Capítulo 8
La batalla
contra el hielo
Cuando
llegaron al sitio dispuesto, una gran avalancha se desprendió de las montañas e
intentó sepultarlas sin éxito, ellas montadas en sus singulares corceles la
habían eludido, el falso invierno mandó entonces una serie de aludes que se
desgajaban por todos lados, de igual manera las flores guerreras las esquivaron
de nuevo. Intentó ahora detenerlas con ventiscas y borrascas que pretendían sin
éxito derribarlas de sus monturas, después volvió en su afán con una espesa
lluvia, que más tarde se convirtió en un tupido granizo, cuyos níveos
perdigones se iban volviendo cada vez más grandes, les sorches las desintegraban con sus afiladas espinas de rosal, algunas de
ellas habían transformado sus bracitos en largos látigos con los cuales podían
resquebrajar uno que otro de esos gélidos pedruscos, la batalla contra el
granizo duró horas, hasta que les sorches
lograron reducirlo a simples copos de nieve.
De repente
empezaron a escuchar como un gran estruendo, como un fiero y poderoso rugido,
como si las mismas montañas se estuviesen partiendo en varios fragmentos y en
cierta forma algo de eso ocurría, las montañas y parte de los suelos se
transformaban ahora en un ejército de puntiagudos filosos y cortantes trozos de
hielo férreos y prácticamente indestructibles los cuales ahora se enfrentaban
con ellas en una lucha cuerpo a cuerpo. Ellas con gran destreza y agilidad
lograban destruirlos asestándoles duros golpes con las espinas de rosal, pero
eran tantos y parecían además reproducirse con una rapidez inusitada que les
sorches no se daban a vasto.
Rosalinde no dejaba de mirar al cielo y su reloj biológico le indicaba que
muy pronto arribaría el medio día. La mayoría de les sorches estaban totalmente agotadas y a cada minuto que pasaba iban
desfalleciendo, parecía que sus movimientos empezaban a alentarse como si
fuesen en cámara lenta o de efecto retardado. Madame Le Fleur Impériale
Zinnia se acercó velozmente a Rosalinde y le gritó
–¡Rápido, Minette Rosalinde Le Fluer Duchesse d'Orléans, busca dentro de ti, ahí hallarás la respuesta para derrotar a ese méchant del falso invierno! ¡estamos empezando a petrificarnos y si no haces algo muy pronto empezaremos a desvanecernos!-
–¡Rápido, Minette Rosalinde Le Fluer Duchesse d'Orléans, busca dentro de ti, ahí hallarás la respuesta para derrotar a ese méchant del falso invierno! ¡estamos empezando a petrificarnos y si no haces algo muy pronto empezaremos a desvanecernos!-
Rosalinde, no lograba concentrarse, por más que se ensimismaba y tratando
de encontrar la respuesta, vio como la pequeña Fleur de Rommier se quedaba estática y no pudo soportarlo, con lágrimas en los
ojos y en una forma inusitada se abalanzó sobre el gran trozo de hielo contra
el que la pequeña luchaba y cerrando los ojos sin pensarlo dijo, -¡Ven a mí,
habla por mí, que no sea yo quien hable aquí, sino tu grandiosa voz, oh gran
creador!- y de inmediato de su pequeña boca, empezó a emerger un canto
armonioso, en uno de los tonos más
excelsos que cualquier cantante de ópera envidiaría, tan agudo que el trozo de
hielo se desintegró de inmediato, convirtiéndose en un montón de trozos hasta
quedar reducido en simple escarcha, la cual poco a poco se volvió agua, Le
Fleur de Rommier de inmediato adquirió nueva vida
y en otro tono más bajo se unió al canto de Rosalinde, paulatinamente todas les sorches se fueron uniendo a ella y sus voces se sumaban a su canto, el
cual iba aumentando en creccendo con un ritmo
parsimoniosamente militar, al tiempo que todo el hielo se derruía
desmoronándose hasta convertirse en límpida y fresca agua clara, la cual se fue
transformando en ríos, riachuelos y cascadas, el sol por fin había despertado y
eran las doce del medio día en punto.
Yolanda de la
Colina Flores
Primavera del 2013
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