Hada princesa y sílfide
de
apariencia semi humana,
con
lenguaje inconfundible
de
procedencia élfica.
Con sus alas transparentes
cual
frágil y tierna libélula,
con
tonos iridiscentes
que
van de la menta al malva.
Aunque
portan bellas alas
levitan
innatamente,
las
alas solo las usan
para
tomar buen impulso.
Con
sus largas cabelleras,
verdes,
azul o violetas,
se
deslizan sobre el hielo,
en
un fantástico vuelo.
La
tierra no han de pisar
la
rozan al patinar,
y
platican entre ellas
con
lenguaje musical.
Son
visibles o invisibles
según
les venga de antojo,
suelen
ser muy amigables
y
nunca tienen enojo.
Pueden
construir sus nidos
en
laderas de montañas,
o
tallando las cortezas
de
sus árboles amigos.
Para
tener descendencia
ponen
perlíferos huevos,
como
unas aves pequeñas
las
empollan con esmero.
Luego
convocan a coro
los
elementos del aire,
los
cuales cual un ciclón
dan
al huevo protección.
Mezclan
metano y argón,
hidrógeno,
neón y xenón,
pizcas
de óxido nitroso
y
buenas dosis de oxígeno.
Con
dióxido de carbono
nitrógeno,
helio y criptón,
manejan
vientos y cielos
y
completan la cuestión.
Y
así con una eclosión
nacen
estas bellas hadas,
y
traen al viento emoción
que
se envuelve entre sus risas.
Y
aquí me aparece al punto
otro
dicho de mi abuela:
“Que
los vientos y ventiscas,
a
veces crean sonrisas”.
Yolanda
de la Colina Flores
22
de marzo del 2013
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