Sus ojos de ópalo son,
de ahí ellos toman su nombre
y su hechicera en cuestión,
también ha tomado el mote.
Hablan hasta por los codos,
son chismosos, chafalderos
y les comentan a todos
muchos chismes de hechiceros.
Pues han convivido con ellos,
desde tiempos ancestrales
y son buenos aprendices
de la magia y sus conjuros.
Y a su hechicera con mimos
ellos le dicen las nuevas,
las tendencias y las modas
que hay en las clases de hechizos.
Suelen ser escandalosos,
dicharacheros, chistosos,
a veces aparatosos,
pero siempre son graciosos.
Les encanta el chafaeldo,
y luego se desperdigan,
por ello es que su hechicera
los pasea con correa.
Entre ellos cuchichean
las primicias y las nuevas,
mejor es dejarles hablar
a que suelten bocanadas,
Con ellas pueden hacer
que tú te caigas de sueño,
y te pueden provocar
que te hagas pis por el miedo.
Cuando ellos son adultos,
les encanta volar juntos,
y la nena con orgullo
los monta y cabalga a turnos.
Desde aquí hasta baraúnda,
arriba de nubarrones,
sobrevolando volcanes,
sorteando los vendavales.
Minutos para arribar
toda la noche a vagar,
minutos para tornar
¡cabalgo en dragón y upa!
Esto lo ha dicho el siroco,
con ventisca y con enojo:
“Si sopla el viento solano,
seguro hay agua en la mano”.
Yolanda de la Colina Flores
10 de agosto del 2014
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