Étoile
y Stella son amigas desde que tienen uso de razón, llegaron a América cuando
apenas balbuceaban y aunque llevan muchos años en el nuevo continente, ambas
hablan aún con acento francés, tal vez es porque su padres aún se comunican con
ellas en su lenguaje de origen, o quizás porque en su mente infantil eso les
pareció que las hacía más interesantes, o sencillamente por que el acento lo
llevan grabado muy dentro de su corazón.
El
asunto es que ahora que son dos jovencitas de dieciocho años (ellas cumplen el
mismo mes, por cierto, Stella es la mayor por unos días de diferencia) y están
arribando a la universidad, ambas han sacado excelentes notas y al unísono sus
padres les han regalado un viaje a París, ¡Oh, la, la!, ¡Que maravilla!.
Infructuoso sería relatarles la alegría que esto les causó, hicieron todos los
preparativos pertinentes y partieron cargadas de ilusiones y expectación.
Estaban
disfrutando de lo lindo de tan merecidas vacaciones, pero la vida no siempre
nos da todo con tintes de tonos pastel, a veces suele suceder que por ahí se
escapa una que otra pincelada marrón, bermellón o de un leve tono grisáceo.
Resulta
que en el periplo de estas dos bellas criaturas apareció sin remedio la manzana
de la discordia, Antoine un joven que seguro cada madre querría para una de sus
hijas, guapo, estudioso trabajador, de carácter dulce y apacible y con un
extraordinario don para provocar siempre una sonrisa con sus comentarios, sin
distinción se dedicó a atender a las dos jovencitas que habían cautivado su
atención, lo cual no mermaba sus funciones como gerente del hotel al que llegaron
a instalarse, bueno, pues sin remedio ambas para no fallar en su hacer en la
vida se enamoraron del joven.
Por
la forma en que lo miraban y querían captar su interés, las dos se dieron
cuenta que estaban prendadas de Antoine, sin querer las casi hermanas amigas,
se habían convertido en antagonistas y se querían, pero también ambas anhelaban
ser la ganadora del amor del susodicho galán.
Una
noche la una y la otra decidieron, tal vez por primera vez, dar un paseo por
separado entre las calles de París, a Étoile le entró un deseo irrefrenable de
deambular a las riberas de Le Seine, ¡Ah!, ¡el maravilloso río Sena!, Stella por
su parte enfiló sus pasos a Champs de Mars, la increíble vegetación del campo
marte desde que habían llegado le proporcionaba una paz interior que le
permitía meditar a sus anchas.
Tan
ensimismada estaban las jovencitas que no se percataron de que ya había
oscurecido y ninguna de las dos estaba consciente de a donde le llevaban sus
pasos, Étoile tomó sin fijarse el Pont
d´léna atravesando de esta manera el río hasta llegar a la avenida Quai Brandy, Stella al salir del
campo dobló a mano izquierda sobre la avenida Boudonnais , así que ambas amigas
iban sin proponérselo a la emblemática torre Eiffel, llegarían si, al mismo
lugar pero en sentidos totalmente opuestos.
Cuando
arribaron al lugar quedaron casi frente a frente, aún no se percataban la una de
la presencia de la otra cuando dos estrellas fugaces desviaron su atención en
el sentido contrario al encuentro cara a cara, ¿porqué dos estrellas surcaron
esa noche los cielos con cursos diferentes?, solo Dios lo sabe, pero así
sucedió, o al menos ellas así lo recuerdan.
Lo
mas curioso de esta historia, ¡que digo curioso! ¡si estas dos hacían siempre
lo mismo!, pues si, como podrán imaginar ambas pidieron es mismo deseo: Señor:
concede a mi amiga hermana que sus sueños respecto a Antoine se hagan realidad.
Las
estrellas desaparecieron en el horizonte y ambas voltearon a seguir su camino,
entonces se encontraron y se unieron en un tierno abrazo, ninguna comentó su
experiencia con la estrella, este quizás fue el único secreto que se guardaron
entre sí. Regresaron al hotel abrazadas y sonriendo, ya no eran más
antagonistas, eran las mismas de siempre. El deseo se cumplió, el cómo y dónde,
forma parte de otra historia.
Yolanda
de la Colina Flores
21
de octubre del 2014
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