Una
historia triste me leí
y
sus hojas de llanto anegué,
luego
pronto a ello me negué
y mi
llanto torné por reír.
El
relato por fin terminó
y
mi lloro por el resbaló,
todo
escrito en él se borró
remolinos
la letra engulló.
El
recuerdo lo tengo presente
pero
sólo como algo patente,
que
la vida se vuelve inclemente
si
entregamos el alma y la mente.
Hoy
yo leo y escribo mi historia
sobre
libros de herencia de gloria,
mi
pasado alienta mi memoria
a
sembrar mil historias de euforia.
Yolanda
de la Colina Flores
7
de junio del 2016
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