martes, 10 de mayo de 2011

MADRE, MI REFLEJO EN TUS OJOS
























Puedo ser la rapaza mas pringosa,
con mis cabellos en jirones al viento
trepada en la maleza de un arbusto,
portando parche al ojo y mano cual visera,
buscando al horizonte un buque imaginario
con apañado y tosco arcaico catalejo.

Aventurándome con mis cofrades de sangre
a ser un forzado y amanerado filibustero,
secuaz por un instante de épicas batallas
engrosando mis féminas voces pueriles
al grito de ¡rendíos, ¡mal rayo les parta!
o un débil pianoforte de ¡al abordaje mis valientes!

Puedo ser la pequeña más mugrosa
creando menjunjes y tamices de lodos,
para pintar paredes en dulces terracotas
ocres y bermellones que se vuelven marrones,
sepias descoloridos, matices con castaños,
sienas claros oscuros y tonos gris marengo.

Y en esos febriles balbuceos pictóricos,
engendro sobre mis vestimentas otras
fabricadas con arcilla, turba y arena,
fertilizadas tierras y calizas piedrecillas,
adornos de piedritas y hojas fosilizadas,
mascarillas de barro y afeites de natura.


Pero al girar mi rostro a tu llamado
me miro en un reflejo de una retina amante,
y no veo la pringada, tampoco la mugrosa,
me observo cual princesa cuidada por vasallos,
con trajes majestuosos y joyas impensables
y coloreo mis lienzos con magistral destreza.

Y soy la más hermosa, la más linda criatura,
radiante cual Selene y lucero rutilante.
Tus ojos me devuelven lo que yo quiero ser
porque tu amor materno me envuelve de esplendor
y es tu dulce mirada la que me vuelve bella.

Yolanda de la Colina Flores

10 de mayo del 2011
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