Capítulo 9
Mir y Ror
Ondine estaba
un poco cansada, larga era ya su travesía y como los víveres se le habían
acabado estaba un poco hastiada de ingerir algas de mar. De pronto a lo lejos
le pareció percibir una hermosa formación de coral que semejaba un árbol en el
cual estaba una sirena sentada mirándose al espejo, pero….. no, ¡un momento…! ,
en realidad eran dos sirenas idénticas una frente al la otra, unas sirenas
gemelas que cara a cara jugaban a copiarse los gestos como si una fuera el
reflejo de la otra, sostenían frente a ellas el marco de lo que tal vez un día
contuvo un espejo, reían y hablaban con unas voces que más que un simple
diálogo parecía una hermosa canción, porque no hablaban normalmente, sus
vocablos siempre eran las notas y armonías de una bella y singular melodía.
En cuanto
notaron la presencia de Ondine voltearon a mirarla y le recibieron con una
amplia sonrisa, se presentaron indicando que se llamaban Mir y Ror y a su vez
le preguntaron su nombre al tiempo que intrigadas le también le cuestionaban
que hacía vagando por aquellos lares, cuando lo hacían seguían cantando, así
que Ondine dedujo que esa era su particular forma de hablar, la cual era
realmente espectacular, a veces lo hacían al mismo tiempo cantando exactamente
lo mismo a dos voces, otras veces realizaban un canto a contrapunto, Ondine estaba fascinada ya que siempre que
hablaban, ella parecía estar viendo una de las más hermosas representaciones
del bellcanto.
Ondine les
narró su historia y ellas le escuchaban encantadas, haciendo cuando así lo
ameritaba la narración, diversas expresiones al mismo tiempo, Ondine pudo
claramente percibir que los ojos de las gemelas brillaban cuando les narró como
había hecho la muñeca de su amiga Octópody, la invitaron a comer y cuando hubieron
terminado estaban felices departiendo un buen rato, cuando de repente ambas al
unísono se pusieron tristes y empezaron a llorar, era curioso porque ¡también
sus llantos eran musicales!.
Una vez que se
calmaron y aceptaron los apapachos y mimos de Ondine, ésta les pidió que por
favor le explicaran porque de repente se habían puesto tan tristes, las sirenas
gemelas empezaron a narrar una historia como si fuese una bella canción:
-La nereida
prisionera
se encuentra
tras un cristal,
sus lágrimas
se hacen perlas
por ello
atrapada está.
Un pulpo la ha
secuestrado,
para adornar
su hábitat,
desea tapizar
su cueva
con esas
perlas del mar.
No tiene con
quien jugar
con quien
cantar y bailar,
por ello llora
con pena
y hace perlas
sin parar.
En el reino
las sirenas
la han querido
liberar,
pero por más
que lo intentan
sólo logran
fracasar.
El cristal que
la protege,
es cual escudo
de acero
y no hay
ningún agujero
por el que
pueda emerger.
La nereida
prisionera
llora y llora
sin parar,
creando
montañas de perlas
para una cueva
adornar.-
Ondine escuchó
la historia impactada, las singulares sirenas le compartieron también el hecho
de que se sentían muy tristes por ella, porque además de ser una de sus
congéneres, era su querida prima Dione, Ondine sintió pena y de pronto una idea
se formó en su mente, la cual una
vez que Mir y Ror hubieron concluido la historia se las comunicó, a las gemelas
les pareció una idea genial y le proporcionaron la foto que de su prima Ondine
les había requerido, estaban felices y sonreían al tiempo que miraban a Ondine
trabajar.
Después de un
largo tiempo Ondine concluyó y les mostró una hermosa muñeca que era un pequeño
clon de su querida prima Dione, al día siguiente Ondine continuaría su viaje y
las gemelas le dieron una buena dotación de alimentos, no solo porque la
pequeña les había prometido pasar a visitar a su prima para tratar de darle la
muñeca, sino porque además en ese corto tiempo en que habían convivido habían
llegado a estimarla.
Ondine se
despertó muy temprano al día siguiente, en compañía de Ángel y de
puntillas salió de la casa de las
gemelas para no despertarlas, afuera estaba el árbol de coral donde las había
visto por primera a vez, al pie de éste deposito dos hermosas muñecas
fabricadas por ella durante la noche, una réplica exacta de sus ahora amigas
Mir y Ror, no pudo ver sus caras y expresiones ni escuchar sus cantos y
sonrisas musicales, pero podía imaginar cual sería la reacción de las dos
hermanas cuando vieran lo que Ondine les había dejado de regalo como muestra de
agradecimiento.
Yolanda de la Colina Flores
Otoño del 2013
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