Como
obra musical,
un
día al mar ella arribó,
y
Dios de presente le dio,
todo
un portento de voz.
Aunque
en el ártico está,
no
se le apaga la voz,
porque
su buen corazón,
le
proporciona calor.
Cual
toda coloratura,
tiene
extenso repertorio,
de
las óperas excelsas,
que
se escuchan por ahí.
Y
esta princesa soprano,
tiene
un coro de ballenas,
con
dos voces masculinas,
y
una contralto sin par.
Pero
no hemos de olvidar,
a
un cetáceo pequeñito,
con
dulce voz de barítono,
y
un encanto sin igual.
Los
dos cantantes varones,
se
aplican la mar de bien,
más
los dos no son tenores,
porque
uno bajo es.
Y
se montan unas arias,
en
lo profundo del mar,
sus
voces van con las olas,
esparciéndose
en el mar.
Y
las olas las transportan,
por
los confines del mar,
y
en playas las depositan,
al
romperse en arenal.
Cuando
emigran en verano,
la
princesa emigra igual,
y
siguen montando coros.
en
lo cálido del mar.
Y
las gentes del lugar,
piensan
que canta la mar,
pero
son estas belugas,
y
ésta princesa especial.
Por
las aguas de los mares,
navega
bien Turandot,
se
escuchan tonos de Aída
y
también de la Bohëme.
Con
Lucía de la Lammermoor,
se
van meciendo las aguas,
y
con Madame Butterfly,
se
hacen olas en el mar.
Y
así navegan las notas,
con
la ópera en vaivén,
y
por todos los océanos,
se
oyen arias en tropel.
La
princesa y las belugas,
son
muy felices así,
porque
saben que hay un dicho,
que
bien dicen por ahí:
“El
que la ópera escucha,
siente
que su soledad,
sin
aparente razón,
de
pronto poblada está”.
Yolanda de la Colina Flores
27
de agosto del 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario