domingo, 31 de octubre de 2010

CREO EN MI VIDA








Creo en mi vida, perfume de aromas
revestida de historias entrañables y dulces
que el dolor y el miedo a veces agitan,
forjada algunos días por mis progenitores
tornada en aventura por ellos bendecida.

Creo en mi vida, y en alguien que no pide,
alguien que solo dando, me llena los anhelos
que me levanta en brazos y me dice que mire
que todas las fatigas hoy solo son recuerdos
brumas que se disipan dando paso a la luz.

Creo en mi vida, que cuando modula cantos
vierte notas al viento apenas inaudibles
que claman por salvar mi corazón herido,
y esa filarmonía calma mi alma a pasos
y me va llevando en vuelo hacia el hogar querido.

Creo en mi vida, que a veces levanta tempestades
porque el buen Dios me dio todos sus mares,
para que yo cree con olas y espuma orquestaciones
de música de playa de arena y de palmares
que como el eco viva por todos los recodos.

Creo en mi vida, esa que hoy me pertenece
que por obra de Dios conmigo permanece
pirándose de heridas y temibles escalpelos
y coexiste agazapada de cada bisturí
la que ha dejado mapas en mi ánima y mi vientre.

Creo en mi vida, la que ha creado mil colores
para pintar con ellos otra vida, sin los dolores.
Creo en mi vida, pintarrajeada en trazos,
buscando en lienzos el dulce calor de unos brazos
que mitiguen como un emoliente profundas heridas.

Creo en mi vida, que fue una compungida oruga
la que al volverse mariposa enardecida
alguien creyó que le dio muerte segura;
pero que renació con alas rotas de natura,
las cuales un halcón les reparó y les dio vida.

Creo en mi vida, que ahora es tuya,
y es mía pero por fin con alguien compartida,
que frágil hoy se entrega a una nueva vida,
confiando en una alma que se asoma,
que es el complemento eterno de mi vida.

Para Toni de Yoli

15 de julio del 2007

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sábado, 30 de octubre de 2010

LAVANDO PECADOS


Sin se pregunta sentadita en un columpio de lianas y enredaderas, de flores oaxaqueñas, si hay alguna manera de hacer desaparecer las faltas que realizamos, las maldades que hemos hecho, en fin hablando correctamente, los pecados que cometemos.

Sin no quiere el consabido perdón del párroco, no le parece justa la penitencia, el afectado no se entera y no recibe nada a cambio, no cuadra con su sentido de justicia.

Para empezar alguien cometió un pecado con su nombre, y no venial, un pecado mortal mayúsculo, ¿a quién se le ocurre ponerle a una niña pequeña, Sin?

La verdad todo se ha debido a una triste equivocación, su madre casi muere al darle a luz y en su agonía, ante el temor de que la recién nacida también pereciera, sus familiares se aprestaron a bautizarla de improviso, con rapidez. La madre en su lánguido estado, ante la pregunta del nombre de la pequeña, sólo alcanzó a balbucear antes de desmayarse “Sin” y todos con los ojos y oídos atónitos se apresaron a cumplir la supuesta última voluntad casi inaudible de la moribunda progenitora.

Pero no se murió, y ya restablecida entre palabras casi inteligibles, que salían de una boca que más parecía mueca, con seño fruncido mascullaba limitándose a señalar que lo que ella quería decirles era que la niña aún estaba sin nombre, que aún no había pensado en ello, ya que el nacimiento de la pequeña la tomó desprevenida a tan sólo siete de meses de gestación.

Sin soportó con inusitada tranquilidad la sorpresa del mundo entero que la circundaba, el cual afortunadamente no era muy grande, al enterarse de su nombre. A ella, hasta que no tuvo conciencia del significado de su nombre, le parecía original, nadie más en su pueblo se llamaba así, era cómodo para pronunciarlo y fácil de escribir.

Cuando tuvo la edad suficiente para percatarse de dicho significado, ella que siempre le buscaba el lado bueno a los hechos, se alegró de ser pequeñita, así no la mirarían con resabio los demás habitantes del pueblo, que era todo su mundo, también muy pequeño.

Ahora ella estaba segura que quien fue el responsable de que le adjudicaran ese nombre, no había recibido el castigo merecido, no había pagado aún su pecado y como ese debía haber muchos más pecados que no habían recibido la penitencia acorde con la acción, ella también estaba cierta que tales personajes se irían derechito al infierno.

Sin no estaba dispuesta, por supuesto, a arder eternamente por los siglos de los siglos, no creía que un Ave María y un Padre Nuestro, la libraran de haber robado a la abuela dos galletitas deliciosas de coco, alguien se había quedado sin probarlas y no había sido adecuadamente compensada debido a su sustracción.

Sin se mece y busca en su intrincado cerebro la manera correcta de pagar sus pecados. No, la idea no llega. Meditando está en otro mundo, cuando escucha que su madre le llama, la ropa está lista para ser tendida al sol y necesita su ayuda.

Sin agarra de la cesta los blancos lienzos y los va colocando con pinzas sobre los lazos. Cuando ha terminado su labor se sienta sobre el césped del jardín o observar su obra y se queda como petrificada mirando fijamente las maravillosas prendas blancas recién lavadas.¿Se podrían lavar los pecados? Sería posible borrarlos para siempre de su alma y corazón?

Después de un largo rato se levanta y va al antiguo baúl donde su madre guarda sábanas, que aunque usadas están inmaculadas, pero están guardadas para utilizarse en menesteres de limpieza porque ya tienen muchos años.

Sin toma en sus manitas, la más grande, la extiende sobre el piso, se agencia del costurero unas enormes tijeras, para ella, y empieza a cortar el lienzo en pequeños pedacitos, cuando ha concluido su tarea, los guarda en una pequeña maletita con sumo cuidado a su recámara, la coloca junto a su secreter, la abre y con mesura saca un pequeño trozo, toma asiento y una plumilla la cual moja con tinta china y empieza a escribir en él, “Robo de dos galletas de coco de la abuela”, toma el segundo y escribe sobre el blanco trocito otra frase, continua así por largo tiempo, le han quedado algunos en blanco y sonríe complacida. Vuelve a guardar los pañuelitos en aquella maleta malva y la coloca con cuidado sobre su taburete preferido.

Sin sueña esa noche con miles de pañuelos lavados y níveos tendidos al sol. Al levantarse después de sus rutinas cotidianas, va directo al lugar que guarda la confesión por escrito de cada uno de sus pecados y toma el primero.

Llega a la habitación de la abuela y después de darle un sonoro beso, empieza a irse por los cerros de Úbeda, preguntando por el tiempo, lo caras que están las cosas, las noticias alarmantes de los telediarios, en fin. Hasta que ya no resiste más y le confiesa a la anciana su pecado, ella ha sido la que ha tomado las dos galletas de coco que tanto estuvo buscando.

Pero eso no inquieta a la chillilla, ella atosiga a la abuela y le pregunta con insistente interés quién se vio afectado con su terrible acción, la yaya sonriendo le responde: Tú y yo.

La cara de asombro de la chiquilla, no sorprende a la madre de su madre, y ampliando aún más su sonrisa le explica: -Me afectaste a mí porque yo dejé de comer dos galletas y porque me dolió tu acción, pero la más afectada eres tú porque nos has podido descansar con tu remordimiento desde que la cometiste-.

La niña toma ahora un gesto adusto y pide muy seriamente a su abuela la receta de las galletas, después solicita permiso a su madre para elaborarlas y se apresta a la tarea. Cuando termina su labor, reparte concienzudamente las galletitas por igual, quita dos de las que les corresponden a ella y las pone en la cantidad que le corresponde a la abuela.

Sin va por la casa repartiendo contenta sus galletas de coco, que no son tan deliciosas como las de la abuela, pero ella no lo sabe, con el tiempo aprenderá a darles el punto exacto. Por fin llega ante su abuela y le da las galletas, la viejecita se percata de que dentro de su porción hay dos más y lo agradece a su nieta, la nena sonriendo le dice a la abuela: -Perdón “Abue” por mi falta contra ti, de verdad que estoy arrepentida y para que veas que he comprendido lo que ello significa te doy también mi ración que aunque es más pequeña que la tuya te gustará igual-, su nana lo acepta encantada.

Corriendo va a su habitación y se para frente a su espejo de pie y le dice a su reflejo: Perdón por mi falta contra ti, al tiempo que resbala por su mejilla una pequeña lágrima, pero no es de tristeza porque su rostro está iluminado por una amplia sonrisa. Después saca de su bolsillo el pañuelito y se dirige al río donde sobre una piedrita lo lava hasta que no queda sobre él ni rastro de tinta, lo tiende al sol y una vez que se ha secado lo toma y lo posa sobre el río hasta verlo desaparecer.

Al día siguiente toma otro pecado de su maleta y lo guarda hasta la hora de la comida, cuando todos los comensales están prestos a llevarse la primera cucharada a la boca Sin exclama: -¡Alto!, necesito que Ignacio escupa mi sopa-. Todos se quedan atónitos y a alguno que otro se le cae la cuchara o la sopa. Su madre la inquiere: -¿Cómo has dicho Sin?-.

Sin camina hacia su hermano mayor y le pide de nuevo que por favor escupa su sopa, el chico la mira entre asqueado y sorprendido. Sin entonces le explica que el día que raptó a sus muñecas y después tuvo que irlas a rescatar del ciruelo donde estaban atadas, le dio tanta rabia que ella escupió su sopa en venganza. Su madre le dice que con que su hermano la perdone será suficiente, que nos es necesario hacer una cosa tan repugnante.

Sin dice a su hermano que no se moverá de ahí hasta que escupa la sopa, la madre entonces autoriza al pequeño con un gesto de asentimiento, Sin sonríe diciendo a su hermano, perdón por mi falta contra ti y con su plato escupido se sienta de nuevo a la mesa y empieza con mesura a comerlo. Nadie habló una palabra más ese día en la mesa.

Sin frente al espejo, recita su consabido ritual y encamina nuevamente sus pasos al río. Así transcurren los días y Sin va lavando pecado a pecado, hasta que estos se le acaban y la nena parece estar tranquila.

Pero no, alguien no ha pagado su pecado y Sin va a tratar de que esa persona restaure el mal que ha hecho y se dirige a la pequeña parroquia de su pueblo. Al entrar encuentra de inmediato a quien tiene en la mira. Con paciencia espera a que éste concluya sus labores cotidianas y se sienta en una de las bancas del fondo mientras dice una oración.

Por fin termina y la chiquita dirige sus pasos hacia el, él sonríe y cariñosamente le dice: -¿Deseas confesarte Sin?-. ¡Ja!, si ella no tiene pecados, le contesta orgullosa Sin.

El párroco le pregunta entonces que es lo que desea y la niña le responde que está ahí para que él se libere del pecado que ha cometido con ella. El hombre se tiene que agarrar de una banca para no caer y con voz temblorosa le pide que le explique su reclamo más detalladamente.

La pequeña le dice que él cometió un pecado mayúsculo cuando la bautizó con ese nombre, no entiende cómo conociendo su significado no se opuso. El cura esboza una sonrisa que más parece mueca y le dice que todos se equivocaron al no comprender a su madre cuando estaba tan grave y que sólo quisieron cumplir su última voluntad, además le aclara en ese entonces él no sabía inglés, incluso actualmente está haciendo un curso avanzado de conversación. También le informa que lamentablemente no puede hacer nada, que no hay manera de cambiar la boleta de bautismo.

Sin se queda desolada y dando las gracias al clérigo se va arrastrando los pies, a la salida de la parroquia su madre la espera y con cara y gestos compasivos la abraza, después con voz dulce al tiempo que acaricia su rostro le dice: -Mira Sin, yo sé que contigo se cometió un error tremendo cuando te bautizaron, esto se puede corregir legalmente pero representaría un gran costo para nosotros y tú sabes que no nos sobra el dinero, pero si es tan importante para ti ya veríamos que hacer. Pero quiero que comprendas una cosa ¿No te das cuenta que tú misma has cambiado el significado de tu nombre?- La niña niega con la cabeza, la madre continúa:-Cuando tu decidiste lavar todos tus pecados te libraste de ello ¿No es así?- La niña asiente, y su madre dándole un delicado beso en la mejilla le aclara:-Te has quedado sin pecados, así que en tu lengua castellano tu nombre nunca ha sido más apropiado eres una niña sin pecados. Si alguna vez cometes otra falta, que seguro pasará porque así somos los humanos tu nombre se tornará de nuevo al inglés, pero ahora sabes que tu tienes el poder de volver a transformarlo de nuevo-.

Sin se mece nuevamente en su columpio y ahora es una niña aún más feliz porque no solo sabe que en ella está el poder de cambiar el sentido a su nombre, sino que además ha comprendido que todos somos susceptibles de cometer faltas, pero como siempre cada uno encontramos la forma y manera de lavar nuestras culpas y la suya especialmente a ella le parece la más adecuada.

Yolanda de la Colina Flores

29 de octubre del 2010

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TE AMARÉ A GRITOS


























No me marcharé jamás

mi risa se apaga si no ve tus ojos,
gritaré tu nombre, no habrá mas silencios
gritaré con prisa, todas las palabras que te identifican.

A ver que haces con este amor
que entre tus manos crece de a poco
si yo me quedo... estarás conmigo
y a mis ojos serás por fin visible.

En todos mis lugares estas presente
estás en mi almohada, y en mi lecho
entre mis sábanas y te amo a gritos,
puedes oírme ... no puedo callarme.

Y cuando despierte viajaré hacia ti
sobre el ancho mar aprenderé a volar
y en un aleteo de luces y truenos
abriré mis alas y te llevaré conmigo.

Para Toni de Yoli

29 de marzo del 2007
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sábado, 23 de octubre de 2010

COMO EN UN LIENZO DE VARO


























Me encontraba a 90 grados en un ángulo aparentemente perfecto, el horizonte parecía lineal, los puntos de fuga controlados.

De pronto maktub, kismet, los hilos del destino y unas manos que me llevan hacia otra dimensión, las agujas del reloj de mi vida son controladas por esas manos y parecen girar en un sentido contrario, mi vida ahora da un giro de 180 grados.

Aparezco en un mundo paralelo, como Alicia en el espejo, todo parece real y ficticio a la vez, los paisajes van cambiando y me encuentro bordando en un ático, vigilada por sus ojos, la tela del resto de los días de mi vida. Escucho claramente la melodía del hombre del rostro de concha nácar y una ave morfohumana crea nuevos seres que cantan para mí.

Los muebles de mi habitación cobran vida ¿o son seres que se han mimetizado con ella o es mi vida mimetizada con ellos? Yo observo maravillada como una pata de la silla abre sigilosamente uno de los cajones de mi armario, tratando de encontrar mis más profundos secretos. Los tapices de los muebles han adquirido el tono de mi piel e incluso reflejan esa flor de Lis que ha marcado de antaño mi estirpe. Una lengua sutil emerge del respaldo de mi silla y cadenciosamente me acaricia, su presencia inquietante me subyuga.

En el comedor el bodegón antiguo que pretendía decorar tranquilamente la habitación, sus elementos revolotean en una danza fantástica al compás de la música extraída de un instrumento de cuerda formado por los últimos o primeros destellos del astro solar, y que un singular músico con inusitada tranquilidad le roba, le precede la hipnótica invocación de un quinteto de primos de Dante acompañados de una cría que insufla un pequeño remedo de corno francés.

Salgo de mi encierro y me acompañan en grupo mis amigas las bordadoras terrestres al cuidado de una seria monja ciclista. De pronto las calles se transforman en canales por donde navegan un sin fin de raras góndolas, artilugios o vehículos acuáticos. Y ahora voy viajando en un taxi inusitado en un mágico lugar de un singular país circunscrito en un caracol de edificaciones circundadas por una circular Venecia de aguas mansas, plácidas y tranquilas.

Llego a las puertas del consultorio vulgar de mi psicoanalista, pero no tomo mi sesión acostumbrada y salgo de prisa, me cubro la cara para que nadie vea que me escapo, no sin antes tirar la cabecilla del “loquero” al que he decapitado para siempre, otros dirán que es la cabeza de mi padre, que idiotas todos, para arreglar mi vida llevo siempre junto a mi cestita de costura y en mis ropajes otros ojos que me ayudan a visualizar mejor las cosas; sin ataduras puedo ahora caminar sobrevolando la ciudad. Enfrente en otro consultorio veo otra vez a esa dama que quizás vaya nuevamente a alargarse la nariz.

Al paso me topo con un niño acompañado por una mariposa con traje de polilla que le sobrevuela y acompaña, lady Godiva se desplaza en su longa cabellera con sus senos perfectos al aire, una chica perfumada y ardiente acude presurosa al llamado de su amado un fenómeno sale de su casa pasando siempre desapercibido porque importa a todos mas su reflejo que su propio ser.

A las afueras de un pequeño bar tres seres enjutos y escuálidos me dicen adiós al pasar sin dejar de beber sus zumos “frutoflorales” al mismo tiempo que sus mascotas “gayogatos” me lanzan una mirada lánguida.

Llego a mi hogar y me visita un ser que no se si camina o es un trapecista eterno en un cuadriciclo fungoso extasiado en un eterno estado alucinado, las paredes de mi lar tocan mi pulso y se amedrentan conmigo, pero no pasa nada el es un visitante eternamente inesperado y nada más.

Visito la habitación de mi padre y le veo de nuevo componiendo sus creaciones que le surgen de cualquier lugar pero sobre todo de las paredes que se han impregnado de su música y sus versos y le ayudan en pautados instrumentos musicales a componer las notas y acordes y armonías.

Mi madre como siempre ha salido a la caza de astros pues le gusta tener la casa iluminada varias veces ha capturado a la luna, la misma que he dejado escapar no sin antes proporcionarle las estelares papillas que mi madre a conciencia le prepara.

Subo a mi ático privado y me pongo a ejercer mis más plácidos quehaceres y se que al tiempo dos seres a lo lejos a ultramar entrelazan conmigo sus destinos, esos seres que me aman y están al mismo tiempo junto a mi.

Ahora cuando llegues amor mío saldré contigo ha seguir sobrevolando la ciudad y los países siendo libres de cualquier atadura terrenal navegando y caminando eternamente como en un lienzo de Varo.

Yolanda de la Colina Flores

23 de octubre del 2010
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UN TRISTE REMEDO DE FLORENCE































Flor creía que tenía alma de samaritana, que podía hacer fluir sobre los demás los ríos de ternura y caridad que dentro de sí albergaba.


Un accidente fortuito la colocó en la posición que ahora se encontraba, de repente y sin pensarlo era una cuidadora “enfermera” geriátrica.

Empezó sus labores con ahínco y se aplicó en el aprendizaje de insertar jeringas, la práctica empírica le duró muy poco, rápidamente fue lanzada sin remedio sus labores de Guillermo Tell improvisado.

Poco a poco se dio cuenta que la tarea encomendada no era tan fácil, se necesitaba, si ternura y caridad, pero también, paciencia y una enorme cantidad de estómago.

Comenzó por no soportar la indecente falta de pudor de la enferma a su cuidado, esa manera de subirse las faldas para recibir el pinchazo de insulina en las piernas, o ponerse la faja por los pies dejando al vuelo sus carnes flojas en partes y enjutas a la vez.

Después del chasquido y sorbido del remojo del pan con aceite en el café, la manera de masticar, sólo con los dientes frontales sin utilizar las muelas, dando a la anciana un aspecto de roedor aún más avejentado.

Su repetitivo hacer de sonarse constantemente las impudicias de sus fosas nasales, sacando un pañuelillo sucio y arrugado, una y otra vez, sumado al ruido estruendosos producido por el sonido.

Todo esto, lo soportaba mirando hacia otro lado, más le costaba soportar el que la larga serie de pastillas que tanto tardaba en guardar con cuidado en un pequeño potecito, eran tirados sobre la mesa bajo la sonrisa burlona de la enferma.

Preparar sus alimentos también era un calvario, porque siempre eran comparados por los maravillosos platillos hechos de antaño por la abuela, haciendo sentir a Flor la peor de las cocineras la cual no acertaba a comprender cómo entonces la veterana se relamía y acababa los platos hasta el fondo.

Pintarle el blanco cabello y cortarlo no era tampoco tarea fácil, invariablemente la yaya le decía que ella había tenido un cabello más largo y bello que el de la pequeña Flor.

Cuando le bañaba, Flor procuraba no fijarse para nada en el pobre cuerpo de la madura señora y hacía que ésta la ayudara a lavarse sola sus zonas más púdicas, pero cuando esta tenía en su poder la regadera de mano, siempre la empapaba, pidiendo perdón y sonriendo.

Los momentos en que quedaban completamente a solas, la vetusta mujer siempre la menospreciaba y degradaba en lo que podía, le impedía comer lo quisiera aunque fuesen los vestigios de ayer. ¿Zumo de naranja? Lujo no permitido, ¿ dos rebanadas de pan? Eso sin duda explicaba la gordura de Flor. Si algo bueno había sobrado, debía de guardarse para otra persona, a Flor por supuesto no le correspondía.

Alguna ocasión la senil mujer se negó a ponerse sus propias prendas y aceptó la desesperada oferta de Flor de ponerse algunos de sus ropajes, aunque estos no le cerraran ni por asomo.

Cuando Flor fregaba los pisos madrugando para que éstos alcanzaran a secarse, la vieja pasaba y se daba vueltas de equilibrista con las ruedas de la silla, dejando un sinfín de huellas que después Flor obviamente debía limpiar.

Cuando la longeva mujer descubrió que Flor tenía conocimientos de costura, de inmediato sacó de sus armarios visos, camisones y batas para ser modificados y veintitantas bragas con problemas de sujeción.

Al curarle nunca lo hacía bien, la sabia matusalén sabía que si lo hubiera realizado otro ya estaría curada, y seguramente las pastillas que Flor le proporcionaba no eran dosificadas como los médicos lo habían indicado. Esto la suponía la vieja porque a veces el recuento de las mismas no le cuadraba, teniendo que callarse sin musitar ni media palabra cuando Flor las encontraba debajo de algún plato, la taza o rodando por el piso.

De nada servía ser proveedora de alimentos a las horas precisas, cocinera, sirvienta, modista, estilista, curandera e incluso enfermera. Ella sólo era un incipiente aprendiz, un remedo de Florence, porque ni siquiera el nombre le alcanzaba en su pequeña intención de emularla.

Así los día se transcurren, entre uno y otro horror y Flor al parecer se va acostumbrando ¿o se va volviendo más fuerte?

Sin embargo los renglones torcidos de su historia un día han de cambiar y un día por primera vez Flor no se siente bien, su cabeza parece que estallará, de pronto sus coyunturas le duelen y siente escalofríos, sin saberlo está afiebrada y pretende levantarse a efectuar sus labores como todos los días, levanta parte de su cuerpo tratando de incorporarse, pero no es posible, su cuerpo regresa a su posición habitual, navegando en una vorágine continua generada por un fantasmal y descompuesto juego mecánico.

Vuelve a caer en un sopor incontrolable, desesperadamente se resiste al sueño y lentamente abre los ojos y por el filo de la cornisa de su ventana ve la rojiza cabellera hirsuta que avanza sobre ruedas hacia el salón de estar, sabe que debe enfrentarla así desvalida como está. Como puede se pone en pié y la tiene ahora frente a sí, con esos rasgos de amargura por la invalidez y al sentirse así enferma tal vez la hace mimetizarse con la vieja y enferma y Flor sólo acierta a esbozar una sonrisa.

Todo cambia, la vetusta mujer le devuelve la sonrisa y su cara se vuelve al unísono cien años más joven, Flor comprende entonces que puede llenar el nombre de Florence aunque su nombre sea aún más pequeño, puede ser como ella, bella como una flor floreciente, cubierta con el halo protector de una sonrisa que a la vez se vuelve espejo.

De ahora en adelante Flor cumplirá sus tareas y dará ramos de flores a su enferma y de vez en vez alguna luz de la palabra le dará, ahora sabe que lleva sobre sí el refulgente escudo brillante y poderoso de su magnífica sonrisa.


Yolanda de la Colina Flores

15 de septiembre del 2010
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miércoles, 20 de octubre de 2010

LOCOS




















Como locos los ojos nos brillarán
como locos nuestros cuerpos a la cita acudirán
nuestra demencia atávica mil notas emulará
y susurros de locos todos creerán que oirán.

Pero solo serán los ecos que quedarán
en los muros que como locos se esconderán
porque con gusto ellos siempre repetirán
día a día nuestras risas y locuras.

Como locos no nos podremos apartar
ni esquivar de los rostros la mirada
perturbados de la mente hemos de estar
con cada gesto y mohín de nuestras caras.

Como locos nos morderemos los labios
demencialmente hemos de arder por dentro
y a esta sin razón la dejaremos sin resabios
elevándonos locamente hacia otro cielo.

Nuestra enajenación será algo tan fuerte
como es de loco el amor y el deseo
tu y yo en vesania siempre fundidos
siempre dementes de cara un espejo.

Viviremos una dulce manía de placeres
transtorno de deleites tan queridos
envueltos en demencia entre laureles
por que es la vida, lo que con locura se ha vivido.

Esa locura se asomará por nuestros ojos
pero solo tu y yo podemos detectarla
porque solo un loco como tú puede leer mis ojos
y una loca como yo la tuya locamente adivinarla.

Y que me importa si alguien nos descubre locos
y nos encierra en un lugar para ocultar nuestra locura
porque tu y yo sabemos que los muros
la gritarán a coro día con día.

Y así entre cada repique y repique de locura,
el mundo ha de volverse loco con nosotros,
contagiaremos al mundo la locura,
de amarse como locos cada día.

Para Toni de Yoli

30 de julio del 2007
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domingo, 10 de octubre de 2010

HOY ME FELICITO YO























Hoy me felicito yo
no solo por cumplir años
sino con plena conciencia
de haberlos vivido muy bien.

Hoy me felicito yo
por tener al fin pareja
y por tener la certeza
de haberla elegido bien.

Porque este bendito amor
aunque pase de cuarenta
me ha hecho sentir de nuevo
como una chica de trece.

Hoy me felicito yo
por llegar a una familia
donde existe la conciencia
de lo que un mexicano es.

Hoy me felicito yo
por haber tenido un padre
con su presencia a mi lado
en cada paso que doy.

Hoy me felicito yo
por esa madre querida
que aún juega con sus nietos
en ronditas infantiles.

Hoy me felicito yo
por seis hermanos varones
que supieron enseñarme
lo que es amor fraternal.

Hoy me felicito yo
por mis tres amigas férreas
esas hermanas pequeñas
que son más grandes que yo.

Hoy me felicito yo
y a la vida gracias doy
por darme una buena amiga
que mi hermana se volvió.

Hoy me felicito yo
porque conmigo festejan
John Lennon y su hijo Sean
el gran Guillermo del Toro
y mi abuelita también.

Hoy me felicito yo
por pertenecer a este grupo
donde se encuentran amigos
y muchos cuentos también.

Yolanda


9 de octubre del 2008
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jueves, 7 de octubre de 2010

QUE NO SE ACABE EL VERANO



















No sé si mi pensamiento ejerció algún influjo
mas las playas en octubre se rien hoy del otoño
en Benidorm y Gavá hay bikinis por doquier
y en vez de los paraguitas hay sombrillas de alquiler.

Mi vestimenta se cambia de botines a sandalias
me quito y me pongo a un tiempo suertercillos y bufandas
ya no sé ni que ponerme en este tiempo de estío
los grados juegan conmigo y yo, pues solo sonrío.

Que no se vaya el verano fue mi deseo más ferviente
y hoy en fecha de otoño el verano reaparece
¿Puede el deseo de unos pocos cambiar la climatización?
¿En verdad está pasando o es el sueño de un montón?

Aún se ven los girasoles que miran siempre hacia el sol
¿Si son floración de ayer porque no dicen adiós?
¿Será que anhelan conmigo contemplar al sol por siempre?
¿Será que también desean que sea verano en diciembre?

Mas un día este se irá como suele suceder
y no es por vernos llorar ni vernos languidecer
será para que apreciemos el otoño que aquí está
y sepamos que muy pronto el invierno aquí estará.

Es para que nos acerquemos a los que solemos amar
pues su calor nos recuerda lo que el amor puede dar
ese calor de verano que solo han de demostrar
los que nos quieren por siempre aunque haga frío a rabiar.

Yolanda

22 de septiembre del 2009

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miércoles, 6 de octubre de 2010

PADRE













Es verdad que tu partida me produce gran tristeza
pero también es cierto que tu recuerdo la borra
porque hiciste de nuestra vida toda la gloria
que solo una oda podría narrar tu grandeza.


Nos diste el ejemplo de tu rectitud y honestidad
de amar a los libros y todas las artes
convertiste a chiquillos en genios y artistas
con tus genes de ángel y ser de otro mundo.

Tu cubriste la vida de hazañas y logros
nos plasmaste en canciones el amor que nos tienes
escribiste novelas, poemas y cuentos
donde nunca olvidaste prodigar tus amores.

Tu apareces en libros que pocos conocen
porque fuiste pionero en tu oficio
enseñaste con dulce paciencia al que quiso
magia y arte de gran cirujano.

Fuiste amigo de tigres y lobos
amansabas las fieras con simples silbidos
los caballos salvajes te oían hablar
y después se lanzaban contigo a brincar.

Tu no dabas presentes inocuos
ni regalos de tontos y locos
tu un buen día llegabas con un microscopio
y mostrabas un mundo para otros ignoto.

En matraces y tubos de ensayo
encendiendo mecheros de bunsen
en pipetas, cajitas de Petri o en un cubreobjetos
atrapamos sin duda nuestra química especial.

Las paredes de casa tu siempre cubriste
con tapices de libros y cuadros
que traían cada uno un regalo
de enseñanza y sapiencias lejanas.

Nos mostraste lo que es prodigar
y también lo que es la responsabilidad
tu lugar de trabajo no era una área prohibida
nos dejabas con todo experimentar y jugar.

Nos llevaste a descubrir
que a veces es sabio ocultar
de los hijos aún muy pequeños
esas desavenencias que suelen pasar.

No sé si eras erudito o un sabio
o el ejemplo sereno de algo casi perfecto
quizás la bondad poco común que embriaga
y cubre como un manto los defectos humanos.

Lo que aún yo no comprendo
es ese extraño embeleso que poseen
esas tus geniales creaciones musicales
a las que hasta los Rarámuris se rendían.

Para lo que tú representas no es suficiente un libro
más sé que es muy cierto que tu forzada lejanía
día a día va cubriendo de amor
los defectos que un día solías tener.

Y mientras yo escribo aquí estas líneas
de mi mente y recuerdo no puedo apartar
las notas y acordes de tu melodía
“El Trineo de Santa Claus”.

Yolanda de la Colina Flores

13 de junio del 2007

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