Como su nombre lo dice,
esta nena es caprichosa,
ella es mimada y exige,
como buena melindrosa.
Ella no habla murmura,
para que todos atiendan,
todos corren con premura,
y sus caprichos no enmiendan.
Quiere que nieve en verano,
tener sombra en el desierto,
volar sin tener dos alas,
y comer sin engordar.
Mientras piensa en sus caprichos,
se baña con leche y miel,
con perfumes de mil rosas,
y burbujas del vergel.
Su madre que es muy lista,
le ha dicho con tierno afán:
“Esto se te ha de acabar,
cuando te cambie la edad”.
“Habrás de sentar cabeza,
y olvidarte de remilgos,
porque un reino haz de cuidar,
y tendrás que madurar”.
La nena sabe que es cierto,
que todo terminará,
que no tendrá más caprichos,
y ese fecha ha de llegar.
Y le agradece a su madre,
que le hable de esa manera,
tendrá que ser muy despierta,
si quiere muy bien reinar.
La reina es sabia y ha dicho:
“Señores entiendan bien,
a las nenas y a los charcos,
no hay que andarles con rodeos”.
“Mientras chica siga siendo,
mi princesa caprichosa,
dejad que siga pidiendo,
arándanos en enero”.
Yolanda de la Colina Flores
27 de noviembre del 2011
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