Capítulo 9
En los albores
de abril
Les sorches se dirigieron al centro del jardín y ahí bajaron de sus corceles
y dándoles palmaditas y uno que otro beso en la mejilla, pues no todas tenían
la misma afección por los insectos, les dejaron partir, estos remontaron el
vuelo dispuestos a despertar a todos sus congéneres.
Les flores
guerreras reían complacidas, habían derrotado al falso invierno y aunque la
primavera no había entrado en su justo momento, habían cumplido su cometido pues
estaban en los albores de abril, ese mes tan esperado para ellas donde todos
los jardines del mundo se vestían de fiesta y colorido.
Poco a poco el
agua empezó a bajar de las montañas e iba refrescando todo, en breve habrían
nuevos retoños y todo se iría cubriendo de una gama indescifrable de tonos
verdes. Millones de nuevas vidas repoblarían el lugar, otras flores nacerían,
vistiendo el mundo con un abanico de miríadas de sólidos colores o en bella
combinación de matices.
Les valerosas sorches caminaban entre los prados del jardín y no perdían la ocasión de
saltar en cualquier charco que encontraban a su paso y en algunos lagos o
lagunas algunas de ellas aprovecharon para darse unos largos o practicar alguna
que otra brazada de natación. Sus pétalos y follaje iba poco a poco perdiendo
las raspaduras y arañazos que les habían producidos los trozos de hielo, la
savia bullía dentro de ellas y todas se tendían por ratos sobre el césped para
tomar unos deliciosos baños de sol para recuperar su natural botánico bronceado
de clorofila.
Estaban
felices y cantaban aquellas canciones de antaño que cantaban sobre sus cunas,
sus madres, abuelas o tías. Improvisaban coros que en una especie de coplas
donde se decían y
respondían graciosas situaciones. También de forma natural se pusieron a danzar
según les emanara de sus cuerpos una melodía y se les podía ver de repente
improvisando un dulce y delicado ballet, un
simpático foxtrot o una rumba, salsa o tango
cargados de pasión desesperada.
Reían y sus
voces llenaban todo el jardín y con sus vocablos lentamente éste volvía a
renacer.
Yolanda de la
Colina Flores
Primavera del 2013
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