Esta hawaiana princesa,
le
han puesto el nombre del mar,
a
ella le agrada surfear,
y
en grandes olas planear.
Para
ello no usa tabla,
ya
sean shortboards o longboards,
mucho
menos un kneeboard,
ni
artefacto similar.
Ella
utiliza su cola,
para
erguirse en un take off,
y
girando en torbellino,
se
zambulle en botton turn.
Para
ello la acompañan,
las
flores de Molokai,
y
hacen reentrys y cutbacks,
con
destreza sin igual.
También
maniobras aéreas,
snap, hang five y hang ten,
y
al final ellas terminan,
con
un tubo singular.
Y
navegan entre olas,
ya
sean labio o una pared,
y
se cuelan por los huecos,
hasta
una ola al romper.
Luego
agarran otra ola,
y
se suben por el brazo,
para
llegar a la cresta,
y acabar
en la orillera.
Y
se suelen divertir,
con
cosquillas de espumita,
las
que hacen las olitas,
de
consistencia fofita.
Porque
toda ola es buena,
para
danzar y surfear,
y
bañarse con la espuma
que
ellas hacen en el mar.
Y
son todas diferentes,
no
hay ninguna que sea igual,
y
la princesa lo sabe,
con
certeza singular.
Pues
se lo dijo Neptuno,
y
lo reafirma la mar:
“El
romper de cada ola,
jamás
ha de ser igual”.
Yolanda
de la Colina Flores
23
de agosto del 2012
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