Ella
vino de Finlandia,
donde
el agua helada está,
los
cálidos climas busca,
por
ello en trópico está.
Ahí encontró unos amigos,
solitarios
en verdad,
por
sus pinchos puntiagudos.
a
nada podían jugar.
Peces
globos singulares,
o
puercoespín de la mar,
que
se inflan como nadie,
para
el temor desechar.
Como
son muy pequeñitos,
con
agua o aire se inflan,
multiplican
su tamaño,
para
del miedo escapar.
Y
así inflados y rollizos,
y
con pinchos recubiertos,
es
difícil que en la mar,
alguien
los pueda tragar.
Pero
les gusta la playa,
y
ahí quieren retozar,
con
paciencia la princesa,
les
va enseñando a jugar.
Y
con tenues resoplidos,
juegan
con lindas pelotas,
con
burbujas y chasquidos,
ellas
flotan en las olas.
Cuando
ya no pinchen más,
a
las pelotas vistosas,
a
la playa sin dudar,
se
irán con prisa a jugar.
La
princesa se divierte,
con
estas dulces criaturas,
y
no le importan sus pinchos,
ni
apariencia singular.
Porque
son tiernos y bellos,
con
un alma singular,
y
con pinchos afilados,
son
su guardia personal.
Y
aunque está lejos de casa,
muy
bien protegida está,
porque
ella supo mirar,
más
allá de su disfraz.
Pues
se lo dijo su abuela,
y
ella lo ha de confirmar:
“Que
en amistades a veces,
suele
engañar la apariencia”.
Yolanda
de la Colina Flores
25
de agosto del 2012
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