance de sus hijos les dejaron pasear lado a lado sin rechistar.
Una noche, Esplendoroso tomó la mano de Corolita y su madre
tapando una dulce exclamación que pretendía salir de sus labios sonrió.
Entonces tomo la mano de su marido y obligándole a ir con pasos más lentos,
dejaron pasar a toda la comitiva, hasta quedar casi los últimos, detrás de
ellos sólo quedaba Pringue.
Casi al mismo tiempo, Curvilínea Iceberg miró a su marido y
atrapando con su mirada los ojos de él ambos dirigieron sus ojos hacia la
pareja que formaban su hija y el joven Esplendoroso, sin decir palabra
comprendieron al fin que sería imposible separarlos, que debían dar gracias por
tener a su hija cerca de ellos y no perdida como la pobre Clarita. Después se
dirigieron con paso firme hacia sus futuros consuegros, la pareja Lechuga
parecía haber llegado a la misma conclusión que ellos y ambas parejas solo
acertaron a asentir al unísono.
Durante todo el tiempo que duró la búsqueda se les veía hablando,
pronto la plática parecía placentera hasta que al final las tímidas sonrisas se
tornaron sonoras ante las miradas inquisidoras de algunos, algunas veces
tuvieron que taparse las bocas y guardar silencio.
Al día siguiente ambas parejas organizaron una comida donde los
invitados principales eran sus respectivos hijos, los dos estaban nerviosos y
temerosos y por un momento en su mente surgió la idea de huir de la huerta.
Pero en la comida sus padres disiparon sus dudas y les comunicaron con sonrisas
nerviosas que tenían su bendición si ambos querían formar una pareja. Cuando
los chicos se relajaron les confesaron el miedo que tenían y lo que el
temor les había llevado a pensar, así que sus padres suspiraron aliviados
comprendiendo que habían tomado la decisión correcta.
Yolanda de la Colina Flores
Pascua 2013
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