sábado, 2 de noviembre de 2013

LA REINA DE LOS OCÉANOS Capítulo 6 (Cuento dedicado a mi madre)


 
Capítulo 6
Lágrimas en el piélago

Ondine estuvo practicando y practicando a través de sus varios pares de zapatos y si, la verdad que cada día avanzaba y alcanzaba cada día más distancia, pero por más que lo intentaba no lograba trasladarse a grandes distancias, a lo más lejos que llegaba eran cincuenta kilómetros a la redonda y para sus propósitos eso no era suficiente. Además las provisiones que llevaba sólo le servían para unos cuantos días y de lo que encontraba a su alrededor no podía sostenerse, por lo que irremediablemente tenía que retornar al castillo.

Habían pasado varios días y la nena estaba desalentada, parecía que nunca saldría de ahí y no podría regresar a su amado hogar,  no quería ni siquiera concebir la posibilidad de no volver a ver a los seres que tanto amaba.

Llegó a un arrecife donde todo parecía estar en calma, se descalzó los zapatitos que en ese momento estaba probando y pensando en lo lejano con nostalgia, las lágrimas sin remedio  acudieron a su rostro, éstas fueron adicionándose hasta que salían de sus ojos copiosamente y con ello contribuía a crea más agua en el piélago, sus hermosas lagrimas se confundían y disolvían con el líquido salado de la mar.

En aquel lugar reinaba un profundo silencio que le invitaba al recogimiento y ahí sentada en aquel arrecife elevó al cielo una fervorosa oración. Recordó lo que su madre le había repetido muchas veces:- Ondine, aprovecha toda ocasión que se te presente para elevar tu alma a Dios, agradece todo lo bueno que de tu vida hay y ahí ante Él comparte tus mas caros anhelos, recuerda que siempre te escucha.- Repasando en su memoria los consejos de su madre respetada y tiernamente amada, entró en una profunda oración de contacto interno con su Creador.

Ondine estaba tan ensimismada en el recogimiento de su profunda oración, que no se percató que su llanto y sus lágrimas iban desapareciendo, sintió una relajación y felicidad inusitadas, una dicha y una calma sin igual invadían su cuerpo y ánima y una sonrisa poco a poco se fue dibujando en su cara.

Tampoco percibió que Ángel estaba enfrascado en una extraña danza con la cual empezaba a acumular un sinfín de burbujas las cuales poco a poco iban formándose en una masa móvil y multiforme de espuma de mar, cuando tuvo una buena cantidad la tomó entre sus aletas y se la dio a Ondine, ésta empezó a palparla con sus manos y no encontró nada especial en ella, excepto el hecho de que la espuma era como arcilla en sus manos, con ella podía crear lo que quisiera, hizo algunos peces de diversas formas, sirenas y tritones y estuvo algún rato jugando con ellos.

De pronto cesó en sus juegos, comprendió que  esa espuma no le había sido proporcionada solo para jugar, tenía un propósito especial, pero…, ¿cuál era?, ¿sería acaso lo que ella se estaba imaginando?, una sonrisa aún más amplia que las anteriores adornaba su rostro la cual se transformó en unas sonoras y alegres carcajadas, Ondine jugueteaba y se revolcaba entre la espuma, ¡por fin podría  regresar a casa!

Yolanda de la Colina Flores
Otoño del 201

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