El pequeño Educator Intrínsecus a quien por su edad y por pereza llamaremos Edu acaba de arribar a la tierra pues su vehículo al entrar en contacto con nuestra atmósfera ha perdido potencia y él no sabe si tiene posibilidades de regresar a su planeta perteneciente a otra Galaxia muy lejana.
Edu ha tenido en gracia aterrizar en un lugar del mundo donde hablan una lengua dulce y melodiosa, en un principio le ha parecido difícil descifrar el lenguaje, pero después de unas horas de observación y consultas en la web ha podido al fin dominarla.
No entiende que las criaturas terrestres deban recargarse de combustible como su arcaicos vehículos, para luego después desecharlo en la forma más grotesca que sus nóveles ojos han mirado, los habitantes de este planeta, desconocido en su mayoría por él, le parecen muy singulares, los que tal vez podrían equipararse a su aspecto, son esas pequeñas criaturas a quienes los de más edad denominan niños.
A diferencia de él éstos siempre están acompañados y ni son independientes, no pueden ir solos ni a jugar, mucho menos viajar a lejanas galaxias, como él que desde que pudo mantenerse en pié, puede deambular y volar, en naves que él mismo hace. No saben fabricarse sus propios vehículos y en ellos, hasta donde él ha visualizado, no utilizan la energía que les proporciona la estrella que los mantiene vivos.
Todos esos adultos, que así se suelen llamar, le miran con asombro entre las calles, han tratado de atraparle y siempre le preguntan dónde están sus progenitores, ¡pues surcando el espacio infinito, vaya pregunta!
Su vestimenta les parece rara y Edu no comprende por qué, es lo último en la creación de su planeta, le permite viajar a muchos mundos y no sufrir ningún cambio de temperaturas, además de proporcionarle todos los utensilios que él requiere.
Como su imagen ha creado tanto revuelo ha decido crear la ilusión de que otro es su aspecto, y como los llamados adultos son los únicos que pueden vagar por ahí como quieran se ha creado esta nueva apariencia, la de un joven adulto de aproximadamente veinte años.
Ha caído la noche y observa como sus similares en apariencia se reúnen en un lugar apiñado donde bailotean con ritmos primarios, su investigación le ha llevado a ver que tienen música por demás elaborada y culta y sin embargo se conforman con ritmos primitivos y repetitivos, beben bebidas que trastornar sus sentidos y los vuelven incapaces de percatarse concientemente de lo que están viviendo y luego salen a la calle a fumar pequeños cilindros encendidos que bien saben les hacen mal.
De pronto llegan una serie de agentes uniformados y le impiden junto con los demás salir de aquel lugar, los empiezan a revisar al mismo tiempo que hacen pesquisas en el antro, cuando le llega el turno de auscultación le piden sus papeles, ¿papeles, que es eso?, ¿acaso no pueden percibir su chip de identidad y con scanners saber que es un inmigrante? . Cuando ve que no puede responder una serie de preguntas incoherentes y que están a punto de subirlo a un vehículo, de inmediato se desvanece y reaparece en un lugar lejano a ellos.
En soledad Edu analiza toda la situación y se percata que para estar en ese planeta es necesario tener una arcaica tarjeta que le identifique y que sin ella no puede estar en ese lugar ¡vaya situación! ¿ desde cuando alguna especie se ha apropiado de espacios en algún planeta? Todo pertenece al creador y nadie tiene la potestad de adjudicárselo. Ahora comprende que no desea estar ahí y añora tanto su planeta y muchos otros que ha visitado.
Edu en su calidad de invisible surca la red de la llamada web, un cúmulo de información por demás desordenada, pero que de alguna manera le informa sobre su entorno, se da cuenta que en ese planeta, todos los habitantes sin excepción se lo han repartido y han marcado sus territorios, con mapas, banderas e incluso lenguas, no han sabido compartir y repartir todo lo que su planeta les proporciona con equidad entre todos, no respetan lo que cada quien piensa acerca de la creación del universo y por ello hay hambre, pobreza e incluso guerras.
Por primera vez, surcan lágrimas por su rostro y la sensación que siente no le agrada. Cierto que ha visto preciosos lugares, la naturaleza y lo que ella prodiga es ahí magnificente y sin embargo los terrestres no la aprecian en toda su valía, es un planeta hermoso, pero es mejor salir corriendo de ahí.
Se ha comunicado con sus padres y ellos vendrán por él en el claro de un bosque, así que con prisa se dirige a él, mientras tanto piensa con fe y optimismo que tal vez en unos cien años más estos seres cambien y al fin comprendan el sentido del universo y la creación y en su cara asoma una sonrisa; regresará y lo comprobará muy pronto, ya que para él en su lejano planeta esos cien años terrestres solo representan un año más de su vida.
Yolanda de la Colina Flores
22 de octubre del 2011
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