Cuando no se tienen dineritos a quien les
ha tocado en suerte tutelarnos no pueden mandarnos a las escuelas, colegios, o
institutos que quisiéramos.
Esto le pasó a Jolinda (se llamaba así
porque jo! Que linda que era!) que debido a la pobreza en que nació, no pudo ir
al colegio de brujas.
Jolinda se quedó desde muy pequeñita sin
padres, por lo que tuvo que irse a vivir y ser educada por su tía
Nomeacuerdodená, que de joven era medio despistada y al final se volvió una
especie de niña madura mandando al baúl más profundo de su mente todos sus
recuerdos.
Con este panorama Jolinda no pudo
aprender casi nada de magia y hechicería y para más INRI tuvo que ponerse a
trabajar desde muy temprana edad, consiguió con suerte un trabajo que le
producía bienestar, que era fabricar las escobas de las brujas que vendían en
los escaparates para las fiestas de halloween.
Le encantaba ir por los bosques y recoger
las varitas y ramitas que encontraba en los senderos con los cuales construía
unas hermosas y bellas escobas para esas brujas de ornamento, las cuales
decoraba con bayas, muérdagos y secas florcillas. Al final les daba un tinte
especial con un soplo de la poca magia que sabía, lo cual les daba un acabado
brillante como si hubiesen sido finamente recubiertos de fino polvo de oro.
Un buen día un pariente lejano le
obsequió una escoba usada para surcar los cielos. Bueno, ahora Jolinda ¡tenía
un problema superlativo! Nunca había aprendido a conducir y además para hacerlo
tenía que tener un título de bruja y hasta ahora su situación no se lo había
permitido.
Pero el mundo avanzaba y había escuchado
por ahí que ya había cursos por internet, los cuales además eran sumamente
baratos, de tal manera que sentada frente a su vieja laptop, mientras acariciaba a uno de su dos gatos color aqua, buscó en
la web una escuela apropiada a su bolsillo y
mediante una serie de cursillos on line ,
aprendió encantamientos, nigromancia, ungüentos y brebajes, lucha contra las
artes oscuras, artes, hechizos y control de magia y por supuesto tripulación de
escobas.
Después de seis meses que le parecieron
una eternidad, recibió su título por correo certificado. Estaba tan feliz que
su alegría se desbordaba por las ventanas, abrió el sobre con dedos temblorosos
y cuando por fin vio el diploma que acreditaba su titulación, su sorpresa fue
mayúscula. Leyó su nombre cuidadosamente escrito con letras muy grandes y
debajo de éste con letras más pequeñas e impresas decía: Diploma de Bruja de
Segunda.
De inmediato llamó a la escuela, pero no
pudo remediar nada, las escuelas en línea sólo podían dar títulos para brujas
de segunda, las de primera sólo se les daba a quienes acudían a los colegios
institucionales de brujas y para ello tenía que estudiar por lo menos diez
años.
Jolinda no se desanimó, antes bien,
aprendió que cuando se contrata algo en la web
también es importante leer la letra pequeña. Con lo que sabía se aprestó a
sacar su escoba y empezó a tratar de tripularla, pero de nada, ningún conjuro,
ni pensamiento servía de nada, ésta no se movía ni un ápice.
Nuevamente llamó a la escuela, pero de
acuerdo a lo que le informaron, estaba haciendo todo correctamente, así que
entonces se avocó a llevar la dichosa escoba al taller de reparación y ahí con pena le informaron
que la escoba ya no servía, que de vieja había perdido su propulsión para
arrancar. Los carburantes mágicos que poseía poco a poco se habían ido
desgastando y era mejor convertirla en combustible de chimeneas o de hogueras.
Jolinda se fue con su escoba y para
mitigar su tristeza y desazón enfiló sus pasos hacia el bosque y ahí después de
un largo rato, encontró una rama que parecía adecuada para sustituir una que ya
estaba rota, la acción se volvió repetitiva hasta que la escoba tenía todas las
ramas y varitas nuevas, ha Jolinda le pareció que ésta ya no se veía tan mal y
como por instinto sopló sobre ella
y la baño con un polvito de oro.
Estaba cansada de tanto caminar, así que
quiso sentarse a descansar posándose en la rama de un árbol muy baja y larga,
la cual parecía haber sido creada como una especie de banca para los cansados
paseantes del bosque, soltó la escoba con el propósito de recargarla sobre el
grueso tronco del árbol, pero ésta de inmediato flotó y quedó suspendida en el
aire en forma horizontal como esperando que alguien la montara.
Jolinda estaba estupefacta, pero eso no
le impidió posarse sobre ella, acomodó sus faldas tornasoles tachonadas de
lunas y estrellitas, acomodó su sombrero siempre a juego con su vestimenta, se
afianzó al mango y su mente se centró en volar al unísono con ella, la escoba
comenzó al remontar un suave vuelo y lentamente la fue elevando hacia el cielo.
Jolinda no sabía cuantas horas estuvo por
ahí surcando la bóveda celeste, practicando diferentes tipos de vuelo entre las
nubes, contemplando todos los bellos parajes que amaba desde las alturas, hasta
que el sol comenzó a ponerse y entonces se elevó aún más para contemplar de
cerca las estrellas y la luna que tanto tiempo observó arrobada desde su
ventana, por ahí estuvo sobrevolándolo todo hasta presenciar el nacimiento de
un nuevo día, una vez que el sol asomó toda su faz, lentamente bajó y posando
sus pies en el suelo, entró en casa dándole un beso sonoro a su escoba, para
después soltar una dulce y cristalina carcajada.
Aunque estaba desvelada, Jolinda no
sentía sueño, ni estaba cansada, en su cabeza bullía una idea, así que se baño
y se acicaló y tomo una pequeña maleta con ruedas con la que día a día recogía
varas y ramitas del bosque y con las cuales iba fabricando un sinnúmero de
escobas, todas diferentes en tamaños, colores y ornamentos, al final les daba
el consabido soplo, después una pequeña prueba de vuelo y ya está.
Posteriormente se avocó a cambiar la apariencia del garaje de su casa,
para ello utilizó uno que otro encantamiento aprendido y no paró hasta
convertirlo en una preciosa tienda dispuesta para la venta de escobas y otros
enseres brujeriles, como lámparas que a la vez
que te iluminan cantan, o cuando se apagan te cantan una nana hasta que te
quedas dormido, o sillones que te mecen en sus brazos, o candelabros capaces de
recrear toda una representación pirotécnica dentro de una habitación sin dañar
nada, o tal vez un espejo que te muestra diversos tipos de peinados y color de
cabellos hasta que elijas el look que deseas portar.
Jolinda estaba feliz por fin había
encontrado su quehacer en esta vida, y se complacía en él, ahora podía visitar
a su tía Nomeacuerdodená, en aquella residencia donde ahora la cuidaban manos
expertas, para que con sus hechizos tergiversados no se hiciera ni hiciera daño
y de cuando en cuando, según se lo permitieran, llevarla por ahí a surcar los
cielos, entre vientos y entre nubes, en una escoba especial a la que acopló una
especie de sidecar, para que desde ahí irónicamente olvidara su recuerdofagia al contemplar los lares en los que solía viajar cuando era niña.
Y ahora puedes contemplar la tiendita de
Jolinda, donde se aprecian varios modelos de escobas fabricadas por ella, a la
cual sin reparo y con letras grandes ha colocado un enorme anuncio que dice:
“La Bruja”, vehículos de transporte. Y ahí en uno de los escaparates, si te
fijas bien, verás su diploma enmarcado al cual ha agregado algunos signos y
letras y ahora dice:
Diploma de bruja de segunda? Ja!
Yolanda de la
Colina Flores
31 de octubre del 2012
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