En
mi ventana puedo admirar las cosas más excelsas,
la
creación del Señor, el universo entero,
las
flores con diseños y colores jamás irrepetibles,
insectos
y criaturas increíbles de formas caprichosas
Las
aves que me cantan conciertos sin una partitura,
miríadas
de gotas de rocío filigrana de insuperable joyería,
la
dulce ducha de natura que baña los sentidos,
preciosa
lluvia de lúdicos romances y risas de los niños.
El
cielo que cambia vestimentas según a él le apetezca,
en
regio y nocturnal ajuar de estrellas ribeteado,
en
un buen camuflaje de estratus, cirrus o de nimbus.
o
en su fusión eterna de encuentros con el sol.
La
brisa matutina trasporte de perfumes,
de
la tierra mojada, de frutos o de mieles,
de
aromas de cimientes y harinas tamizadas,
de
los dulces olores de hogazas y un buen té.
Los
ruidos caprichosos del mundo que despierta,
la
nítida estridencia de noches de desvelos,
la
que se desvanece lento en tenues cuchicheos,
para
volverse luego murmullo de los sueños.
Tus
pasos en la acera que arriban al hogar,
la
convicción certera de tu presencia al fin,
y
cierro esa ventana que muestra el orbe entero,
para
sólo recrearme en la bella ventana sublime de tus ojos.
Yolanda
de la Colina Flores
27
de agosto del 2012
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