Los calderos que ella hace,
son de estaño ya lo ves,
son plateados y brillantes
no se oxidan fácilmente.
Por allá por los Balcanes
ella aprendió a fabricarlos,
cuando pudo elaborarlos
de nuevo tornó a sus lares.
Resisten la corrosión
y generan ruido extraño,
es el grito del estaño
que produce por fricción.
Los hace de estaño gris,
un polvo que no es metálico
también del estaño blanco,
que es eléctrico y metálico.
Estos tonos del estaño,
la tienen hipnotizada
y se embebe en sus reflejos
cual graciosa enamorada.
Pues los brillos del estaño
le recuerdan a sus lobos,
aquellos que año tras año
la pasean sobre sus lomos.
Pues cuando era pequeñita,
la encontraron en el bosque
y la cuidan desde entonces,
como si fuera su hijita.
Desde aquí a la batahola,
entre aleación de metales,
en fragua, forja y taller
hasta el amanecer.
Un metal que hay que fundir,
un diseño a refulgir,
un caldero o un perol
¡y a batir, sin discusión!
¡Chip, chop, y estoy resoplando!
lo ha dicho un lobo maullando:
“Que aquel que haga un mal caldo,
lo arregla hirviendo y soplando”.
Yolanda de la Colina Flores
10 de agosto del 2014
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