jueves, 1 de diciembre de 2011

PRINCESA COMILLA (Serie princesas de fábula de Lechermeier Ignoradas)


Esta menuda princesa,
ya no quiere ser comilla,
está aburrida de planas,
y los cuadernos de rayas.

Tal vez sería mejor ser un signo,
¿quizás de interrogación,
y desvelar las preguntas,
de una bella narración?.

Si de admiración éste fuese,
podría ser muy divertido,
¡vivir en admiración,
y una gran exclamación!.

O tener una gemela,
y hacer un par de comillas
angulares o latinas,
bailando danza española.

Como más usadas son,
esas “comillas inglesas”
desiste de una hermanilla
para adornar sobrenombres.

Podría también ser acento,
pero no en forma prosódica,
tendría que ser ortográfica,
para que todos la noten.

Jugaría con sus formas,
aguda, grave o cerrada,
más la forma circunfleja,
le parece un poco rara.

Y si fuese una cerilla,
de una engalanada Ç,
solo en unas pocas lenguas,
luciría de su colilla.

No le apetece ser guión,
mucho menos una raya,
pues no en todos los escritos,
se utilizan estos signos.
 
Le parece interesante,
apóstrofe parecer,
pero solo ahí estaría,
en lugar de una vocal.

La letra g le divierte,
pues se asemeja un gatito,
y si una diéresis fuera,
con él jugaría al “güe, güi”.

Claustrofobia a ella le causan,
paréntesis o corchetes,
pues ellos algunas veces,
la han encerrado por meses.

Las barras o diagonales,
parecían interesantes,
pero cuando sube en ellos,
siempre acaba resbalando.

Soñó que era una gran llave,
y su forma le encantaba,
pero las simples sinopsis,
a ella nada le agradan.

Quiso ser un asterisco,
pues parecía una estrella,
pero era muy pequeñita,
y nadie solía verla.

Después se fue con sus primos,
pues son muy buenos “puntachos”,
y emuló ser cada uno,
de esa banda de muchachos.

Primero fue punto y seguido,
la pausa se le hizo corta,
siguió con punto y aparte
y con puntos suspensivos.

Pero como era impreciso,
el tiempo de estar así,
se tornó en un par de puntos
y entonces se dijo ahí:

Para poner atención,
en lo que viene a seguir,
prefiero ser punto y coma,
para un buen tiempo abreviar.

Como esta situación,
vino a enfadarla a rabiar,
se despidió de sus primos,
y puso punto final.

Su madre que la vio triste,
sus lágrimas enjugó,
y con ternura y paciencia,
a la niña le explicó:

“El ser comilla es precioso,
sin ti no podrían leer,
pues tendrían que tragarse,
las palabras en tropel”.

“Así que piensa mi hijita,
que en el mundo de las letras,
eres tú quien eres reina,
de lo escrito comprender”.

La princesa ahora es feliz,
pues ella al fin entendió,
que en cualquier escrito o verso
“Menuda Comilla” es.

Yolanda de la Colina Flores
28 de noviembre del 2011

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