En
lo profundo del mar,
reposando
y en silencio,
se
encuentra siempre soñando
la
tierna princesa Ariven.
Dulce
durmiente princesa,
a
quien le gustan los sueños,
donde
plasma sus anhelos,
rodeados
de espuma y mar.
Los
peces que la rodean,
velan
por su dormitar,
y
la cubren con mantitas,
hechas
con algas del mar.
Sus
bellos largos cabellos,
vuelan
entre sus ensueños,
siempre
se mecen al ritmo,
que
marca su respiración.
Tiene un tatuaje en la frente
y
también en ambos brazos,
que
denotan el linaje,
al
que ella pertenece.
Viene
de otra región,
y
navegando entre siestas,
dejó
atrás sus bellos lares,
que
ella añora entre pesares.
Por
ello pasa dormida,
en
una eterna modorra,
recordando
los lugares,
de
sus más preciados mares.
Sueña
en volver a mirar,
a
sus hermanos y padres,
en
volver a degustar
los
platillos de su madre.
En
eterna narcolepsia,
ella
regresa al lugar,
donde
con tierna inocencia,
ella
aprendía a nadar.
Y
no tiene pesadillas,
su
profunda somnolencia,
sólo
crea cosas bellas,
a
la cariñosa niña.
Ella
piensa sin dudar,
que
navegando dormida,
muy
pronto ha de llegar el día,
en
que esté con su familia.
Pues
se lo dijo mamá,
y
ella lo afirma con creces:
“Que
los sueños muchas veces,
al
hogar suelen llevar”.
Yolanda
de la Colina Flores
17
de agosto del 2012
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