sábado, 1 de agosto de 2015

EL PEQUEÑO TRITÓN QUE CANTABA



Niút acababa de hacer su recorrido matutino habitual cuando estaba de vacaciones, la escuela del  piélago había terminado su ciclo escolar y ahora disfrutaba de un merecido descanso después de haberse hecho acreedor al primer lugar en su grupo.

En ese instante se dedicaba a cazar con su pequeña red y su querido amigo que siempre le acompañaba, un pequeño caballo de mar llamado Equs, una serie de pirañitas que andaban molestando a unas minúsculas sirenas de nivel parvulario ahí en el ponto y mientras ideaba como atraparlas, porque eran unas pillas escurridizas, su mente se distraía de su quehacer con lo que había presenciado hace escasamente menos de una hora.

Nunca había atisbado el mundo de arriba, donde sabía habitaban unos entes que carecían de cola y ésta al parecer se había bifurcado en dos extremidades que les permitía desplazarse por su singular hábitat. Esa mañana en particular tuvo que perseguir a las vivarachas y pigmeas pirañas, hasta una playa y fue ahí donde divisó a lo que ellos llamaban niños, jugando entre la arena y las olas, sus ojos estaban atónitos no por lo que ya le habían contado y ahora constataba sino por otros aspectos que tal vez para otros fueras sutilezas, pero para él eran del todo inexplicables.

Se preguntaba como podían permanecer tanto tiempo fuera del agua soportando directamente los rayos del sol, que cosa se embadurnaban sobre la piel y con qué propósito, que eran esas cosas que posaban sobre sus cabezas y lo mas extraño: porque fabricaban castillos de arena que luego desbarataba el mar. Cierto que el entorno en que se divertían era interesante, pero no más que las profundidades de su amado mar.

Ese día de manera muy especial estaba preocupado, las pirañas enanas se le escapaban y se aproximaban más y más a aquel extraño lugar, pensó que si éstas se atrevían a incomodarlos quizás podrán matarlas y éstas no eran malas, tan solo eran traviesas.

A punto estaban de atrapar a un trío de estas consabidas pillas, cuando con el fin de captar la atención de sus captores Niút se puso a cantar, no supo que lo impulsó a hacerlo pues bien es sabido en el reino submarino que sólo las sirenas cantan, a los tritones aparentemente no les ha sido concedido tal don, pero de su pequeña boca emergió tan melodiosa voz que encantó a todos los que en esa tibia mañana se encontraban en aquel paraje, no sabían de donde provenía el sonido simplemente estuvieron escuchándolo plácidamente.

Las pirañas liliputienses escaparon retornando a su guarida y el se quedó un tiempo proporcionando todo un recital, cuando se hubo cansado y vio que había transcurrido largo tiempo y que posiblemente sus progenitores estarían preocupados regresó más rápido que una saeta.

Contó a sus padres lo sucedido y desde entonces Niút forma parte de los coros que conducen a las ballenas y otros cetáceos a los lugares adecuados para la consecución de la vida. No se ha olvidado del mundo de los niños, pero le agrada más el mundo en el que le tocó nacer y que por ende ama con todo su ser.  

Cada día cuando con sus hermanas y primas salen a la puesta del sol a ensayar sus coros, descubre cosas de los llamados humanos que le intrigan, pero les deja hacer, podría pensar que están locos, pero luego reflexiona y dice que quizás ellos también piensen lo mismo de él. Espera que un día pueda comunicarse con ellos y cree sin lugar a dudas que este encuentro sólo podrá hacerse a través de la música.

Yolanda de la Colina Flores
22 de octubre del 2014

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