viernes, 19 de julio de 2013

EL GORRIÓN DE ESTÍO



La nena no le creía
cuando le dijo al oído,
que era tan solo un gorrión
que la veía día tras día.

Que su tiempo preferido
era por cierto el estío,
cuando caían las hojas
y volando iban al río.

Cuando su piel amarilla
perdía el verde que portaban
y sus tonos ambarinos
en bermellón transformaban.

También dudó cuando dijo
que él por siempre la amaba,
pues veía que todo el tiempo
él con las hojas jugaba.

El gorrión se transformó
y en niño se convirtió,
quiso mostrarle su amor
y a su árbol la invitó.

Ahí montó dos columpios
y en ellos se columpiaban
y mientras más se elevaban
las hojas mejor danzaban.

Con el vaivén de las hojas
de a poco la enamoraba
y ahí fue la más dichosa
con lo que él le prodigaba.

Yolanda de la Colina Flores
16 de abril del 2013


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