Capítulo 10
Alimentando bebés
Una vez encontrada Clarita todos se dispusieron a iniciar los
preparativos para el gran banquete de Pascua. Tenían que encargar a la colonia
de conejos diminutos una buena camada de conejitos, porque a este banquete esta
vez asistirían todos los habitantes de la huerta, y los consiguieron, pero como
no los habían requerido con el tiempo suficiente, las mamás conejos dijeron que
no se daban a vasto para alimentarlos ya que otras camadas de conejitos estaban
naciendo y otras ya venían en camino, por lo que las organizadoras del banquete
tenían que alimentarlos, éstas por más que trataron de organizarse y hacer su
labor lo mejor que podían, no lograban llevarlo a cabo lo bien que hubieran
querido, los bebés conejo les parecían tan similares y nunca se estaban quietos
por lo que no sabían a ciencia cierta a quien habían alimentado y a quien no,
tenían un coro de lloros, unos lloraban porque ya no querían más y otros de
hambre. Las organizadoras se tiraban de los pelos, las que tenían, y no sabían
como resolver el problema. Se turnaban para efectuar la ardua tarea de
cuidarlos y alimentarlos, pero ninguna de ellas había conseguido arreglar el
entuerto.
Tocaba el turno a Bronceadita Zanahoria, pero en esta ocasión
venía acompañada por sus terribles gemelos, sus amigas le recibieron con no muy
buenas caras de aprobación. Esplendorosa Lechuga se atrevió a preguntarle:
-¿Pero Bronceadita, como se te ha ocurrido traer a este par de pilluelos?, si
ya teníamos problemas con los bebés, esto va a venir a dar con todo al traste-, Bronceadita con calma le
respondió: - Lo sé Esplendorosa, pero su clase de natación se canceló y no
conseguí quien cuidara de ellos, mira los traje ataditos con una cintita y
espero que con ello no se separen de mi, yo sé que son terriblemente traviesos, ¡a mí me han desgastado toda mi vitamina!, si no ¿porqué crees que uso
gafas?. Sólo a mi me suceden estas cosas, ¿ alguna vez habías imaginado tener
por amiga a una zanahoria miope?, en fin…, les suplico tengan paciencia, hoy
estuvieron toda la mañana brincoteando por el parque, así que espero que estén
cansados y no causen demasiados desaguisados.
Pero Bronceadita estaba muy lejos de la realidad, los gemelos ya
estaban ideando como zafarse de la dichosa cintita que los retenía, con
pequeñas voces que sólo entre ellos entendían, estaban también planeado como
agenciarse un buen número de huevitos de Pascua hechos de alfeñique, tenían en
su mira todas las pinturas y pinceles con que les decoraban, así como todos los
potecitos que contenían los adornos para las galletas y muffins, los cuales
también pensaban zamparse, ya hasta se relamían de sólo imaginarlo.
Por fin casi habían conseguido desatar la cinta y ya estaban
dispuestos a emprender la huída, cuando de repente vieron ante sus ojos algo
que al unísono llamaba poderosamente su atención, ¡un centenar de ojitos
bermellón les miraban y esas miradas estaban cubiertas por hermosos pelajes
blancos! En ese instante su madre alimentaba a tres de ellos, con pequeños
chupetines rellenos de leche y miel. Tino y Nico se quedaron estupefactos y se
acercaron a ellos como nunca habían hecho ante nada ni ante nadie, los tomaron
entre sus brazos y éstos parecían acoplarse perfectamente a ellos, en cuanto
los gemelos los abrazaban parecían caer en una especie de letargo y dejaban que
éstos les alimentasen sin rechistar, mientras su madre les dejaba hacer
sumamente conmovida, jamás les había visto tan cariñosos y tranquilos.
Todos quedaron maravillados con lo que estaba sucediendo, los
miraban boquiabiertos controlar a las pequeñas criaturitas níveas, Bronceadita
que aún tenía uno de los conejitos en sus brazos, sumamente inquieto, intentó
dárselo a Tino para que lo alimentase, éste volteó a ver a su madre y con una
enternecedora y amplia sonrisa le informó: - No mamá éste ya comió ponlo allá-,
al tiempo que señalaba un grupito de conejos que los gemelos ya tenían
placidamente dormidos. -¿ Pero como sabéis que ya comió?- preguntó impresionada
su madre. -¡Muy simple!-, contestaron al unísono los gemelos -¿no ves el brillo
de sus ojos?, los que no han comido lo tienen aún más tenue.
Y así resolvieron dos problemas a la vez, alimentar y cuidar
correctamente a los bebés conejo y mantener a los gemelos tranquilos y
ocupados. Estos se aplicaban muy bien a la tarea, eran ordenados y cuidadosos
en su trato a los pequeños bebés y dejaban que estos de vez en vez les chuparan
los deditos de sus manos, porque sabían que entre ellos había una antigua
conexión milenaria.
Bronceadita se preguntaba, que haría una vez que los conejitos
fueran entregados en sus canastitas a cada uno de sus futuros dueños, los
gemelos seguramente volverían a sus andanzas. Pero decidió desechar esas ideas
de su cabeza y como cada día trae su propio afán se dispuso a contemplar a sus
pequeños vástagos disfrutar alimentando bebés, mientras ella se dedicaba a
adornar unas galletas de anís con pequeñas esferitas plateadas.
Mientras tanto, no lejos de ahí en el cortijo español, Revoltoso
seguía rumiando en su cabeza el porqué de la misiva de Menudita, a medida que
pasaban los días no podía quitarse de la mente que algo raro estaba
sucediendo, ¿y si ese algo se refería a su amada Clarita?, no, no podía seguir
con esa incertidumbre, tenía que hacer algo de inmediato, así que se dirigió a
solicitar hablar con el director de aquella institución.
En aquella reunión informó al director lo que le sucedía y cómo
aquella situación le impedía concentrarse en sus estudios. El director dando
vueltas a los dos extremos de sus bigotes le dijo: - Muy bien señor Omelette,
tiene usted mi permiso para regresar a su hogar, pero de una vez le informo que
ya no regresará nunca más a este lugar-. Revoltoso contestó: -No importa Señor
Director y entiendo su postura, pero para mí en este momento es más importante
averiguar si algo le sucede a Clarita, ella es toda mi vida, espero que al
menos me considere para poder repetir el curso el año entrante, con permiso y
gracias por todo -.
-¡Un momento!-, dijo el director, - aún no he terminado, si le
digo que no regresará nunca más es porque así es-. Revoltoso se levantó de la silla y ya se disponía a salir cuando nuevamente el director le espetó: -¿Qué
parte de no he terminado aún, no entendió?, escuche con atención, usted no regresará
porque a estas alturas del curso usted ya puede graduarse con honores, no es
necesario que se presente al examen final. Así que en este momento le entrego
su diploma y ¡ala, vaya a ver a su adorada Clarita!. Revoltoso aceptó la
proposición y ni tardo ni perezoso en menos que canta un gallo ya estaba en
camino a la huerta. Todos lo recibieron con gran alegría y le contaron lo que
había acontecido y el siempre contestaba: -Si ya lo decía yo, si ya lo decía
yo.
Los preparativos para el gran banquete de Pascua iban viento en
popa, cada uno de los organizadores se avocó a una tarea de acuerdo a sus
gustos y aptitudes, por lo tanto en la organización no había desacuerdos ni
desavenencias. Unos hacían adornos, otros confites, algunos se entretenían
elaborando todos los implementos necesarios para realizar una serie de
divertidos juegos durante la celebración. Había un selecto grupo que se
encargaba de seleccionar todo lo que necesitaban para elaborar el menú el cual
estaba comandado por Revoltoso Omelette. Un conjunto de familias de guisantes
por su parte se habían dedicado a la elaboración de muebles verdes para el
jardín fabricados con ramas de enredaderas y plantas trepadoras.
Clarita como siempre hacía sus hermosas canastitas de Pascua
adornándolas como siempre con flores, lacitos y un mini conejito, pero esta vez
había hecho dos canastas especiales, eran para Nico y Tino, ambas contenían un
par de mini conejos, así tendrían que cuidarlos en casa y dejarían descansar un
poco a su atribulada madre.
Yolanda de la Colina Flores
Pascua 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario