Naranjas y morados mezclan festividades,
cientos de “calaquitas’ cubiertas de colores,
igual que las pequeñas vestidas de brujitas.
Y vuelven divertido lo que atormenta a otros,
transforman aquelarres en reunión de bellezas
y en una pasarela de “fans” de estos disfraces.
Inventan sortilegios para encantar muñecas,
que vuelan a su lado montadas en escobas
y que son una mezcla de gótica con hada.
Y sueñan con ser grandes al igual que sus madres,
se observan en espejos e imitan sus modales,
pues no quieren ser brujas sin tacones de aguja.
Yolanda de la Colina Flores
1 de octubre del 2011
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