domingo, 16 de enero de 2011

NÍVEA Y BERMEJA












A Jakob y Wilhelm Karl
Por formar parte de mi entrada al fantástico mundo de los cuentos.

Hace muchísimo tiempo y en un país como siempre lejano, vivían dos hermanas gemelas, casi idénticas, con diferencias exteriores que permitían identificarles aún más e interiores que las hacían aún más diferentes en forma de ser.

Ambas eran dulces, amables y cariñosas, responsables en sus obligaciones y aptas en muchos oficios y artes pero, no compartían los gustos ni las aficiones.

Mientras Nívea se procuraba decorar, dibujar y construir todo a su alrededor con tonos pasteles, a Bermeja le agradaba hacerlo en colores fuertes y vibrantes. Sus padres no herraron en ponerles el nombre adecuado, su físico lo pedía a gritos, también los temperamentos encajaban perfectamente con la selección realizada por sus amados padres. Eran opuestas en gustos y preferencias, sin embargo tenían dos fuertes aficiones en común y menos mal que su hogar tenía el  espacio suficiente para poder llevarlas a cabo, ambas eran excelentes jardineras así como bailarinas.

Pero lo  que en su jardín plantaban y lo que ambas bailaban, no podía ser más opuesto. Nívea solo cultivaba especies níveas y claras como ella, buscaba las flores con esa tonalidad específica, en una gama ascendente y descendente de matices de nieve y de copos. Por su parte Bermeja solo admitía, en la mitad del jardín que le correspondía, especies en tonos de sangre, de vino y pasión; lo pastel o carente de color como  ella le llamaba era desdeñado y desechado por ella, solo admitía los colores que conjugaban con su recia personalidad.

Por lo que se refiere a las danzas, Nívea prefería los minuetos, vals y piezas de ballet de ritmo piano y acompasado, los cuales bailaba con minúsculos gestos gráciles y mesurados, moviendo sus manos con cuidados y sinuosos rítmicos vaivenes sostenida casi siempre sobre la punta de sus pequeños pies. Sus coreografías hechizaban a quienes la observaban cayendo en un cándido ensueño.

Bermeja por el  contrario le gustaban las danzas de ritmo fuerte y portentoso, donde pudiera mecer sus caderas y hombros en ritmos vivaces, sus brazos se movían con una cadencia y frenesí que embelesaba, sus giros hechizaban mozalbetes a quienes tenían que cerrar la boca ya que estos se encontraban sumergidos, completamente hipnotizados por sus insinuantes bailes.

Las dos hermanas gustaban de realizar diversas labores, en las cuales siempre se denotaban sus diferencias. Una cocinaba platillos delicados y pequeños,  tipo “Novel Cuisine” que a sus familiares e invitados les daba pena comerlas al tener que desbaratar sus pequeñas obras maestras. Bermeja por el contrario gustaba de hacer platillos de sabores exóticos e incluso picantes los cuales servía de una manera basta, no escatimaba en sólidas y generosas guarniciones. Ambas eran aprendices de orfebres con tendencias por supuesto incompatibles, una hacía joyas sutiles y pequeñas, sólo con perlas  y diamantes la otra rebuscadas creaciones barrocas con amatistas y rubíes.

Las diferencias poco a poco se fueron transformando en discrepancias hasta llegar a un recio antagonismo y las luchas por conquistar a sus familiares, amigos y allegados hacia un club imaginario de “fans” se volvieron cada vez más frecuentes y la paz dejó de reinar en el hogar, sus padres ya no podían dejar de ser jueces y parte en aquel embrollo. Por más que trataban de mediar y ser justos en ambas partes siempre salían raspados en el intento.

Un día Nívea trajo consigo una hermosa planta sincera y de color puro como ella, Bermeja no podía quedarse atrás y se aprestó a la búsqueda de otra planta que pudiera competir con la que su hermana pretendía plantar en su área del jardín que le correspondía y la encontró por supuesto.

Estuvieron cada una plantando su respectiva planta que no percibieron que en el centro del encantador jardín algo nuevo e inusitado iba creciendo, al principio era una semillita que asomaba una que otra pequeña hoja , después se transformó en una menuda y mullida alfombra la cual se fue desplazando por las escaleras hasta florecer como el caudal de una cascada de florcitas de tonos rosados. Las hermanas se acercaron a observar el acontecimiento inusitado precisamente en la parte media de sus preciados jardines.

El olor perfumado y subyugante que producía tan especial planta las sacó sin remedio de sus pensamientos y elucubraciones, no podían dejar de olisquear la esencia almibarada que despedían aquellas flores tan pequeñas, las tenían completamente hechizadas, tan sumidas estaban en tal embeleso que no se percataron que entre la mullida alfombra, una pequeña flor un poco diferente al resto, que era la más grande y abultada, iba creciendo y creciendo que parecía que nunca iba a parar, hasta que finalmente lo hizo y abrió sus pétalos dejando ver dentro de sí una hermosa niña, ni nívea, ni bermeja, era un ser envuelta en una gama de tonalidades y matices rosados. Así llegó a su vida la tercera hermana: Rosa la reina de las flores.

Rosa no vivía en los extremos y gustaba de ambas preferencias de las hermanas llevándolas a un plano donde existía una mediación entre un mundo y otro de aficiones. Les enseño un universo lleno de tonalidades donde se puede jugar con varios colores

Con el tiempo Bermeja se casó con un níveo y Nívea con un bermejo y así ambas quedaron compensadas. Rosa quien trajo al  hogar la calma enseño con su dotes que no existen sólo los extremos y los llevó a contemplar su mundo rebosante de matices. Sus hermanas junto con sus adorados plantaron también al centro del jardín un injerto de flores rojas y blancas para unir el centro de sus preciados jardines igual que la alfombra rosada de su querida hermana pequeña.

Rosa aún no elige a su compañero pero su mundo de gamas y tonalidades le ha dado el don de elegir entre un ejército de pretendientes o galanes matizados. 

Yolanda de la Colina Flores
31 de diciembre del 2010  
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