Su nombre pudiera ser
un
trabalenguas tal vez,
pues
son faeries a la vez,
y
ellas son fairies también.
Viven en bosques y arroyos
en
cuevas muy pequeñitas,
en
nidos elaborados
en
huecos de troncos viejos.
Directamente
intervienen,
en
la vida de las flores,
ellas
esparcen el polen,
cual
pétalos de colores.
Adoran
todas las flores,
alabando
sus olores,
se
embadurnan con su aroma
y
aman su color y forma.
Viven en un universo
con
el nuestro en paralelo,
ellas
jamás envejecen
aunque
vivan un milenio.
Como su nombre lo
indica
manejan
bien a su antojo,
los
elementos del aire
con
los que arman tremolinas.
Son haditas princesitas
de
cabellos irisados,
su
piel que translúcida es,
ellas
transforman también.
Pues
ellas pueden cambiar,
todo
el color de su piel,
camufladas
en su entorno
y
así no las puedas ver.
Visten con velos y gasas
o
con suaves muselinas,
las
cuales danzan con ellas
al
son que dan sus ventiscas.
Si tú quieres detectarlas
es
muy fácil ya verás,
solo
tendrás que afinar
tu
nariz al olfatear.
Pues a su paso ellas dejan
un
hermoso olor a flores,
principalmente
de rosas
que
es su flor más preferida.
Su perfume deja un rastro
y
persiste varias horas,
mantén
el olfato atento
o
llegarás a deshoras.
La
música también aman,
y
les encanta cantar,
los
celtas dicen que una reina,
bien
las suele gobernar.
Para ellos Maeve es su
reina
más
William Shakespeare reniega,
para
él ella es Titania
y Oberon jamás lo niega.
Si
quieres que de ello hablemos,
la
historia te cuento aquí,
Fylgiar,
Sylph y Aglaiocercus,
se
presentan ante tí.
Tal vez sus nombres resulten
muy
extraños es verdad,
pero
en su idioma élfico
son
fáciles ya verás.
Y aquí me viene a la mente,
un
dicho que dice así:
“Si
algo nos resulta raro,
es
tiempo de investigar”.
Yolanda de la Colina Flores
21
de marzo del 2013
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