En
un pequeño pueblito, había un vez un perro y un gato. Tenían exactamente la
misma edad, por extraños designios sus madres, mascotas de una familia numerosa
habían dado a luz la misma noche, los chiquillos estaban felices y
entusiasmados habían asistido al milagro de la vida, en donde ambas madres se
comportaban en forma más o menos similar, protectoras y hacedoras de una acuciada
limpieza. Estas mascotas eran especiales porque sabían hablar con los humanos,
pero solo lo hacían con quienes convivían y siempre tenían cuidado de que nadie
se percatara de ello.
Laika
tuvo cinco hermosos cachorros, y Ágata siete bellos mininos, de los doce diez
fueron repartidos entre los integrantes de la familia, porque sabían que éstos
serían bien tratados y alimentados, solo se quedaron con dos, un perrito y un
gatito, que son los personajes de esta historia.
Olaf
era un gato persa blanco sinónimo de gato de lujo, el máximo representante de
las razas nobles. Su porte tranquilo, su pelaje majestuoso y su gracioso hocico
plano, lo podrían convertir en un ganador de exposiciones. Era de carácter apacible
y sosegado, el típico tigre de sofá pues le agradaba mucho dormir y descansar,
se pasaba la mayor parte del día durmiendo. Era presumido por naturaleza como
lo indica su raza, pero cariñoso y afable, de tal forma que congeniaba con
todos los humanos.
Byron
por su parte era un schnauzer color sal y pimienta, con barba, bigote y cejas
largas y espesas su cola y las orejas cortas para dar una apariencia de alerta.
Amigable y cariñoso, protector, energético, siempre en constante actividad, con
unos ladridos que a veces para algunos podrían sonar excesivos, pero siempre
eran para denotar alguna advertencia, la verdad es que él era un excelente
perro guardián.
Ambos
habían convivido juntos por un año, se querían como hermanos y se respetaban.
Jugaban un poco cuando sus dispares temperamentos se los permitían, compartían
los momentos de sosiego y amaban a sus queridos dueños.
Un
mal día ambos se perdieron, nos les encontraban por ningún lado, inmediatamente
activaron una serie de actividades para realizar la búsqueda, ya estaban todos
listos para iniciar las pesquisas cuando regresó Byron todo flaco, sucio,
deshidratado y cansado, contó a todos que había visto una rata rondando por el
jardín y salió como un chiflido dispuesto a atraparla, de pronto algo lo sujetó
por el cuello, lo subieron en un camión y de ahí fue a dar a una perrera,
finalmente después de muchas peripecias logró escapar, pero tuvo que venir
caminando desde aquel lugar y le llevó mucho tiempo.
Cuando
hubo terminado le comunicaron sobre la desaparición de Olaf y de lo que estaban
haciendo para encontrarlo, Byron miró los volantes que sobre su hermano habían
hecho y meneando la cabeza aseguró que la descripción de Olaf era totalmente
errónea y así nunca lo iban a encontrar, entonces empezó a dictarles lo que el volante debía contener:
“Se
busca gato persa blanco que responde al nombre de Olaf, un gato trabajador por
excelencia por lo que siempre está cansado y necesita dormir para reponer
fuerzas. Aunque es hermoso es humilde y para nada presuntuoso”.
Después
comió un tente en pié y una buena dosis de agua y se lanzó a buscar a su
hermano gato.
Después
de un rato apareció Olaf, venía con las mismas trazas que Byron. Antes de que
le preguntaran que había pasado, narró que vio como se llevaban a la perrera a
Byron y los siguió hasta donde lo llevaron, pero cuando arribó Byron ya había
escapado, así que emprendió el camino de regreso. Cuando le contaron todo lo
que había pasado y leyó todo lo que sobre Byron habían escrito, meneó la cabeza
y dijo que con esa descripción jamás habrían podido encontrar a Byron, esto
debería de haber sido redactado así, señaló Olaf.
“Se
busca perro schnauzer color sal y pimienta, siempre considerado, nunca ladra,
es tranquilo y sosegado, casi duerme todo el día (Olaf pensaba que su hermano
dormía cuando el lo hacía) su cara es límpida y bella”.
Después
comió un tente en pié y una buena dosis de agua y se lanzó a buscar a su
hermano perro.
Al
cabo de un rato los dos regresaron venían abrazados y sonriendo, comieron y
bebieron hasta hartarse, y se pusieron a dormir sobre la alfombra por muchas
horas.
Yolanda
de la Colina Flores
6 de
agosto del 2014
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