No
sucedió aquí, sino en Barcelona, lo narro porque cuadra muy bien con la tarea,
que además es una tarea que realizo constantemente porque mi padre nos invitaba
siempre a escudriñar a las personas que nos encontrábamos en cualquier lugar,
imaginando historias sobre ellos, el decía que ejercitaba la mente y creo que
tenía mucha razón.
Les
comparto esta historia porque es el personaje que más trabajo me ha costado el
construirle una historia, las otras historias que sobre otros seres había
imaginado eran bastante comunes por no decir simples, no quiero decir tampoco
que esta vaya ser una maravilla, pero a mi en lo personal este personaje me
dejó intrigada y más que crearle una historia, cuando se desvaneció de mi
vista, la verdad me hubiera gustado saber su verdadera historia, debo decir que
es también una de esas ocasiones en que lamentas enormemente no llevar una
cámara contigo.
Apareció
de improviso en el café donde casi a diario mi marido y yo tomábamos el
consabido cortadito del medio día, a veces solo otras acompañado de una
pastita, comentábamos nuestras andanzas en las filas para adquirir una cita con
nuestra médico de cabecera, cuando sin remedio tuvimos que parar nuestra
conversación para admirar a la bella criatura, parecía que al lugar había entrado
una hada o elfa, su piel era blanca, sus cabellos dorados brillaban con el
reflejo que el sol matutino depositaba sobre ellos, tenía una especie de leggins
de rayas rosas y blancas, una camiseta sin mangas también de tono rosado, unas
botas militares, pero para mi asombro también eran rosas, jamás había visto
unas similares, al parecer sobre su regazo en uno de esos raros atados que usan
algunas madres para cargar a sus vástagos llevaba o una muñeca o un bebé, al
principio pensamos eso, porque sólo adivinábamos un bulto dentro de este, que
para no variar estaba confeccionado con un género rosado estampado con un
diseño textil de rosas y el centro que caía sobre su torso estaba engarzado con
un prendedor en forma de rosa, sobre su cabeza portaba un simpático gorrito
tejido en lana rosada del cual emergían dos orejas como las de un osezno,
adornado con otra rosa sino igual, muy similar a la que sostenía su singular
porta bebé, llevaba un libro en una de sus manos, a cuyo título en primera
instancia no pude acceder porque lo movía constantemente para extraer pequeños
trozos de papel rosado que enseñaba a la dependienta del lugar que le tocó en
turno atenderla, la cual sumamente nerviosa no dejaba de admirarla y sonreírle
nerviosamente en forma contante.
Al
final obtuvo un cortadito con un croissant con mantequilla el cual llevó a una
mesa vacía con movimientos tan gráciles que parecía volar, más que caminar por
el lugar, se tomo su bebida a sorbitos y la mitad de la pastita porque la otra
mitad la separó en pequeños trozos que iba dando al ser que llevaba resguardado
en su bolsa, guardó todos sus papelitos dentro del libro y después lo volvió a
abrir para concentrarse en una lectura acuciosa en una página equis, después de
un rato y al mismo tiempo que nosotros terminó su frugal desayuno y se levantó de
su mesa, cuando se ergio pude ver claramente que el mamotreto tenía escrito en
rojo un título en ruso, era de pastas negras y al centro tenía una gran rosa
blanca, corroboré entonces que lo que me había imaginado era cierto, la nena no
sabía hablar español ni catalán y se comunicaba a través de los papeles que
mostraba a las dependientas, no eran palabras escritas, mi nivel de deducción
no era ni remotamente detectivesco ya que mi padre había hecho lo mismo en Münich
aunque sus dibujos eran para explicar los derribos que habían de hacerse a los
caballos para evitar lastimarlos, los dibujos de la chica según quienes
tuvieron el placer de verlos eran muy buenos, “un cortado perfectamente
dibujado y el croissant con su trocito de mantequilla a lado era una
maravilla”, todo sin excepción para mi era inquietante, pero lo más fascinante
fue cuando al fin se desveló que contenía el atado que llevaba, de pronto asomó
una cabecita de un pequeño galgo ruso, que parecía un pequeño venado, hermoso
es decir poco era realmente bello, salió y mi marido y yo la seguimos con la
vista hasta que se perdió su figura en la boca de una de las entradas al metro.
Nos quedamos perplejos, nos veíamos con miradas cómplices y sonrisas entre veladas, supongo que cada uno elaboró una conclusión
respecto a la fascinante criatura, yo me creé mi propia historia, supuse que
era una turista que vivía en San Petersburgo,
que se encontraba de vacaciones en nuestra zona porque había asistido a
una presentación de castellers, que había concluido hacia una hora, que no
debía tener más de dieciocho años, que había traído a su periplo a su fiel
galgo, al que más que una mascota consideraba su compañero y amigo, que seguramente
estudiaba ballet en el gran Bolshoi, y como pasatiempo tomaba clases de dibujo
artístico, que aún no trabajaba, que era hija única y el tesoro más importante
para sus padres, que su problema más importante era presentar una audición para
el papel de Aurora en la Bella Durmiente, que sus antagonistas serían las
compañeras que competirían con ella, que ella sería con los años una gran
ballerina y un día ocuparía el lugar de la gran Nina Kaptsova y quizás, tal vez
quizás algún día la veríamos presentarse en uno de los más importantes teatros
en algún lugar del mundo.
He
puesto una ilustración que no hace honor ni a su rostro y su grácil y etérea
imagen, es solo para que visualicen un poco lo que yo miré, su imagen real aún
permanece en mi mente como un dibujo trazado con un lápiz muy fino. Del libro
que ella portaba encontré la portada en la web, pero aún desconozco el nombre
en castellano y la trama del mismo, pero seguiré investigando.
Yolanda
de la Colina Flores
1 de
septiembre del 2014
(Nota de última hora, el libro era Beastly de Alex Flinn)
(Nota de última hora, el libro era Beastly de Alex Flinn)
No hay comentarios:
Publicar un comentario