Adelaida vive en mundo de sombras, donde rememora sus épocas pasadas, un mundo pleno de recuerdos naturales solamente, por ello vienen a su mente todas las variedades que sus incipientes estudios de botánica le traen a la memoria, sin embargo no ha olvidado la forma y los colores de cada uno de los especímenes que ella conoce. La fauna en casi todas sus especies también está grabada en su retina y tiene de ella preciosas instantáneas de momentos muy vívidos ya sea que en su mente se depositen nuevamente sus experiencias reales o empíricas a través de la amplia gama que su padre coleccionaba en la enorme y vasta biblioteca.
También están grabadas en su mente todas las bellas artes de pintura, escultura y arquitectura que hasta ese momento conoce y se recrea en las imágenes que su intelecto crea para ella, con solo evocarles les recuerda a la perfección con sus detalles más minúsculos, incluso la gama de luces y claro oscuros de cada uno de ellos.
Uno de sus placeres más significativos es escuchar música, y aunque tiene un gran acervo de música clásica o culta, esto no impide que también disfrute de otros tipos de expresiones musicales, las cuales escucha según sea su estado de ánimo.
Lo demás de su universo circundante, no desea recordarlo, las experiencias que vagan en su psique no son nada placenteras, heridas de amor dirán quienes creen conocerle, heridas de desamor diría ella si alguien le preguntase.
Adelaida no sabe o no recuerda que fue lo que pasó, solo existe una historia grabada en su cerebro, alguien que indignado por un malestar en sus ojos simplemente la abandonó y se fue sólo a la cena que le invitaba, sin saber que esa noche ella fue a parar a una sala de urgencias con sus globos oculares inyectados de sangre, ya le había acontecido en varias ocasiones anteriores, solo que en aquellos episodios solo le había ocurrido en uno de ellos. Haciendo que múltiples veces tuviera que llevar un parche que la hacía lucir como una pirata interesante. Esta vez era diferente ella lo presentía.
El olvido le permite ahora percatarse de que cuando al fin le retiraron los vendajes, se vio sumida en un hábitat nebuloso, plagado de sombras y formas amorfas, los médicos no encuentran ninguna excusa racional para su actual estado. Adelaida está ciega y su nueva condición no la amilana, ha aprendido a valerse por sí misma y es sumamente independiente, ha aprendido braille y todo lo que un ser de su condición requiere para llevar una vida bastante normal.
Entre su archivo de instantáneas almacenadas en su intelecto, tiene por supuesto imágenes que le resultan más gratas que otras y en ellas se recrea con beneplácito, le gusta en especial la evocación de las mariposas y sus múltiples y bellos colores y sueña que se posa sobre ellas para viajar hacia parajes que sus recuerdos le traen de tarde en tarde.
Adelaida crea y recrea historias de esos viajes y cantando con su melodiosa voz sueña que viaja hasta confines lejanos pletóricos de majestuosidad y belleza a la vez que siente sobre su rostro las luces del sol, la luna o las estrellas, por ello le gusta mantener siempre abierta su ventana, donde además percibe las múltiples fragancias que los seres de su jardín, que siempre cuida con gran esmero, le brindan y se entretiene jugando con el viento que entre sus brazos le prodiga este maravilloso deleite adivinando los perfumes de los heliotropos, azares, rosas, madreselvas, magnolias o jazmines.
Así se encuentra un día adivinando nuevos olores de plantas recientemente adquiridas, cuando ha percibido un aleteo que ha entrado por su ventana, una sonrisa le invade de inmediato el rostro, debe ser seguramente una hermosa mariposa, tal vez una majestuosa monarca extraviada, y en su mente empieza a aparecer una pasarela imaginaria de miles de vestimentas de estos seres alados, de repente se percata de que el maravilloso insecto ha dejado de aletear y percibe su cercana presencia, sus ojos sin vida, más no sin brillo, crean las imágenes que su condición le permite intuir. Y así ella siente como el pequeño ser se acerca y se posa sobre la palma de su mano.
Adelaida está complacida, la maravillosa mariposa se deja acariciar por ella, intuye que está exhausta y tal vez necesite un poco de miel o algún brebaje azucarado, así que toma su charola de plata donde tiene todos los implementos necesarios para la hora del té, dignos de cualquier mesa inglesa, cuidadosamente abre la tarrina de miel y cogiendo una pequeña cucharada la mezcla con un poco de té verde y leche. El ser alado empieza a beber de la diminuta taza de porcelana.
La mariposa de Adelaida desde ese día convive con ella y misteriosamente se alimenta de té con pastitas, aunque ella no sabe que por las noches, mientras ella duerme, ésta de cuando en cuando desaparece a ratos para reaparecer de nuevo después de algunas horas.
Al alba y al ocaso ambas salen a pasear por el parque y pasan largos ratos disfrutando, los tenues rayos crepusculares o del incipiente sol que aparece al amanecer. Pocos seres las han visto, pero los que lo han hecho no quedan de ninguna manera impávidos. No es común ver a una joven vagando por ahí con un murciélago de mascota.
No sabemos ni sabremos, si Adelaida puede o no ver el mundo que le circunda, solo tenemos la certeza de que ella ha creado su universo propio en el que es feliz.
Algunos como yo dudamos de su condición de invidente, porque de cuando en cuando hemos creído percibir una ligera sonrisa cuando los transeúntes que se cruzan en su camino suelen hacer alguna cara de sorpresa y cuando imagina que nadie la observa como que de reojo mira a su singular acompañante, dedicándole la más hermosa de sus sonrisas.
Yolanda de la Colina Flores
11 de octubre del 2011
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