Por los tonos que despide
su faz cuando es plenilunio,
le nombran cara de luna
aunque ésta no sea redonda.
Su compañera hechicera,
adquiere su mismo nombre
y ella en su espalda se apea,
pero se recuesta en ella.
Le gusta ver el paisaje,
que van dejando a su paso
y deja que él la pasee
por donde le venga de gusto.
Este dragón es muy sabio
repleto en conocimientos,
por ello él es el maestro
de los dragones pequeños.
Les da clases personales,
del mundo y sus avatares
y estos bebés sin pañales,
son muy buenos escolares.
Luego aprenden a volar
con su hechicera maestra,
los deja un poco jugar
y después a hacer la siesta.
Desde aquí hasta baraúnda,
arriba de nubarrones,
sobrevolando volcanes,
sorteando los vendavales.
Minutos para arribar
toda la noche a vagar,
minutos para tornar
¡cabalgo en dragón y upa!
Nos canta el viento libeccio,
esto que no tiene precio:
“Con tiempo seguro en verano,
el Sol conduce al viento de la mano”.
Yolanda de la Colina Flores
2 de agosto del 2014
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