A mi querida madre en su onomástico
Felicitat y Honorat van a jubilarse y cerrar por fin su expendio de charcutería fina que tanto éxito ha tenido a lo largo de muchos años, lo hacen por decisión propia porque hace ya largo tiempo que han cumplido la edad que suele aplicarse para estos menesteres, pero han querido retirarse hasta que sus fuerzas físicas se los han permitido, les ha gustado siempre ser muy activos.
Han tenido muchos hijos, pero como supieron inculcarles el amor a la naturaleza y la vida apacible, todos han emigrado a diversas provincias, lejos de sus amados padres a quienes visitan de cuando en cuando, es decir, cuando el bolsillo y los días de asueto lo permiten.
La pareja tiene muy claro a donde ir y esperar juntos el ocaso de su vida, también ellos tienen una casita en una provincia denominada Cuernavaca, la ciudad de la eterna primavera, dejarán su pequeño departamento en la ciudad, donde viven ahora los dos solos y cargando pocos cachivaches emprenderán el viaje hacia una vida juntos nuevamente, como cuando eran jóvenes y su prole aún no había nacido, no se puede decir “como cuando eran novios”, porque eso aún lo siguen siendo, aún al caminar por la calle, entrelazan sus manos en un tierno y enraizado gesto de ternura que les pertenece por entero, así como los cálidos besos que aún se prodigan.
La pequeña casa parece arrebatada de un cuento de hadas y gnomos, enclavada en un microclima donde la primavera parece por siempre perenne, instalada ahí para siempre, empeñada en hacer más bella aún la vida de la pareja de ancianos.
Podríamos imaginar que ahora sí dedicaran su tiempo a descansar, pero esa no es su naturaleza, así que Honorat dedica su tiempo ha elaborar preciosas piezas de madera, como si fuese un experto ebanista, un día corta un pequeño trozo de madera y poco a poco empieza a darle forma y así sucesivamente hasta que de repente como emergido de la nada al armar las piezas surge un pequeño taburete de finas y torneadas formas.
Por su parte Felicitat se entretiene en crear regias prendas de punto, un día la vez entrelazando un complicado encaje de frivolité o bolillo, o complicados enzarces de tejidos de crochet, creando como por arte de magia, esplendorosas colchas o manteles, como esas que siempre vemos luciendo en las casas de las abuelas. Ella teje y teje cual humilde arañita, lo que sus manos transformadas y sus cansados ojos le dejan hacer.
Sin embargo, estas dos ocupaciones que mantienen activos a nuestra hermosa pareja de ancianos, no es lo que más suele agradarles, aunque encuentran gran placer en ello, ambos disfrutan aún más sus largos paseos matinales y crepusculares tomados de la mano por las veredas pobladas de una hermosura natural inconmensurable.
Y así pasan los días de su vida, y de cuando en cuando ayudan a un vecino o a otro en cualquier menester ya que son dadivosos y amables a más no poder. Si pudieran tener un pequeño compañero doméstico a quien brindar parte de su cariño, Honorat y Felicitat serían si se puede aún más dichosos. Pero los animales caseros representan a veces dolor y ellos recuerdan con una mezcla de tristeza y alegría la serie de compañeros, a quienes otros denominan mascotas, que han pasado por su vida a la que tarde o temprano han tenido que enterrar y en este momento de su vida ellos solo desean hacer un canto a la vida, que aún los tiene y los hace permanecer unidos.
Pero Dios ama a las almas buenas y a veces sin que lo imaginemos siquiera concede de manera inesperada nuestros más caros anhelos y es de esta forma que un cierto día de otoño, nuestra siempre novel pareja estaba caminando, como todos los días tomados de la mano, por aquellos hermosos parajes y entre los arbustos alcanzaron a percibir una luz resplandeciente, pequeña pero muy brillante.
Largo tiempo la fueron siguiendo por entre árboles, plantas, flores y arbustos, hasta que llegaron a un pequeño claro, donde la luz parecía ser menos refulgente, de tal manera que ahora lastimaba menos a sus ojos ya cansados, éstos no acertaban a creer lo que ahora observaban así que la pareja al mismo tiempo se restregaba constantemente los ojos, pero no, no era un sueño, o una simple ilusión ahí frente a ellos reposaba placidamente, como invitándoles a acercarse, tranquilo echando pausados resoplidos por su pequeña nariz, como quien ha terminado una larga carrera.
La pareja se acercó poco a poco con precaución tratando de no ponerle nervioso, pero el animal estaba tranquilo y les miraba con una paz infinita, al principio empezaron por acariciar su terso y fino pelaje, sintieron la sedosidad de su crin y larga cola, pero por un largo tiempo ninguno de los dos se atrevía a tocar su peculiar cornamenta.
Estuvieron largo tiempo contemplándolo y proporcionándole muestras de cariño y ternura, hasta que empezó a oscurecer y entonces decidieron con sólo una mirada dejar al hermoso animal y regresar a su hogar, le dieron las últimas palmaditas y tomados nuevamente de la mano emprendieron el viaje de regreso, iban contentos por lo que habían vivido pero un dejo de nostalgia embargaba su corazón al recordar el momento.
Al principio no se percataron de que a medida que avanzaban la bella criatura se acercaba a ellos aún mas, su áurea de tonos resplandecientes le acompañaba al paso, Honorat y Felicitat siguieron caminando sin comprender y sin saber porqué el pequeño unicornio seguía sus pasos.
Continuaron su camino y al llegar al hogar, el unicornio entró a ella como si la conociera de siempre y después de acariciar con su testa las manos de los bellos y nobles ancianos, se quedó afuera en el jardín, muy cerca del rellano de la puerta donde se recostó plácidamente, la pareja le cubrió con su manta más mullida y dándole las buenas noches se retiraron por fin a descansar.
A la mañana siguiente ambos despertaron al mismo tiempo como dos relojes sincronizados y mirándose uno al otro sonrieron saltando prácticamente del cálido y mullido lecho y tal y como lo esperaban, ahí estaba el hermoso ser, meneando la cabeza de arriba abajo como en una especie de saludo, ambos en una sola voz le dijeron a un tiempo bienvenido a casa Angelet.
Y ahora Honorat y Fecilitat, hacen sus labores diarias como antes pero a su horario de actividades han añadido cuidar y convivir con su unicornio chiquitín, al que alimentan solo con amor porque ese es su alimento preferido, por lo cual en este hogar está siempre satisfecho. Y algunas veces salen al rellano de la entrada y se pasan a su lado contándole todas sus anécdotas y periplos por la vida al lado de sus amados hijos, y así rememoran el día en que contrajeron nupcias y hasta cuando se vieron por primera vez, Angelet y ellos saben a ciencia cierta que desde ese glorioso día, sus vidas quedaron enlazadas para siempre unidas por lazos eternos de amor, comprensión y respeto mutuo. Valores que se dicen muy fácilmente pero que pocas, muy pocas parejas suelen lograr, es tan difícil como toparnos un día con un unicornio en nuestros caminos.
Yolanda de la Colina Flores
9 de noviembre del 2011
1 comentario:
Qué lindo escribís. Te felicito.
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