Capítulo 8
Las misivas secuestradas
Pepita Guisante no pudo esperar hasta la próxima reunión de
amigas, así que organizó una tarde de té con todas las chicas, citando media
hora antes a Menudita para contarle la idea que se le había ocurrido. Menudita
llegó como siempre súper puntual y ahí frente a una tacita de un muy buen té
negro inglés se dispuso a escuchar lo que su amiga quería compartirle.
Pepita le decía con gran entusiasmo a Menudita –¿no te parece que
ya han pasado demasiados días de búsqueda infructuosa? A mi la verdad, me
parece que Clarita no está por estos lares, estoy segura que anda de viaje recorriendo
todo el mundo. Quizás se sacó algún premio de un viaje y con la emoción y las
prisas no ha podido avisarnos y ahora anda en un trasatlántico conociendo las
islas griegas, o el caribe, o por oriente, ¡que se yo!, de lo que sí estoy
segura es que por aquí no está.
Así que se me ha ocurrido la idea de que tal vez no hemos sabido
expresar nuestro agradecimiento como deberíamos a Clarita por todo lo que hace
por nosotros, ¡mira que venir desde la granja a departir con nosotros y su
participación en las fiestas de Pascua con sus cestitas! Creo que cada una de nosotras, sus
amigas, deberíamos de escribirle una cartita de agradecimiento y deslizarlas
por debajo de su puerta, así cuando regrese se encontrará con ellas y verá de
una vez por todas lo mucho que la queremos.
¡Fantástico!, exclamó Menudita, es verdad y ahora en cuanto
lleguen todas nos pondremos en acción, ojalá y tus pensamientos sean ciertos,
pero a mí algo me dice en el corazón que Clarita no está bien y que se
encuentra donde menos lo esperamos… pero
¡ala, a escribir cartitas para Clarita!
Poco a poco la salita de Pepita se fue llenando, las amigas habían
acudido todas a la cita. Después de una clara exposición por parte de la
anfitriona, acordaron reunirse más tarde en casa de Menudita ya que ella
tenía más espacio y material para la elaboración de misivas. Afortunadamente
Menudita y Pepita vivían a unos cuantos pasos por lo que a la joven en estado
de bendición no le costó trasladarse.
Menudita las recibió a todas en su estudio de trabajo, donde
realizaba por gusto cientos de diversos trabajos manuales, para los que
disponía de una serie de mesitas con sillitas y estantes por doquier, lo cual
le permitió acomodar a sus amigas cómodamente, después trajo de su habitación
un hermoso y grandioso baúl y de ahí fue extrayendo un sin fin de cajitas a las
cuales les fue quitando las tapitas, al tiempo que las colocaba sobre una gran
mesa al fondo del estudio, acomodó junto a ellas unos potes con un montón de
plumillas con diversos tonos y colores y luego solicitó que cada una tomase de
las cajas los juegos de papel y sobre que quisieran así como una plumilla del
color que más les agradara, obviamente las plumillas escribían con tinta del
color que les caracterizaba, por lo que les suplicaba que escogieran bien los
colores, no fuera a ser que las cartas resultaran ilegibles.
Y así frente a las cajitas y potecitos las amigas fueron
desfilando y tomando el material que requerían para iniciar su labor, todas
ellas en su elección iban haciendo honor a su nombre. Sanguínea Remolacha
eligió una hojita con su sobre a juego color rosa, por supuesto la plumilla era
color remolacha; Pepita Guisante un verde pálido con plumilla verde
electrizante; Curvilínea Iceberg, un juego color crudo con plumilla verde seco;
Esplendorosa Lechuga verde tierno con verde pasto; Caramelosa Moniato un suave
tono naranja con tinta marrón brillante. Como desfile en pasarela de modas
todas fueron pasando ante la mesa, Carmina Ciruela, Dulce Pera, Bouquetina
Racimo de Uva, Bronceadita Zanahoria, Arbórea Brócoli, Blanquesina Coliflor,
Violácea Berenjena, Almidonada Patata, Lacrimosa Cebolla, Jugosina Manzana, Ruborosa Melocotón,
Tersa Albaricoque, etc…, etc…
Una vez terminadas las misivas las adornaron con preciosos sombreros,
mitones y bufandas a juego, porque el frío había aumentado, después se fueron
al súper y solicitaron prestados varios carritos de la compra, los cuales les
fueron proporcionados con mucho agrado pues los dueños sabían de la situación
de Clarita. En ellos con cuidado y cariño acomodaron bolsas llenas de cartitas
en la casa de Menudita, Pepita solo pudo acompañarlas un trecho del camino, se
allegó hasta su casa y ahí desde la ventana les despidió diciéndoles adiós con
un pañuelito de encaje de frivolité.
Después de un buen paseo las amigas llegaron al fin frente a la
casa de Clarita y empezaron a deslizar por debajo de la puerta misivas y
misivas, las últimas les costaron arduo trabajo porque no cabían más, pero al
fin lo consiguieron.
La cartita que dormitaba placidamente al lado de Clarita, escuchó
ruidos y esto la hizo salir de su letargo, empezó a escuchar voces conocidas,
esas voces que sólo se conocen entre misivas, primero como en un murmullo y
luego poco a poco se fueron tornando más perceptible, ¡muchas de sus congéneres
parecían estar ahí!, bajó sigilosamente de la cama y se asomó a la estancia
para comprobarlo, ¡así era, la habitación estaba invadida de cartas! De prisa
regresó a la cama y con el pensamiento despertó a Clarita.
Clarita obedeció a los pensamientos de la cartita y levantándose
del lecho se dirigió a la estancia como una sonámbula, pero estaba
completamente despierta. Se restregó varias veces los párpados y luego encendió
la luz para ver si sus ojos no le engañaban. Se acercó a la montaña de misivas
y tomó un buen puñado de ellas y luego se dirigió a su habitación, se sentó en
su mecedora y bajo la luz de una pequeña lámpara empezó a abrir cartitas y a
leer su contenido, esbozaba una sonrisa de vez en cuando, pero luego la tristeza
volvía a regresar a su rostro.
Yolanda de la Colina Flores
Pascua 2013
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