martes, 20 de septiembre de 2011

VIVO



Vivo en ti jugando a la dulzura desde el alba


como una nena en el recreo de tu sonrisa


saltando y bailando al verme en tu mirada


brincando por tus hombros, sonriendo enamorada. 





Vivo en  tus labios varoniles


que dicen travesuras al oído,


vivo en tus ojos que son rayos de sol


iluminando y guiando siempre mi camino.





Vivo en tus palabras que dicen poesías de amor,


y en tus corbatas anudadas en tu cuello,


en tus camisas entre las costuras y atrás de cada botón


o asomada en un ojal de tu puño masculino.





Vivo en tu pecho que es mi refugio y mi guarida,


en tu voz y en tu vida hermosa y en tu manera natural de ser.


Incluso para ir contigo yo me agazapo en tus bolsillos,


y entre las telas del pantalón yo me deslizo hilando sueños.





Vivo en tus manos que me salvaron cuando


mi barco naufragó momento difícil y de zozobra,


en tu piel que me ha convertido en una adicta,


y en tus besos que son para mí como lluvia en el desierto.





Y porque así vivo y vivo solo para ti,


sigo danzando y dando ¡vivas a la vida¡


Porque vivir en ti me infunde aliento y al hacerlo


nuevas ganas de vivir así, nacen en mí para siempre.





Para Toni de Yoli





Yolanda de la Colina Flores





5 de mayo del 2007


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domingo, 18 de septiembre de 2011

NUESTRAS SOMBRAS



Para mi querido esposo

Mi sombra se ha prendado de tu sombra

y he buscado crear un sortilegio,

porque ella se escapa de mi cuerpo

y me manda a vagar sin su reflejo.



He intentado prenderla a mis pisadas,

hilvanando sus plantas a las mías,

mas la loca deshace mis puntadas,

y se escapa veloz a donde moras.



Y en secreto se encuentra con tu sombra,

en los muros, pilares y ventanas,

juntas buscan la luz y el sol radiante,

y destellos que propicien sus encuentros.



Al ocaso van creando sus caminos,

anhelando de la luna su cenit

y se lanzan incluso entre la gente,

a yacer reflejadas por los calles.



Nuestras sombras están enamoradas

y se anhelan cual nóveles amantes

y son ellas las que un su loco afán de amarse,

nos arrastran a encontrarnos por las tardes.





Yolanda de la Colina Flores


18 de septiembre del 2011
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sábado, 17 de septiembre de 2011

TE INUNDARÁS DE MÍ




Parafraseando a B.B.

Al crepúsculo, irrumpirás en mi vida
y, cual viento candente cubierto de llamas,
te posarás aquí sobre mi piel,
yaciendo febril en anhelos... y te inundarás de mí.

A la hora que Selene atrapa el cenit
existiré para ti en tu corpórea materia,
percibirás de mi una fresca fragancia
arropándote, cubriéndote... y te inundarás de mí.

Advertirás sobre el cuerpo y tu nudo torso,
algo extraño que fluye de mi y te cubre completo,
una lluvia que ha estado en resguardo por ti
acurrucada en mi yo y con ella... te inundarás de mí.

Llegará hacia ti como lluvia de estío,
inesperada y refrescante en tu cuerpo impetuoso,
calmaré lentamente tus ansias y arrojos
y entonces… sin prisas... te inundarás de mí.

Yolanda de la Colina Flores
Para Toni
12 de marzo del 2007

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jueves, 15 de septiembre de 2011

COMO UNA PEQUEÑA ROSA



A Lupita Amaro en recuerdo a su madre.

Como una pequeña rosa,
ella llegó al mundo un día,
y poco a poco crecía,
sabiendo que al fin se iría.

Un príncipe la hechizó,
y la llevó a otro jardín,
donde ella ahora es feliz
y en sus vástagos retoña.

Mas nunca olvida y recuerda,
que fue engendrada por alguien,
por esa Rosa que es  reina
y también su madre eterna.

Yolanda de la Colina Flores

 14 de septiembre del 2011

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DESDÉN




Parafraseando a Susan March


Después de todo, tú no me haces falta.
Al fin, ¿quién eres tú?, besos y mimos,
sustento y refrigerio cada día,
puñado de alimento solamente.

Si he de partir después que me has amado
¿mi ausencia te será más llevadera?
¿Qué haré yaciendo sin tus dulces besos
mi abdomen y mi lomo sin tus mimos ?

¿Podrás seguir pensando pensamientos?
¿Habrás de darme más de siete vidas?
¡Eso tan poco!
Nada me importa que me alientes
si algún día he de dejar de ser.
Hoy soy el fuerte.

Mañana jugarás tal vez con otro
Pero hoy yo estoy aquí, debes quererme.
Si puedo ser el rey de los felinos,
no me tendrás jamás ¡No me haces falta!

Y así yo voy guardando tus caricias,
Jamás, jamás sabrás que yo te adoro.
Y así cuando me vaya no tendrás duelo.
¡Y yo renaceré, en las margaritas!


Yolanda de la Colina Flores

14 de septiembre del 2011

lunes, 12 de septiembre de 2011

TÚ ME VISTES




Con lienzos de colores tú me vistes,

cual trémula rosa en un vaivén.

Un día son blancos mis ropajes

y al alba se tornan en violáceos.



Y paso por lila y lapislázuli,

después el esmeralda me reviste,

me envuelvo en sedas de granate

y en velos alados de topacio.



Y tú vas tejiendo en tus telares,

los pétalos que crean mis vestimentas,

e incrustas en cada entretejido,

mil joyas de amor y sus matices.   



Yo guardo en mi alma mis ropajes,

de lino, brocados y organdíes,

y luzco entre ensueños los encajes,

que tú vas tejiendo entre caricias.



Y puedo elegir entre shantugs,

chifones, tafetas o crepés,

para cubrirme día con día,

con telas hiladas con pasión.



Y sé que tú me sueles arropar,

en tu mirada amable y complaciente,

con místicos ajuares de leyenda,

con prendas de zafiros y de perlas.



Pero yo espero siempre el gran momento,

en que tomas mi cuerpo y me deshojas,

y el pudor entre pétalos resbala,

para sólo ataviarme con tus besos. 




Yolanda de la Colina Flores

17 de agosto del 2011


























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domingo, 11 de septiembre de 2011

PECADO VERANIEGO



La joven dama, se arregla para una sesión de footing. Blancos son sus ropajes, como una nueva página donde escribir los próximos días de su vida; se siente renovada, con nuevos ímpetus de vivir, de gozar y disfrutar; ella trata bien a su cuerpo y él también a ella no dándole problemas físicos, por supuesto; la imagen que le devuelve día con día al mirarse al espejo la deja gratamente reconfortada.

La joven dama, como todos los días, ejecuta su rutina aeróbica en su parque habitual. Después de un rato, empieza a sentir el baño que el incipiente sol mañanero, saliendo de entre las nubes, le prodiga. Varias vueltas después, se encuentra agotada, deshidratada y desfallecida. Entonces, un cúmulo de colores, el olor de tantos y dulces sabores llegan a ella… guayaba, tamarindo, guanábana, grosella, fresa, limón, piña colada, anís, menta y rompope entre muchísimas más; traen a su mente una imagen de antaño, de niñez, de adolescencia y de dulces momentos. Intenta volver sobre lo andado, pero no lo consigue, pues la gente a su alrededor con gran algarabía solicita con impaciencia a los vianderos, unos deliciosos bocados de frescor, animándola más y más a acercarse, en lugar de continuar ejercitándose.


La joven dama, está ensimismada y cuando se ha dado cuenta ya está saboreando un rico pecado, al parecer el sabor no es el mismo que recordaba, ¿le traicionan sus recuerdos o su conciencia? Elimina de inmediato los pensamientos y los sacude de su cabeza, ¡No, ya no saben igual que antes!

La joven dama, caminando lentamente va arribando a su hogar, mientras en su mente se va repitiendo la misma canción, -No saben igual que antes- Una vez que se ha convencido de ello, por supuesto que no puede terminarlo y la mitad la ofrece a su hijo, quien acepta el pecado congelado con mucho gusto. Ella, que para entonces ya está súper convencida de que el sabor es un poco insulso, le agrega por cuenta propia un ingrediente aún más pecaminoso, el dulce sirope blancuzco de la leche condensada que ya se desliza entre los fragmentos del hielo. No obstante, mortificada, lo abandona y cede el resto.

La joven dama, ha renunciado al pecado, pero…. Ahhhhhhh, ¿la conciencia …?, ¿el metabolismo que ha cambiado…?, ¿la contaminación…?, hummmmmmm…

La joven dama, sufre, el pecado empieza a hacer su labor, ahora son retortijones que le atosigan. La lectura y los masajes no logran paliar su dolor, finalmente recuperada, hace la promesa consabida para mandar muy lejos un pecado: “Prometo solemnemente no volver a hacerlo o por lo menos, alejarlo durante un tiempo.”

La joven dama, por fin recuperada, vuelve a su paseo matinal que le mantiene en forma. De cerca ve las margaritas que parecen asoladas por el sol, igual que ella, y pensando pensamientos, se le ocurre que tal vez un día las invite a deleitarse con un magnífico raspado, granizado, tan popular en sus lares. Bien les vendría a las aquejadas flores un poco de hielo ya convertido en líquido, deslizarse por sus raíces y tallos; y el dulzor al mezclarse con su savia tal vez atrajera mas abejas. “Buen punto”, se dijo ella, “pero nunca intentaría el darles diablillos —mango con pulpa de tamarindo, bañado con una escarcha de chamoy—, o vampiros —sirope rojizo creado de una mixtura de naranja, zanahoria y betabel, coronado con chile en polvo—, pues temo que estos pecadillos veraniegos lleguen a alterar sus vestiduras”, determinó, pues a ella le gusta que sus amadas flores vistan blancos ropajes como los suyos.

Yolanda de la Colina Flores
10 de septiembre del 2011
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miércoles, 7 de septiembre de 2011

LAS NOCHES SIN TÍ




Así noche a noche te quiero, 
dormido entre besos y abrazos,
y se vuelve un paraíso, 
el tenerte aquí conmigo.

Así que beso tus labios 
para mi desconocidos,
y tu piel que yo imagino 
se va apoderando de mí.

Tu mirada me hipnotiza 
y me transporta entre brumas
llevándome en un suspiro,
hasta lugares ignotos.
 
Así las noches tan simples,
las transforman nuestras almas
en un viaje imaginario,
donde danzan nuestras cuerpos.

Nuestras pieles en la noche
quieren más, aún mas que ayer,
y aunque parezca imposible
ellas se entregan sin fin.

Mi cuerpo anhelo perenne
de tu piel aquí a mi lado.
Pero cuando abro mis ojos
veo que solo he soñado...

Y entonces vuelvo a soñar
a ver si el ritual reinicia.
Y logro recuperar 
del ensueño las delicias.

En mi sueños te aposentas
 saqueando mi cuerpo y mente
del arcón de mis virtudes
que he guardado para tí.

Me conviertes en tu amante
sin preámbulos de novia
sin ser aún desposada,
ni entregada para tí.
 
Y así cada noche a noche te llevas
un pedacito de mi,
y al alba todo regresa
y se me vuelve a integrar.
 
Pero una parte te quedas 
y es la que añoro más,
mi alma se va contigo, 
en estas noches sin tí.



A Toni


Yolanda de la Colina Flores
5 de junio del 2007

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martes, 6 de septiembre de 2011

ELOGIO DE FÁBULA




Si alguien te dice zorra queriendo lastimar,

mejor es que revise el atlas animal.

Los zorros son criaturas geniales en verdad,

astutos en las fábulas de Iriarte y de Samaniego,

y que digo de Esopo que lo hizo magistral.



Como son intuitivos ¡a ver quién les engaña!

Con una buena historia, ¡se quedan con tus uvas!

¡Traviesos como pocos, con gran agilidad!

Y una jauría precisas si quieres atraparles. 



Su piel es muy preciada, por damas de postín,

también por defensores de hermosos ejemplares.

Y son muy precavidos, porque aunque luzcan bellos,

a ellos no les gusta, que tu vistas sus cueros.





Sólo muy pocos de ellos conviven con humanos,

la experiencia les dicta el no confiar en ellos.

Son buenos analistas, buscan la soledad,

para observar de lejos, si en ti pueden confiar.





Por eso cuando escuches,

que a alguien te cambia el nombre,

envidia el sobrenombre porque con ello lleva:

Adjetivo de astucia, también de precavida,

de belleza sinuosa y traviesa mesura.





Y deben de cuidar, tirar de tus narices,

pues puedes molestarte y aunque te causen pena,

con guante has de dejarles

¡Tremenda moraleja¡





Yolanda de la Colina Flores

5 de septiembre del 2011
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lunes, 5 de septiembre de 2011

LA INÚTIL CANDELARIA.




Existen ciertas historias que a veces parecen de ficción, pero puedo asegurarles que ésta es totalmente verídica y a la vez totalmente fuera de la realidad cotidiana.

Imaginen una casa de una familia de clase media, donde moran un padre una madre y cuatro pequeños vástagos de esta pareja, la madre acostumbrada a realizar actividades fuera de su hogar, que alimentaban su espíritu y le dotaban de conocimientos para ser una mejor ama de casa, pero que al mismo  tiempo irónicamente le mantenían fuera de ella, el padre proveedor incansable del sustento diario, ocupado en su profesión que le absorbía casi todo su tiempo.

Dicha situación planteaba a los padres tener una serie de ayudantes externos para que el hogar funcionase de una manera aconsejablemente normal.

Se contrató primero a la vieja Sebastiana que se encargaba de las labores de limpieza y la cocina, como ésta por su edad no podía controlar todos los demás aspectos de la morada, casi al unísono se contrató también a su hija Candelaria, quien además de encargarse de cuidar que la ropa salida de la lavadora fuese colgada en el tendedero, plancharla y guardarla en sus respectivos armarios, cuidaba a los cuatro traviesos chiquillos, una vez que habían regresado del colegio y terminado la tarea que era la hora en que su madre se iba a sus múltiples clases multidisciplinarias.

Los niños vivarachos e inteligentes, al principio no repararon mucho en la presencia de  Candelaria quién no captó ni un ápice su atención, pero cuando esta empezó a gritarles y ordenarles cosas que ni siquiera sus padres exigían empezaron a verla como un ser raro e incomprensible.

El mayor de los cinco hermanos era un investigador nato y se entretenía armando y desarmando cuanto objeto mecánico o electrónico se atravesaba en su camino, comprendiendo y guardando en su memoria las complejas estructuras internas de dichos aparatos, leyendo libros de ingeniería y mecánica y temas referentes a inventos y descubrimientos científicos. 

El segundo era un experto cazador de insectos y se divertía cazándolos, disecándolos y seleccionándolos, tenía una colección interminable de ellos, sobre mesas y restiradores del estudio, cada uno con su etiqueta indicando su nombre científico, su taxonomía y filogenia. Por demás está decir que le fascinaba la literatura referente a todo el atlas del reino animal y sus orígenes.

La tercera era una niña dedicada a crear cuentos e historias de hadas y elfos con caballeros rescatando damiselas de las garras de dragones, orcos, duendes o seres malvados o maléficos, se entretenía también elaborando las más complejas vestimentas con las cuales revestía a su séquito de muñecos ya fueran femeninos o masculinos, creaba pequeños escenarios donde se desarrollaban todas las escenas de sus cuentos más preciados, ella gustaba de toda la literatura que alimentaba su mundo de caballería y seres fantásticos de leyenda.

El cuarto de ellos era un ser dulce y caritativo, y aunque aún era muy pequeñito en sus precoces balbuceos soñaba con personajes interplanetarios, que viajaban a mundos lejanos donde existían entes extraterrestres con toques de humanidad. Era sumamente generoso y no dudaba en deshacerse de cualquiera de sus infantiles posesiones con tal de ver felices a los demás, se encontraba en la fase primaria del aprendizaje del control de sus esfínteres, por lo que lógicamente había que cambiarle de ropa en múltiples ocasiones del día. Aún no aprendía a leer por lo que sus preferencias de lectura que más tarde desarrolló las dejaremos para otra ocasión.

Candelaria, sumida en sus labores de los trapos y vestidos familiares, se sentía seriamente incomodada por la distracción que en sus labores representaba el tener que estar cambiando de ropajes al benjamín de la familia.

Su carácter agrio de por si, se fue avinagrando aún más, la lavadora le causaba fuertes dolores de cabeza con sus ciclos complicados de aprender por su diminuta cabeza, la plancha le hacía rabiar cuando se percataba que no podía controlar a su antojo sus diversas temperaturas, ella deseaba que ésta supiera, porque así lo quería ella, que era lo mismo planchar una seda que un algodón, eso sin contar los múltiples estragos que hacía al querer controlar las salidas de vapor y chorros de agua para borrar las arrugas.

También le molestaba tener que guardar la ropa en los armarios, no deseaba entender cuales ropajes correspondían a cada uno de los habitantes de esa casa, no entendía porque la señora y el señor, tenían asignadas perchas y cajones donde se guardaba cada prenda y menos aún que los chiquillos tuvieran cada uno un tipo diferente de ropa.

¿Por qué diablos no podía guardarlos donde le apeteciera y que sus dueños se encargaran de buscarlas cuando así lo requirieran? ¿por qué usaban diversos tipos de ropa según la estación? ¿porqué cambiaban de indumentaria cuando iban a talo cual lugar? ¿Por qué?, ¿Por qué?, ¿Por qué?. 

Todo el día se la pasaba quejándose de sus labores con su madre, tampoco le gustaba la forma tan rara que tenían de jugar los niños de la casa, ¿Porqué no saltaban la cuerda?, ¿o jugaban a las escondidas?, ¿o encantados?, ¿o a la casita?, ¿o al ta,te,ti?, ¿Por qué?,  ¿Por qué?, ¿Por qué? 

Un día Candelaria se levanto con más mal talante que el de costumbre, se dispuso a meter una de las dos cargas de ropa que tenía que lavar, dentro de la lavadora, tan absorta estaba en rumiar sus quejas que no se percató que en lugar de emplear el detergente apropiado para tal menester,  tomó del estante una botella de shampoo para el pelo.

Con rabia vació el contenido completo de la botella, porque a ella le parecía que la ropa estaba muy sucia, agregó el suavizante, cerró la puerta, seleccionó el programa para ropa “muy sucia” y pulsó el botón del “start”, tomó una novela de vaqueros y se dispuso a leerla.

Mientras observaba a los niños jugando en el patio, unos ruidos extraños la apartaron de la escena pasional del pasquín que leía, al voltear la cabeza vio que la lavadora se mecía en un bailoteo extraño echando espuma por todos lados, al mismo tiempo el pequeño de la casa llegó corriendo, gritándole “pipi, pipi, pipi”, Candelaria no le hizo  el menor caso su preocupación era ahora detener el monstruo bailoteante que estaba a punto de explotar.


De inmediato la desconectó y después de un largo rato esperó para poder abrir la compuerta de acceso, como pudo y a toda prisa limpió todo el desaguisado y enjuagando la ropa a mano bajo un grifo y exprimiéndola se dedicó a tenderla sobre los lazos.

Para cuando reparó de nuevo en el chiquillo, éste sin remedio se había hecho pipi, esto la enfureció aún más y sin pensar en lo que decía, espetó al pequeñuelo,  -la próxima vez que te atrevas a no esperar a que termine mis labores, te colgaré en los lazos de la ropa, para que así tu también te seques, ¡faltaba más niño cochino!

Después de cambiarle la ropa se aprestó a  poner la segunda carga de ropa, ahora si se cercioró de que el detergente fuera el adecuado, pero no tomó en cuenta el programa a elegir, y sin pensar en ello metió todos los sweaters de lana en un ciclo de lavado con agua caliente y doble centrifugado.

Retomó su lectura, así se sucedió el tiempo hasta que la lavadora terminó el programa que se le había indicado. Convencida de que ahora sí había realizado bien su labor, abrió la puertecilla del aparato y cual va siendo su sorpresa al empezar a sacar de la misma más de una docena de minúsculas prendas, dignas vestimentas de punto para las muñecas de la niña.

Empezó por tirarse de los pelos y estaba a punto de echar espuma por la boca, cuando de nueva cuenta el pequeñín entró corriendo con la misma cantaleta, “pipi, pipi, pipi”, para sus adentros pensó, ¡diantre de chiquillo, se le tiene que antojar ahora, justo ahora!

Nuevamente le ignoró y buscaba sin remedio la manera más acertada de agrandar las prendas, tiró de ellas, las plancho con la máxima de temperatura y así jalando y planchando prendas.

Mientras tanto, sucedió lo que tenía que suceder, el niñito se acercó y tirándole de la falda le mostró lo que sin remedio había acontecido. Su locura ya era insana y sin pensarlo tomó al chicuelo y con una serie de pinzas lo colgó sin piedad en el tendedero.

Y ahí estaba el pequeño e inocente mozalbete, colgado de aquel lazo sin remedio, imaginando que unas criaturas de otra galaxia le habían secuestrado y sometido a tal situación.

Sus hermanos si se percataron de su ausencia y la búsqueda por los más recónditos lugares del hogar empezó, Candelaria seguía en sus inútiles intentos de salvar los trapos ahora ya por completo inservibles, ni siquiera las muñecas de la niña se hubieran prestado a ponérselas.

Después de un largo rato, sus hermanos le encontraron y todos se aprestaron de inmediato a la labor de rescate, tomaron sillas que les permitieran bajar a su hermanito sin dañarle y después de ello se sentaron a escuchar la historia de tal evento en los vocablos propios de su edad,

La vendeta estaba planteada y ellos se encargarían de vengarle, la observaron ensimismada en su inútil tarea y viendo que iba a oscurecer de inmediato vino una idea a sus cabecitas, miraron el foco del cuarto de planchado, y mirándose unos a otros con miradas cómplices sonrieron entre si.

El hermano mayor fue a buscar la caja de herramientas, mientras el segundo se fue a tocar el timbre de la puerta, a la niña le tocó el papel de emisaria,  Candelaria sin remedio tuvo que abandonar sus infructuosos e inútiles intentos de componer su error en múltiples ocasiones, la escena se repetía una y otra vez, la niña avisando que tocaban la puerta, ella yendo a ver que había nadie y cuando estaba a punto de regresar otra vez el ding dong, que repiqueteaba.

 Al mismo tiempo el hermano mayor hacia una serie de malabares en el interruptor de encendido de la luz de la habitación hasta donde hace unos momentos se encontraba Candelaria efectuando sus batalla, entre vapores del planchado y en lo que ahora era una madeja sin forma de trapos de punto echados a perder, una vez que estuvo todo listo, los timbrazos cesaron.

Ahora los cuatro chicuelos estaban mirando a través de la ventana a Candelaria al mismo tiempo que observaban los preliminares de  la puesta del sol.

Cuando la luz menguó, Candelaria se acercó a lo que le habían deparado sus pequeños verdugos, esta sin escape alguno se dispuso a encender la luz y cual va siendo su sorpresa cuando de la bombilla empezaron a salir rayos relampagueantes, sintió un pequeño chicotazo que le recorrió todo el cuerpo, cesó en un instante y luego todo quedó en la penumbra.

Descompuesta y alisando sus ropas se retiró a su aposento, al mirarse al espejo, dejó escapar un agudo chillido, los niños mayores sonreían tapando sus bocas, el pequeñín tenía una sonrisa de oreja a oreja. Como Candelaria ya no quiso más salir de su cuarto, el más grande de los hermanos arregló sin problemas el desperfecto eléctrico.

Cuando sus padres llegaron, todo parecía estar en la mayor normalidad, los pequeños se encontraban jugando a sus usuales actividades, pero Candelaria y Sebastiana no aparecían por ningún lado.

Al preguntar por ellas, el mayor de los cuatro se disponía a dar las explicaciones pertinentes, pero el benjamín de la familia le interrumpió, y con una sonrisa que aún no se había podido quitar, en frases infantiles narró a sus padres, como unos seres de otra galaxia se habían apoderado de Candelaria, como ella le había colgado en el lazo de tendido de la ropa, y como al final los mismos seres, la habían liberado entre rayos y truenos dejando en “Cande” un hermoso peinado.

 Los otros hermanos tradujeron a sus padres la verdad del relato de su hermano pequeño, éstos sin remedio tuvieron que despedirla y en su penosa salida su madre la acompañó por solidaridad.

Sebastiana como la vez anterior, fue la primera en salir y casi al unísono lo iba a hacer Candelaria si no fuera porque, las palabras que le dirigió el pequeño la dejaron por un momento paralizada, -bye, bye, inútil “Candelalia”- después salió para nunca más regresar.


Yolanda de la Colina Flores
4 de septiembre del 2011                                                
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TRANSMUTACIÓN



Tratar de copiar o emular a Kafka no tiene ningún mérito singular, primero porque no es algo que sólo se me haya antojado a mi,  y por tanto no es una idea original, sino que tal osadía es prácticamente imposible. 

Sin embargo este relato bien podría llamarse metamorfosis, si no fuera porque el título también lo ha reservado, a título personal muy merecido a nivel universal el mismo autor, por lo  cual ignorar ese hecho, casi podría convertir cualquier ensayo por más diversa que sea su estructura en un mal plagio. 

Por ello no me ha quedado más remedio que tener que usar un sinónimo, para referenciar un capítulo de mi historia, en dónde en forma verídica sentí sufrir una transmutación.

No voy a entrar en pormenores, baste saber que por designios del destino mi cuerpo había sido sometido a varias operaciones quirúrgicas y esta representaba la quinta ocasión, esta no podría ser más elaborada ya que mediante un bypass entre las vías biliares y el yuyeno, los galenos crearon un puente para una mejor salida a mi desenfrenada cantera personal, cuya producción sin medida de pedruscos había llegado a congestionar mis vía hepáticas.

No recuerdo como fue la intervención, pero mi cerebro debió registrar algo fuera de lo común, (posteriormente me enteré que la intervención había tenido una duración de siete horas y que había pasado cuatro horas más en sala de recuperación) porque sin causa aparente desperté de la anestesia con un genio de los mil perros.

 Por lo  anterior, las pequeñas enfermeras no se atrevían a revisar mis vendajes que bajo una serie de apósitos y esparadrapos resguardaba un enorme tajo que atravesaba mi torso en forma horizontal,  así que debido al temor que estas benditas tenían a recibir un gruñido o mutilación por mordedura de alguna falange, no cambiaron los vendajes por varios días; hasta que una valiente atrevida vislumbró una mancha de sangre ya seca en la superficie de los mismos. 

Fue así que empezaron a cambiarlos dos veces al día, el mal carácter había amainado y podían acercarse con bastante seguridad, pero el mal ya estaba hecho y la infección de dos puntos de sutura desencadenaría una sucesión  de eventos desafortunados, como un interminable efecto dominó, yo bajo un alud de tubos, sondas nasogástricas, recipientes y venoclísis enganchadas al cuerpo,  los vería desencadenarse sin poder detener su desenfrenada carrera.

Un variable que no puedo adjudicar a esa cadena de eventos es el hecho de que debido a una mala administración de los fondos administrados a la sanidad, esta se ha visto afectada por recortes aparente o razonablemente arbitrarios en todos los ámbitos de este renglón, por ende me enfrenté sin querer a la irremediable falta de personal, en todos los sectores hospitalarios así como medicamentos, camas de hospital, e inclusive pisos enteros totalmente clausurados.

Si las cosas no hubieran sucedido así, probablemente me habrían hecho permanecer ahí hasta que estuviera totalmente restablecida, pero el destino no se puede cambiar y ante la tremenda lista de espera de diversas personas para poder acceder a una operación quirúrgica y sus respectivas camas para la convalecencia estrictamente necesaria

Regresé a mi hogar, con la premisa de asistir al ambulatorio médico cercano a mi domicilio para que se efectuaran las curas, que yo no podía realizar por mí misma o con la valiosa ayuda de un familiar, las curas simples de dos veces por día si las realizaban entre mi amado esposo y mi querida cuñada.

A la semana de haber abandonado el hospital, me presenté a la primera cita de cura, los nomios no iban nada bien porque en la salita de espera me había parecido percibir unos gritos desgarradores, pero cerré mis sentidos a ello y continué leyendo el diario mientras esperaba mi turno, que fue inmediatamente después de la chica que gritaba como alma en pena, la cual salió cojeando, al parecer le habían efectuado una curación en el dedo gordo de un pié, con solo verla un escalofrío recorrió mi espalda, pero aún así me enfrenté a mi destino, acostumbrada a las diarias curas pacientes y amorosas de quienes me amaban, y acompañada de mi fiel amiga y cuñada, no tenía nada que temer.

La cosa no empezó nada bien ya que la adusta enfermera empezó por criticar la forma de realizar las curas en casa, que si habíamos usado demasiadas gasas, que si no debían ponerme tanta cinta adhesiva porque la piel se me arruinaría (después de lo que ella me hizo no sé aún como se atrevió a decir esto) que si era mejor usar gasas grandes que pequeñas, bla, bla, bla, bla,,,,,

Finalmente ella destapó completamente la herida y tomo una enorme jeringa la cual llenó de suero fisiológico, pero para nuestra consternación ella la  introdujo completamente dentro de la herida, me ahorro la descripción del dolor que esto producía.

Ahí con la jeringa dentro de mí,  ella empezó a vaciar suero y más suero hasta que el otro extremo de la herida que estaba empezando a cicatrizar se empezó a abrir y por ella empezó a salir el suero, cuando se percató retiró la jeringa y con unas grandiosas pinzas tomo una gasa y ambas fuero de nuevo a la parte interior de la herida con el fin de secarla, aquí no pude resistir más y un agónico quejido salió de mi interior y sin remedio algunas lágrimas surcaron mi rostro.

Al darse cuenta ella dijo: Si, si, a eso has venido aqui, ¿que esperabas?, mimos? Yo por supuesto no le respondí por educación. Cubrió la herida, de forma que entendiéramos que esa era la correcta forma de hacerlo y me dio cita para dos días más adelante, cuando mi cuñada que si podía hablar preguntó que cuanto tiempo tardaría en cerrar esa herida, la experta dijo que ella consideraba que por lo menos tres meses más, la verdad no sé como pude caminar para salir de ahí, las piernas me temblaban.

Durante el día yo me iba sintiendo cada vez más mal, y ambas teníamos curiosidad por ver la herida y nos resistíamos a esperar a que mi amado llegase de su trabajo, ya que por la noche el se aplicaba a la tarea de curarme, un calor extraño me recorría el  cuerpo y mi cuñada decía que mi aspecto no era muy halagador, así que presas de la desesperación nos aventuramos a destapar la herida.

Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando bajo la faja descubrimos una mancha enorme de sangre, fuimos quitando uno a uno, gasas apósitos y esparadrapos anegados en sangre y al destaparla completamente hilos de sangre corrían a través de las dos partes abiertas de la misma, la provocada por los dos puntos infectados y la recientemente inaugurada por la bendita curandera.

Todavía no salíamos de nuestro estupor cuando mi amado por fin arribó a nuestro hogar, su cara como un espejo, nos reveló la gravedad de la situación, me tocó la frente y acomodándome todo de nuevo, me tomó en brazos y me llevó a la sala de urgencias de la Cruz Roja, me atendieron con la diligencia que de un lugar dedicado a atender emergencias se puede esperar. 

La doctora en turno de inmediato  solicitó analíticas y con ello se demostró lo que ella ya intuía, la fiebre que yo presentaba se debía a que había una infección en la herida, me curaron de la misma forma que mis familiares lo hacían y para asegurarse de que no hubiera nada más de que preocuparse,  debido a que la cirugía a la que había sido sometida no era nada sencilla, solicito un cultivo, un Tac, una resonancia y algunas radiografías.

Aquí es donde después de descansar un poco bajo los efectos de un lonotil intravenoso y una buena dosis de antibióticos, sufrí la mas rara transmutación de la que haya tenido recuerdo, cierto que en mi vida había sufrido varias de ellas (cuando de niña a mujer creí seriamente que me había transformado de larva a mariposa, cuando sentí que mi amado me había convertido en la verdadera princesa de un cuento, restaurando mis alas rasgadas, las veces que mis padres y hermanos  me hicieron sentir, hada, reina, princesa, sirena, pirata, mosquetera o bandolera compartiendo conmigo mis juegos, por solo citar algunas) pero ninguna de éstas me hicieron sentir que difícilmente  podría volver a mi estado anterior, ni un grado de impotencia tan infinito.

Un enfermero me sacó de mis ensueños provocados por los calmantes y me pidió abordar una silla de ruedas en la cual fui trasportada a la sala de rayos X, una mujer con una bata de doctora color rosa me recibió,  su acento claramente eslavo me hizo de inmediato mirar su gafete, su nombre era Svetlana Petrova,  ella me informó que en breve sería atendida, nunca entenderé si la gente que hace espera a otra entiende realmente el significado de la palabra breve, aunque ella tenía a su favor el que su lengua madre no fuera el castellano.

Finalmente, fui pasada a la sala donde por todos es consabido que a uno lo montan en una plancha  metálica y después de solicitarle un sinfín de posiciones inimaginables y de múltiples contenciones de respiración la visita se da por terminada, así sucedió conmigo, solo que por más que lo intentaba no conseguía incorporarme de la plancha, una voz hosca y dura me inquirió con ese acento que denotaba su procedencia -¿Qué esperas? ¡A levantarte! ¿Acaso crees que tengo todo el día para ti? ¡Dios mío que lentitud e ineptitud! ¡Si pareces una tortuga!-.

Y ahí estaban las palabras mágicas, de repente empecé a sentir como mi cuerpo se iba transformando poco a poco, mi piel tomaba repentinamente una variedad inimaginable de colores verdes, en mi espalda sentía un pesado caparazón que me impedía ponerme en pié, intenté miles de posiciones, mis piernas y brazos solo conseguían moverse sin ton ni son adoptando las formas mas grotescas que haya visto, así poco a poco entendí que efectivamente era una tortuga echada boca arriba, una gran caguama de carey  anquilosada  de la rivera maya, o una vetusta, lenta y pesada galápago.

No sé cuanto tiempo  pasé así, pero para mi fueron como horas interminables, no me afectaba tanto el haberme convertido en un gran quelonio, lo que me acongojaba por completo era el darme cuenta que no podía controlar mi cuerpo, este no me respondía, sentía que sobre mi de golpe y porrazo habían caído cientos de años, entendía que quería decir Dumas al escribir veinte años después.

Y finalmente me sentí en los cuerpos de todas esas personas ancianas o enfermas por las que pasamos a su lado con prisas en las cuales nos parece lento su andar, una impotencia infinita, era increíble sentirse un grandioso animal y al mismo tiempo más pequeña que una mota de polvo, poco a poco las lágrimas asomaron por entre las pestañas de mis ojos cerrados, volteé como pude a buscar a quien me ordenaba levantarme y entre lágrimas sólo acerté a decirle, -Perdón pero tengo una herida de veinte centímetros en mi torso que no me permite levantarme- .

Talvez Svetlana se conmovió un poco, o le recordé a esas tortugas que por la noche lloran cuando en la playa van a desovar, no lo sé, solo sé que el tono de su voz cambió y en forma pausada me dijo- recuéstese sobre su costado izquierdo y luego incorpórese- y ¡vualá!, funcionó, la sonrisa volvió a mi rostro y las lágrimas se retrajeron,  salí de ahí dejando atrás mi condición de tortuga, con tal rapidez que mis familiares tuvieron que pedirme me calmara, lo cual hice aunque me tomo un largo rato.

Después de horas de esperar que la fiebre bajara y algunos resultados de laboratorio, me mandaron a casa ya restablecida con la orden férrea de ir a las curaciones en la  Cruz Roja ya que no querían que en el ambulatorio se suscitara de nuevo algún percance, ¡fue la mejor noticia del día!. 

Ya en el calor del hogar me puse a platicar con mi seres queridos la experiencia que había tenido en aquella sala de rayos X y lo que más me sorprendía era la carencia de humanidad de algún personal sanitario, recordaba a la inhumana y torturadora enfermera y a la dura y fría radióloga rusa, traté de justificar sus actitudes por los recortes tan drásticos que hay en la sanidad, pero como están las cosas ahora, pensé que debían estar contentas de al menos tener trabajo.

Pensé justificarlas por mi acento extranjero que tal vez les molestase por tantos malos ejemplos que de abusos en cuestión de sanidad cometen muchos inmigrantes, pero Svetlana, no tenía excusa plausible, ella era tan inmigrante como yo, así que finalmente me quedé sin comprender su extraña actitud, como tampoco comprendí como un día logré transmutarme en tortuga y luego volver sin más a mi estado original.

Todos me tratan de confortar diciendo que la experiencia no fue más que pura imaginación, un estado de ánimo, una manera de sentirse, sin embargo yo no dejo de observar  cada vez que me miro a un espejo, esa tonalidad verdosa que mi piel ha adquirido.


Yolanda de la Colina Flores
3 de septiembre del 2011

   

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