Capítulo 5
Buscando voluntarias
Rosalinde se despertó como había indicado a su subconsciente, al alba, tomó
una ducha caliente y reparadora, se vistió rápidamente y de puntitas salió de
la casa para no despertar a Madame Fleur Impériale Zinnia, ella ya lo había dicho todo y no deseaba despertarle de ese sueño en el que contra su voluntad
se encontraba y al que tanto costaba disipar.
¿Por dónde
empezar?, tomó entre sus manos su pequeña brújula y ubicando más o menos las
casas de sus amigas se fue orientando hacia ellas, la primera en visitar sería
sin duda alguna su querida amiga Le Fleur Marguerite, encontró su casa y después de no pocos esfuerzos pudo entrar, toda la familia dormitaba al igual que su amiga, ¿como haría para despertarla? De pronto algo dentro de su corazón le indicó que debía cantarle muy quedo al
oído, estaba acostumbrada a sus cantos y ella debía hacer que su voz llegara al
corazón de su amiga… recordó sus clases de canto y solfeo y de cuando su
maestra le enseñó la canción provenzal, esa composición hecha de uno o más
grupos de doce versos octosílabos repartidos cada uno en tres bloques de
cuatro, por lo general una cuarteta entre dos redondillas que tienen la misma
rima, o bien dos cuartetas que encierran a una redondilla, igualmente las
cuartetas con la misma rima, siempre consonante o con el esquema modificado
pero siempre manteniendo el que las rimas de primera estrofa y última sean las
mismas. El origen del hermoso rondó francés. ¡Y dio en el clavo! En cuanto los
versos iban fluyendo de su boca su amiga lentamente despertaba:
Señora, cuando
pasáis
me miráis tan
raramente
que en un año
solamente
de diez veces
no cruzáis.
Pero, sabed,
soy dichoso
porque de diez
hago mil
de suerte que
generoso
es vuestro
mirar gentil.
Señora, cuando
pasáis
me alegráis
completamente,
no por veros
nuevamente…
¡sino porque
me miráis…! (1)
Y sí, su amiga
le miraba, totalmente anonadada, ¿que hacia Rosalinde en su casa, porque le cantaba al oído y sobre todo, porqué osaba
despertarla en pleno invierno? Rosalinde poco
a poco disipó sus dudas y le indicó por el trance que ahora pasaban, Marguerite sin dudarlo se aunó a la lucha y le acompañó a ir despertando una
a una a sus amigas las flores del jardín, así poco a poco el grupo iba
creciendo y el soliloquio musical que de inicio fue para Marguerite ahora era cantado a coro para cada una de las bellas durmientes
que poco a poco emergían de su letargo. Lentamente el grupo iba creciendo y
ninguna de ellas se negó a participar en lo que sabían sería una ardua tarea,
eran férreas y valientes, estaban casi completas ya formaban parte de él casi
todas las flores que ahí estaban, Le Fleurs de Rommier, Route Champs Doré,
Coqueticot d’Or, Pivoine, Pavot Sucke Miel, Bugamville, Ceillet, Ancolie, Herbe
Rouge, Lilly Papillon, Fuchsia Fenomenal, Iris, Boucle d’Orelle, Tou Jours en
Vie, Centauria Cyannus, Pulchérrima, Syringa, Mimulus, Iris Ilatien, Bonet blue, Iris Versicolore, y por último se había integrado también Racine de Sucre a quien le había costado más salir de su ensueño, quizás porque
en su profesión tenía que desvelarse constantemente. Al parecer estaban todas, no, todas no, faltaba una y la
necesitaban, así que se enfilaron a la casa de la familia Rose du Roi, si había funcionado con las demás tal vez pudieran despertar a
la durmiente Le Fleur Rose Rouge.
Cuando
llegaron el espectáculo casi desmorona sus corazones Le Fleur Rose Rouge al igual que su familia eran casi completamente imperceptibles, y
dormitaban profundamente, Le Fleur Racine de Sucre le dijo a Rosalinde, -mucho me
temo que a ella no podrán despertarla tan fácilmente como han hecho con
nosotros, de acuerdo a lo que me dijo Madame Le
Fleur Impériale Zinnia ella tiene algo especial
que no poseemos nosotras y que el falso invierno no quiere que poseamos, por
ello la ha sumido en esta especie de coma desvanecedor. Sin embargo nada
perdemos con intentarlo-, entonces empezaron a cantar la ya consabida tonada
tipo rondó francés, pero nada, no acontecía nada, lo intentaron varias veces
con nuevas armonías y tonadas pero no hubo ni un solo cambio; Rosalinde no sabía que hacer, de pronto Le Fleur Route Champs Doré le comentó, -yo pertenecí a una coral por largo tiempo en una
lejana ciudad y por lo que mi experiencia me dice creo que se necesita una
composición hecha específicamente para su especie.- En otra época quizás Rosalinde se habría molestado de que dicha idea no se le hubiese ocurrido a
ella misma, pero su orgullo genético poco a poco iba cambiando, con una amplia
sonrisa, recibió la sugerencia y después de preguntar si todas conocían el
rondó que pensaba calzaba al dedillo, todas se dispusieron a cantar:
Señora mía,
preclara
rosa de mi
corazón,
si de amaros
yo dejara
muriera sin
remisión.
De vos me
viene la vida
y el gozo que
dentro siento,
vos sois el
encantamiento
que mi alma
tiene prendida.
Si un día Dios
me dejara
exento de la
pasión,
¡entonces yo
me arrancara
de este pecho
el corazón! (2)
Según iba
avanzando la melodía la familia Rose du Roi
iba volviéndose cada vez más nítida y aunque estaban desfallecidas y un poco
afónicas, todas las flores del jardín no pararon de cantar hasta que estaban
completamente visibles y palpables, pero… ¡no despertaban!!!!!!
Rosalinde se fue acercando cada vez más a Le Fleur Rose Rouge, para cantarle al oído, sabía que era peligroso porque la bella
flor poseía unas espinas largas y punzantes, como al aproximarse esta empezó a
estirar sus extremidades, Rosalinde avanzó aún
más y una espina sin remedio le tocó el corazón, sintió su entrada como un
buril prismático y puntiagudo, abriendo y haciendo líneas profundas en un
metal, un grito sofocado por su estoicismo salió de su garganta, la aclaró y
aún más próxima cantó susurrando al oído de Le Rose Rouge la segunda estrofa, con un tono súper agudo en una nota que nunca
había alcanzando en su vida cantora. ¡Por fin Le Fleur Rose Rouge despertó!
Sin saber todo
lo que había pasado a su alrededor Le Fleur Rose Rouge con una amplia sonrisa saludó a todas y dirigiéndose a Rosalinde le dijo, –Tu debes ser le petit guerrier, según mis padres mi arrière-arrière grand-mère hablaba de ti y te tengo preparado un presente que ella te dejó y
que todos resguardamos con mucho cuidado.-
Caminando
lentamente se dirigió hacia un gran armario de veinte puertas las cuales fue
abriendo poco a poco, y de esa forma se fueron desvelando un sinfín de armas
elaboradas con espinas de rosa. Rose Rouge le
entregó a Rosalinde una que tenía una
empuñadura de oro y sonriendo le dijo -Sirven para romper el más portentoso y
duro hielo que puedas imaginar.-
-Muy bien chicas-, dijo a su vez Rosalinde -ahora comprendo porque el falso invierno les mantenía
inaccesibles para nosotros, gracias a Dios no se ha salido con la suya-. Ahora
debemos organizarnos para despertar al unísono a dos importantes seres, que por
lo que sabemos gracias a Madame Fleur Impériale Zinnia dicha acción requiere de todo un protocolo especial, busquemos un
lugar donde podamos conversar y mediante la ayuda de todas podamos diseñar la
mejor estrategia. Esto aunque Rosalinde no lo
decía, le costaba mucho trabajo, durante toda su vida estaba acostumbrada a no
depender de nadie y actuar por si misma y no aceptaba sugerencias sobre nada,
por más sutiles que éstas fueran sobre todo en cuestiones referentes a la
música.
Todas se
reunieron en la casa de Rosalinde a la cual se
podía entrar con comodidad debido a la carpa que había montado sobre su
entrada, una vez encendida la chimenea y caldeado el ambiente, todas se despojaron de las extrañas
vestimentas de invierno que cubrían por completo su condición de flores.
Rosalinde empezó – muy bien chicas, sé que no debe ser cómodo para ustedes
que una extraña como yo organice de alguna manera las acciones a seguir, pero
por lo que parece es un hecho provocado en parte por uno de mis antepasados y
ahora de una forma u otra debo hacer mi mejor esfuerzo para enmendar este
entuerto, sin embargo esta empresa no la puedo llevar a cabo sola, por lo cual
necesito su ayuda, como ya sabéis tenemos que organizarnos primero para hacer
una gran representación a las faldas de la montaña y posteriormente para
organizar la forma en que combatiremos el falso invierno.-
No te preocupes Rosalinde- continuó Marguerite –cierto es
que necesitas de nosotras para realizar ambas tareas, pero también nosotras
necesitamos de ti, todas, cada una de nosotras poseemos aptitudes que nos
ayudarán a completar la tarea, pero sin las aptitudes que tú tienes
difícilmente podríamos llevarlas a cabo. Ambas sonrieron y chocando las palmas
de las manos dijeron la frase que les calzaba perfecto, -¡manos a la obra!-.
(1) Luis Stoïque, Cuando pasáis
(2) Luis Stoïque, Si dejara de amaros
Yolanda de la
Colina Flores
Primavera del 2013
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