lunes, 3 de agosto de 2015

SOBRE UN LECHO DE LÁGRIMAS





Sus padres debían marchar a provincia, y ella aún no había terminado el año escolar, el colegio donde ella estudiaba era muy afamado y le había costado una serie de exámenes rigorosos que hacían para ingresar en él, pocos podían vanagloriarse de haber sido admitidos, así que  decidieron entonces que ellos se mudarían y ella se quedaría en casa de sus primas en tanto no terminara sus estudios.

Sus primas vivían en una casa lujosa en una de las zonas más exclusivas de la cuidad, era una hermosa vivienda de cuatro pisos, con múltiples habitaciones donde recibían a muchos de sus invitados por lo que no habría ningún problema para hospedar a su pequeña prima, poseía unos hermosos jardines y una piscina maravillosa. La enorme cámara que se utilizaba como alacena estaba repleta de todo lo que un buen buche pudiese desear, había zonas donde se almacenaban todos los víveres en un perfecto orden y clasificación, dos enormes frigoríficos, que contenían toda clase de alimentos congelados, además dentro de la enorme despensa existían también todos los dulces, caramelos, galletas, bombones y snacks que hubieran sido el paraíso para cualquier pequeñuelo.

Se podría decir que todo el mundo hubiera querido irse a vivir ahí, no tenía que preocuparse por la limpieza de su habitación o por el estado de sus uniformes y vestimentas, había todo un séquito de empleadas domésticas que realizaban todas estas actividades y una cocinera que podía preparar los platillos más excelsos, que no le pedían nada a los elaborados por el más reconocido de los chefs y lo que era aún más peligroso, algo que podría incitarte a no querer abandonar ese lugar, podía emular incluso las deliciosas sopas, guisos, postres y repostería que las madres hacían.

Además no escatimaban en divertimentos, había una enorme biblioteca con temas para todos los gustos, unas video y músico tecas, donde había antiguas o nuevas ediciones de todo tipo de música al igual que filmes de todos los tiempos y los últimos estrenos que ya habían salido a la venta. Por si esto fuera poco si deseaban acudir a cualquier espectáculo de carácter cultural iban sin problema, su capacidad económica se los permitía con holgura, en fin, en ese lugar había casi todo lo que cualquiera hubiese deseado, inclusive, no tenía ni que preocuparse por bajar o subir las escaleras para desplazarse por la enorme casa, para ello había un cómodo y espacioso ascensor.

Ella aceptó sin remilgos, convencida de que los seis meses que tenía que permanecer ahí, serían maravillosos, disfrutó de muchos placeres que el lugar le proporcionaba, al parecer lo único que le disgustaba un poco era que un mudo chofer la llevase y recogiera del colegio, a ella le agradaba tanto que su padre la llevara, siempre conversaban sobre temas interesantes en el trayecto, o escuchaban la música que a él tanto le gustaba y con ella compartía; cuando se sabían alguna melodía incluso cantaban a todo pulmón mientras duraba la travesía.

Desde el primer día vio que muchas de las cosas que parecía serían fascinantes para ella no lo eran tanto, el desayunó se realizaba en una cocina cuya área de trabajo sólo era ocupada por quienes preparaban los alimentos, sus primas y ella desayunaban en un amplio desayunador en un espacio al que se accedía desde el comedor y que por una extraña razón que ella no comprendía, estaba completamente alfombrada con una hermosa alfombra tejida en yute, con increíbles y vivos colores, así que no pudo desayunar a su gusto, todo el tiempo se cuidaba de no manchar o derramar algo sobre aquella bella obra de arte artesanal. La hora de la comida fue muy similar, las hermosas vajillas, mantelería y cubertería la tenían completamente amilanada, temía romperlas o incluso rallarlas, resumiendo, que no comió a sus anchas, ni siquiera recordaba que habían servido de comer.

Esa tarde estaba muy relajada y pensó que estaba viviendo un grato momento realizando sus deberes en la biblioteca, donde escuchaba una música que formaba parte de su repertorio preferido, cuando hubo terminado, llegaron sus primas pletóricas de emoción porque esa noche iban a asistir al Palacio de Bellas Artes donde se iba a presentar uno de los grupos más reconocidos mundialmente en lo que se refiere  a interpretaciones clásicas a capela “The Swingle Singers” y cuya representación ella estaba invitada. Ella buscó entre su maleta uno de sus mejores vestidos, seleccionó uno que en especial le encantaba, se lo había confeccionado y regalado su madre en su cumpleaños pasado; cuando sus primas y tíos vieron el vestido dijeron que era muy bonito, pero no era apropiado para la ocasión, así que le regalaron uno de seda pura, que tenía una pequeña banda que parecía tener incrustaciones de joyería fina, era bello, pensó, pero no como el que le había hecho su madre. La decepción no acabó ahí, hicieron que se pusiera medias, ¡medias!, ¡pero si ella sólo tenía catorce años!, y para rematar la maquillaron, un poco de rubor aquí y allá, otro poco de rímel y brillo; aunque era un maquillaje muy tenue y sencillo, ella se sentía como un payaso de circo.

Gracias a la maravillosa actuación de los afamados, pudo olvidarse del picor de las medias, de lo incómodo del ajustado vestido, del hecho de no poder tocarse la cara porque se manchaban sus dedos, menos mal que no le quedaron los zapatos de tacón que querían que se pusiera, afortunadamente sus pies eran más chicos, que los de sus patonas primas. Después de ahí se fueron a cenar a un lujoso lugar, pero tampoco lo disfrutó, por las mismas causas.

En la noche, mientras se lavaba los dientes, antes de acostarse, las lágrimas asomaron a su rostro, no pudo contenerse y se quedó dormida, arrullada por sus casi imperceptibles y pequeños sollozos. Desgraciadamente para ella, cada día se acostaba a dormir de la misma manera. La enorme casa de sus primas ya no le parecía ni remotamente agradable, en sus pesadillas, que ahora tenía, le parecía una siniestra crujía.

Pasados tan sólo cinco días llamó a su padre y le pidió que viniera por ella, su padre sin poner objeciones hizo lo que ella solicitó y cuando sus parientes preguntaron porque su pequeña prima se iba él sólo respondió que lo lamentaba, pero que la extrañaban y añoraban mucho. Nadie dijo nada, todos la miraron con complacencia y ella marchó a su nuevo hogar.

Cuando arribó a la casa de provincia que sus padres habían instalado, le pareció completamente familiar aunque la conocía por primera vez, sus sentidos y sus pasos la recorrieron con amor, todo estaba casi igual que en su antiguo hogar, no faltaba nada, cada mueble y cada adorno le hacían recordar tantos hermosos momentos pasados, uno a uno sus hermanos la fueron recibiendo con besos y abrazos, tomaba con sus manos sus rostros y manos como si no los hubiese visto por siglos, reconociendo cada seña y modales, lo mismo pasó con su madre con la diferencia de que a ella, durante un largo rato no pudo soltarle la mano; era completamente feliz y disfrutaba cada momento con suma alegría, no le importaba siquiera que al día siguiente tendría que incorporarse a un nueva institución y grupo los cuales desconocía por completo, ni las amigas que había dejado en su antiguo colegio.

Cuando llegó la habitación que compartía con sus dos hermanas, sintió un nudo en la garganta, dejó su maleta y palpó con su manos el hermoso edredón que lo cubría, ése que su madre y ella habían realizado mientras ésta le enseñaba a hacer Patchwork, largamente la acarició, hasta que sus manos la estrujaron y se recostó sobre ella, estuvo así largo rato, y nadie en su familia interrumpió su tierno encuentro con su lecho.

Esa noche cenó con su familia y disfrutó como nunca lo había hecho, se sentía libre de disfrutar todo como a ella le apetecía, después todos se fuero a dormir, deseándose un hasta mañana plagado de besos y abrazos, recostadas en sus camas, platicó largo rato con sus hermanas, hasta que se quedaron profundamente dormidas, muy temprano por la mañana, antes que ellas despertaran, se despertó llorando en un sollozo que parecía inconsolable, parecía estar sobre un lecho de lágrimas, pero en su cara no había congoja ni tristeza, por el contrario, su rostro estaba adornado por una amplia y hermosa sonrisa, sus lágrimas eran de felicidad, por fin había regresado a su sencillo hogar, el lugar más bello y placentero para ella.   

Yolanda de la Colina Flores
14 de agosto del 2014        


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