Sus
padres debían marchar a provincia, y ella aún no había terminado el año
escolar, el colegio donde ella estudiaba era muy afamado y le había costado una
serie de exámenes rigorosos que hacían para ingresar en él, pocos podían
vanagloriarse de haber sido admitidos, así que decidieron entonces que ellos se mudarían y
ella se quedaría en casa de sus primas en tanto no terminara sus estudios.
Sus
primas vivían en una casa lujosa en una de las zonas más exclusivas de la
cuidad, era una hermosa vivienda de cuatro pisos, con múltiples habitaciones
donde recibían a muchos de sus invitados por lo que no habría ningún problema
para hospedar a su pequeña prima, poseía unos hermosos jardines y una piscina
maravillosa. La enorme cámara que se utilizaba como alacena estaba repleta de
todo lo que un buen buche pudiese desear, había zonas donde se almacenaban
todos los víveres en un perfecto orden y clasificación, dos enormes
frigoríficos, que contenían toda clase de alimentos congelados, además dentro
de la enorme despensa existían también todos los dulces, caramelos, galletas,
bombones y snacks que hubieran sido el paraíso para cualquier pequeñuelo.
Se
podría decir que todo el mundo hubiera querido irse a vivir ahí, no tenía que
preocuparse por la limpieza de su habitación o por el estado de sus uniformes y
vestimentas, había todo un séquito de empleadas domésticas que realizaban todas
estas actividades y una cocinera que podía preparar los platillos más excelsos,
que no le pedían nada a los elaborados por el más reconocido de los chefs y lo
que era aún más peligroso, algo que podría incitarte a no querer abandonar ese
lugar, podía emular incluso las deliciosas sopas, guisos, postres y repostería
que las madres hacían.
Además
no escatimaban en divertimentos, había una enorme biblioteca con temas para
todos los gustos, unas video y músico tecas, donde había antiguas o nuevas
ediciones de todo tipo de música al igual que filmes de todos los tiempos y los
últimos estrenos que ya habían salido a la venta. Por si esto fuera poco si
deseaban acudir a cualquier espectáculo de carácter cultural iban sin problema,
su capacidad económica se los permitía con holgura, en fin, en ese lugar había
casi todo lo que cualquiera hubiese deseado, inclusive, no tenía ni que
preocuparse por bajar o subir las escaleras para desplazarse por la enorme
casa, para ello había un cómodo y espacioso ascensor.
Ella
aceptó sin remilgos, convencida de que los seis meses que tenía que permanecer
ahí, serían maravillosos, disfrutó de muchos placeres que el lugar le
proporcionaba, al parecer lo único que le disgustaba un poco era que un mudo
chofer la llevase y recogiera del colegio, a ella le agradaba tanto que su
padre la llevara, siempre conversaban sobre temas interesantes en el trayecto,
o escuchaban la música que a él tanto le gustaba y con ella compartía; cuando
se sabían alguna melodía incluso cantaban a todo pulmón mientras duraba la
travesía.
Desde
el primer día vio que muchas de las cosas que parecía serían fascinantes para
ella no lo eran tanto, el desayunó se realizaba en una cocina cuya área de trabajo sólo era
ocupada por quienes preparaban los alimentos, sus primas y ella desayunaban en
un amplio desayunador en un espacio al que se accedía desde el comedor y que
por una extraña razón que ella no comprendía, estaba completamente alfombrada con
una hermosa alfombra tejida en yute, con increíbles y vivos colores, así que no
pudo desayunar a su gusto, todo el tiempo se cuidaba de no manchar o derramar
algo sobre aquella bella obra de arte artesanal. La hora de la comida fue muy
similar, las hermosas vajillas, mantelería y cubertería la tenían completamente
amilanada, temía romperlas o incluso rallarlas, resumiendo, que no comió a sus
anchas, ni siquiera recordaba que habían servido de comer.
Esa
tarde estaba muy relajada y pensó que estaba viviendo un grato momento
realizando sus deberes en la biblioteca, donde escuchaba una música que formaba
parte de su repertorio preferido, cuando hubo terminado, llegaron sus primas
pletóricas de emoción porque esa noche iban a asistir al Palacio de Bellas
Artes donde se iba a presentar uno de los grupos más reconocidos mundialmente
en lo que se refiere a interpretaciones
clásicas a capela “The Swingle Singers” y cuya representación ella estaba
invitada. Ella buscó entre su maleta uno de sus mejores vestidos, seleccionó
uno que en especial le encantaba, se lo había confeccionado y regalado su madre
en su cumpleaños pasado; cuando sus primas y tíos vieron el vestido dijeron que
era muy bonito, pero no era apropiado para la ocasión, así que le regalaron uno
de seda pura, que tenía una pequeña banda que parecía tener incrustaciones de
joyería fina, era bello, pensó, pero no como el que le había hecho su madre. La
decepción no acabó ahí, hicieron que se pusiera medias, ¡medias!, ¡pero si ella
sólo tenía catorce años!, y para rematar la maquillaron, un poco de rubor aquí
y allá, otro poco de rímel y brillo; aunque era un maquillaje muy tenue y
sencillo, ella se sentía como un payaso de circo.
Gracias
a la maravillosa actuación de los afamados, pudo olvidarse del picor de las
medias, de lo incómodo del ajustado vestido, del hecho de no poder tocarse la
cara porque se manchaban sus dedos, menos mal que no le quedaron los zapatos de
tacón que querían que se pusiera, afortunadamente sus pies eran más chicos, que
los de sus patonas primas. Después de ahí se fueron a cenar a un lujoso lugar,
pero tampoco lo disfrutó, por las mismas causas.
En
la noche, mientras se lavaba los dientes, antes de acostarse, las lágrimas
asomaron a su rostro, no pudo contenerse y se quedó dormida, arrullada por sus
casi imperceptibles y pequeños sollozos. Desgraciadamente para ella, cada día se
acostaba a dormir de la misma manera. La enorme casa de sus primas ya no le
parecía ni remotamente agradable, en sus pesadillas, que ahora tenía, le
parecía una siniestra crujía.
Pasados
tan sólo cinco días llamó a su padre y le pidió que viniera por ella, su padre
sin poner objeciones hizo lo que ella solicitó y cuando sus parientes
preguntaron porque su pequeña prima se iba él sólo respondió que lo lamentaba,
pero que la extrañaban y añoraban mucho. Nadie dijo nada, todos la miraron con
complacencia y ella marchó a su nuevo hogar.
Cuando
arribó a la casa de provincia que sus padres habían instalado, le pareció completamente
familiar aunque la conocía por primera vez, sus sentidos y sus pasos la
recorrieron con amor, todo estaba casi igual que en su antiguo hogar, no
faltaba nada, cada mueble y cada adorno le hacían recordar tantos hermosos
momentos pasados, uno a uno sus hermanos la fueron recibiendo con besos y
abrazos, tomaba con sus manos sus rostros y manos como si no los hubiese visto
por siglos, reconociendo cada seña y modales, lo mismo pasó con su madre con la
diferencia de que a ella, durante un largo rato no pudo soltarle la mano; era
completamente feliz y disfrutaba cada momento con suma alegría, no le importaba
siquiera que al día siguiente tendría que incorporarse a un nueva institución y
grupo los cuales desconocía por completo, ni las amigas que había dejado en su
antiguo colegio.
Cuando
llegó la habitación que compartía con sus dos hermanas, sintió un nudo en la
garganta, dejó su maleta y palpó con su manos el hermoso edredón que lo cubría,
ése que su madre y ella habían realizado mientras ésta le enseñaba a hacer
Patchwork, largamente la acarició, hasta que sus manos la estrujaron y se
recostó sobre ella, estuvo así largo rato, y nadie en su familia interrumpió su
tierno encuentro con su lecho.
Esa
noche cenó con su familia y disfrutó como nunca lo había hecho, se sentía libre
de disfrutar todo como a ella le apetecía, después todos se fuero a dormir,
deseándose un hasta mañana plagado de besos y abrazos, recostadas en sus camas,
platicó largo rato con sus hermanas, hasta que se quedaron profundamente
dormidas, muy temprano por la mañana, antes que ellas despertaran, se despertó
llorando en un sollozo que parecía inconsolable, parecía estar sobre un lecho
de lágrimas, pero en su cara no había congoja ni tristeza, por el contrario, su
rostro estaba adornado por una amplia y hermosa sonrisa, sus lágrimas eran de
felicidad, por fin había regresado a su sencillo hogar, el lugar más bello y
placentero para ella.
Yolanda
de la Colina Flores
14
de agosto del 2014
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