domingo, 5 de septiembre de 2010

EL CLUB DE LOS MIEDOSOS





Pocholo, Pique y Piolín se han juntado por varias cosas, primero debido a que sus motes empiezan por la P los llaman los Pipipi, que no es nada para vanagloriarse porque en su pueblo les llaman así a aquellos que se hacen pipi en la cama.

Después porque al ser un poco, los raros del lugar, se han unido tal vez involuntariamente o porque la inercia de su situación los ha llevado a ello y han formado un club en la copa de un olivo en donde han hecho una maravillosa e increíble casita de madera a la cual suben por una escalerilla “tembeleque”. Por ella no tienen miedo a trepar y de ello se sienten orgullosos ya que ellos tienen miedo a tantas cosas que la tinta que hay en su pueblito no alcanzaría a describirlos.

Los Pipipi son conscientes de estos miedos y por supuesto no quisieran vivir con ellos y entre sus más grandes anhelos está el llegar a vencerlos. ¡Cuidado! No debemos pensar ni por un momento que estos chiquillos miedosos son tontos. Tienen para envidia de sus compañeros las más altas notas en la escuela y por lo cual ellos no comprenden como es que tienen estas fobias.

La casita del olivo ha venido a ser el diván psiquiátrico de estos pequeñuelos y allí los tres desembuchan uno a uno todos sus temores, se apoyan unos a otros y se dan un sinfín de consejos y consejas pero ninguno ha logrado vencer lo que toda su vida los ha mantenido aterrados.

Como asumen su situación con resignación su club se denomina sin miramientos “El Club de los Miedosos”, claro que eso, solamente ellos lo saben. Ya han ideado muchas formas para vencer sus temores, pero desgraciadamente ninguna les ha funcionado.

Lo más curioso queridos amigos es que los miedos de estos Pipipi, no son los que ustedes creen, no le temen a los monstruos, ni a los zombis o vampiros, es más disfrutan con singular alegría todas las películas de terror, suspenso o intriga de las cuales tienen una enorme colección y después de sus terapias grupales disfrutan siempre una función de las mismas con una excelsa dotación de palomitas.

Las casas abandonadas, las cuevas, y cementerios son sus lugares preferidos de reunión, son expertos en conjuros, en caminar entre nieblas sofocantes en bosques densos de vegetación y solitarios de hombres, conocen a la perfección como lidiar con los seres de inframundo o aliens evolutivos.

¿Entonces que será a lo que le temen estos pequeños que no sobrepasan la decena de años?
Lo que provoca sus húmedos sueños propios de su edad son las cosas que algunos no podríamos ni imaginar porque son tan complejos y sencillos a la vez.

Los miedos, lo terrorífico, las fobias, eso que los corroe está y navega en aguas profundas que irremediablemente moja el colchón bien protegido por sus respectivas madres que ya hasta andan ideando en crear una empresa de sábanas desechables. Esos temores se adentran en la mar profunda e inaccesible de la noche y se esconde entre algas inmensas y corales infranqueables para estos pequeñines.

Las terapias no les funcionan, todo lo que han ideado para escapar de ello ha sido inútil, por más tretas y artilugios que hayan creado para huir de ellos, les ha sido imposible combatirlos, y aunque lean y relean tratados en bibliotecas sus batallas y peleas han resultado escaramuzas que les han llevado siempre a la derrota.

¿Porqué tan ilustres estudiantes no pueden vencer sus miedos, porqué no pueden vencerlos si en un tris los tres enfrentan problemas matemáticos con absoluta destreza ? Si se conocen de todas las materias los más recónditos secretos y no hay quien los pille cuando se les cuestiona sobre cualquier tema y siempre salen avante ¿Porqué no pueden salir airosos al enfrentarse a su más terribles temores?

Tal vez porque los miedos están en otro universo, ese que no podemos controlar, ese que por más esfuerzos que hagamos nos toma siempre en sus brazos, ese que por más refresco de cola que tomemos nos envuelve poco a poco y aunque no queramos nos va cerrando los párpados y aflojando el cuerpo dejándonos a merced de todo lo que nuestra mente desee crear y nos lleva irremediablemente al infranqueable mundo de los sueños.

Es ese mundo que nos toma por sorpresa y nos puede mostrar nuestros más queridos anhelos pero también lo que más tememos. Los pequeños no pueden hacer nada contra ello y por más que intenten huir cada noche sin poder evitarlo se adentran en ese mundo y se la pasan huyendo de sus temores secretos. Pero en las historias dicen que siempre hay un vuelta de tuerca, ¿será que nuestros Pipipi lograrán encontrar la llave para hacerla por fin girar?

Al salir del colegio y entrar en el estanquillo de revistas, diarios y pasquines, los tres a un tiempo han leído un pequeño título de una sección de primera plana de un diario especializado en psicología , un titular que si no es llamativo le ha dado una vuelta a la cuestión, el trío al unísono repite una y otra vez : “Enfrenta a tu Monstruo”.

¡Claro! ¿Cómo no haberlo pensando antes? Siempre se la han pasado huyendo de él, ¡había que enfrentarlo! ¡Y no huir como un “mariquita”!, ¿Cómo hemos sido tan tontos? si otras cosas las resolvemos tan brillantemente!!! ¿Será posible?

Nuestros modestos protagonistas si que han encontrado una luz, pero… Aquí viene la cuestión ¿cómo enfrentarlos? Y lo más importante una vez que ideen como hacerlo ¿cómo controlar el hacerlo en el mundo de los sueños? Ah…….. amigos…..

Bueno, primero, lo primero, a idear como enfrentarlos y después ya solucionaremos la segunda cuestión. Sus materias grises empiezan a trabajar a velocidades insospechadas y en el camino a la casita del olivo van ideando mil estratagemas para lidiar y vencer al enemigo.

Sentados en un semicírculo, los tres con las miradas parecen estar llegando a las mismas conclusiones y Pocholo al ser el mayor empieza a dar los pormenores de la primera fase del plan, los otros dos le secundan asintiendo a sus proposiciones solo con la cabeza.

El plan reza así: no hay que ser temerarios irán abatiendo un monstruo a la vez, y vencerán a tres de ellos, uno por cada chiquitín, aquel al que más temen, así que tres noches se quedarán a dormir en la casita del olivo; una vez que sus padres crean que están durmiendo saldrán por las respectivas ventanas de sus habitaciones y se reunirán en la base de su club.

Una noche Pocholo librará la primera batalla por ser el mayor, aunque solo sea por un día mayor que su sucesor, después le vendrá el turno a Pique y finalmente a Piolín que es el más pequeñito de los tres.

Por supuesto Pocholo tendrá que entrar en sueño profundo para llevar a cabo su enfrentamiento más temido, los otros dos deberán vigilar su sueño y cuidar que no le despierte nada, para no caer en brazos de Morfeo Pique, cómo buen hijo de inmigrantes mexicanos, llevará una lata grande de chiles Jalapeños, bien picantes para que cada vez que el sueño intente vencerles ellos morderán el picante pimiento a fin de mantenerse despiertos; es importante no olvidar en la empresa llevar cada noche una buena caja de pañuelos desechables, además de las armas específicas que cada quien llevará para enfrentar a su monstruo.

La descripción de los pertrechos para las batallas de cada uno de ellos lo dejaremos para el momento crucial, porque hay un asunto más importante que resolver. ¿ Cómo controlar que dichos pertrechos lleguen al mundo de los sueños?

Después de rumiarlo mucho la respuesta vino muy fácil a nuestros pequeños amigos, tratando de vencer sus miedos ellos han ideado muchos métodos y entre literatura y literatura que ha caído en sus manos, tienen un tratado de hipnosis que ellos aseguran dominan a la perfección; así que mediante este método se convencerán a si mismos que llevan dichos pertrechos en el momento de entrar al mundo de los sueños. ¿Cómo es que pueden convencerse sin lugar a dudar de ello y no de que ya no temen a sus monstruos más terribles? Pues no lo sabemos y de nada sirve el cuestionarlo, la historia es así y no la podemos cambiar.

Durante varios días y múltiples sesiones se van auto convenciendo que al entrar al mundo de sus sueños llevarán las armas que requieren para combatir aquello que más temen y cuando lo creen plenamente, comunican entre sí que están listos para la acción.

La primera noche ya está aquí y Pocholo se prepara para enfrentar a su monstruo, camino a la casita del olivo tiembla y no hace frío, suda copiosamente y tampoco hace un calor tan agobiante que justifique su sudoración, sin embargo él está decidido y avanza con paso firme, al subir la escalerilla un pié parece trastabillar, Pocholo se afianza y sube hasta la casita, sus compinches no menos nerviosos ya están ahí.

Han terminado las pláticas banales tratando de evitar la llegada del inminente sueño, se les han acabado, los bostezos y posiciones incómodas les empiezan a invadir, para Pique y Piolín ha llegado la hora de ingerir el primer Jalapeño y buen trago de refresco de Cola, las lágrimas no han aparecido afortunadamente, entre risas y sofocos se sientan junto a su amigo al que la penuria en los labios y lenguas de sus compañeros no ha espantado el sueño, se acurruca, no sin temor, y al paso de las horas empieza sin remedio a entrar en período de ensoñación.

Según pasan las horas Pocholo navega por las diferentes etapas del sueño, por el movimiento en sus párpados, ambos amigos saben que ha entrado en fase rem, saben también por ello que el sueño pronto acabará y que tal vez en breve despertará ; afortunadamente no han tenido que comer muchos jalapeños y solamente Piolín a necesitado utilizar alguno que otro pañuelo desechable para enjugarse las lágrimas.

Nuestro primer héroe va despertando y al abrir los ojos una sonrisa invade su rostro, sus compañeritos sonríen también, saben que Pocholo ha vencido y le palmean la espalda y ¡vamos a chocar los 5! Que todo ha salido de maravilla, ahora sus “amiguetes” quieren saber cómo ha sido la batalla y sobre todo como ha salido avante de ella.

Ahora antes de que amanezca, Pocholo empieza a contarles con lujo de detalles su increíble viaje: Y les narra que se ha adentrado en un profundo bosque, al principio le parece lóbrego y oscuro, pero poco a poco descubre que la espesura es normal como cualquier paraje arbolado pero de noche, no hay nada siniestro en él. Su mirada se empieza a familiarizar con las formas y van apareciendo los colores, además de los múltiples troncos y ramajes descubre una miríada de follajes y flores. También le sale al paso un ejército de luciérnagas y el paisaje se vuelve aun más bello, su pequeño rostro se ilumina con una sonrisa al descubrir lentamente el inusitado paraje. Pocholo les narra que incluso llegó a olvidar su propósito al adentrarse en el sueño y se preguntaba posteriormente si no sería un especie de escudo de sus miedos y que a fin de no desaparecer engañaba a su inconsciente para que él no pudiese enfrentar a su monstruo y liberarse por fin de él.

Tan encantado estaba en aquel hábitat que durante un período largo de tiempo se dedicó a admirarlo y disfrutarlo ya que había clases herbolarias y botánicas que jamás había visualizado en su mundo cotidiano. De improviso un calor extraño lo invadió y esta sensación se iba poniendo paulatinamente más álgida. Un sudor helado corrió por su rostro, eran como copos hirientes de nieve que al tocar su piel se derretían causándole un dolor como si ligeros pinchazos se clavaran en su faz y la ira lo invade. Lo comprendió de repente, lo más temido se acercaba a pasos agigantados e iba consumiendo a su paso el precioso boscaje.

A los pocos segundos lo tenía ahí ya frente a él, podía sentir su candente aliento como si fuera el suyo y al tratar de tomar aire para respirar de forma más normalizada, la temperatura de este le calcinaba todo su aparato respiratorio de tal forma que algo viscoso y caliente emanaba de sus fosas nasales, trato de detenerlo con la mano y al sentir su textura se percató de inmediato que era sangre, las peleas ocasionales con los enemigos del “cole” le habían hecho un experto hematólogo. Nunca había tenido tan cerca de su enemigo, podía ahora visualizar sus formas exotérmicas y entre la reacciones químicas que le mantenían vivo, acertó a distinguir formas que le identificaban como un ser, tenía extremidades claramente definidas y en lo que parecía su cabeza distinguía un rostro horripilante con fauces y ojos indescriptibles.

Sin querer estaba haciendo lo que en sus planes él y sus amigos habían decidido, observar a su monstruo para poder reconocerlo e identificar si fuese posible sus debilidades, Pocholo no sólo lo estaba enfrentando y resistiendo, sino que al someterlo a sus revisiones analíticas había olvidado la ira que el ser le produce y el calor extenuante y sofocante que el ser le provocaba, el cual siempre acallaba con una descarga nocturna de su vejiga disipando sus temores sobre el colchón. Bajo sus ojos auscultatorios, el rostro de su ente iba tomando otras formas y después al mirarlo con más detenimiento pudo percibir otras cosas. El ser que tenía enfrente no era un adulto, sus movimientos y actitudes se lo confirmaban ahora, ¡Era un bebé de fuego!

Pocholo, pudo ahora secarse el sudor de la frente con el dorso de su brazo derecho y con el izquierdo limpiarse la nariz. El gigantesco bebé se le acercaba y ahora él comprendía que lloraba desconsoladamente, los chispazos que de él emergían no eran sino sus candentes “lágrimas”. Aún así, Pocholo sabía que el ser aunque fuese un pequeño podía hacerle daño y si no conseguía quitarle la rabieta que le hacía sollozar de esa manera, ¡estaría acabado!.

Recordó de inmediato que en su mente llevaba los pertrechos de guerra y unos eran sin lugar a dudas su memoria e imaginación, elaboró miles de conjeturas sobre los estados de ánimo que provocaban los berrinches inusitados de todos los críos pequeñitos que conocía, sobre todo cuando caían sin remedio a la exposición inusual del sol. Y a su mente vinieron miles de imágenes, ahora tenía que hacer tangible dentro de su sueño la idea más apta para este evento, llevó su mano derecha a la parte posterior de su cuerpo y cruzando los dedos índice y cordial empezó a cristalizar su idea hasta que su idea adquirió forma en su puño, lo asió con todas sus fuerzas pero con delicadeza, no podía resquebrajarlo o dejarlo caer, el ser de fuego se acercaba más a él y ya casi lo tenía encima cuando con mano temblorosa le mostró a la criatura lo que su mano contenía, de repente los gimoteos pararon y el nene alargó su mano, cuanto más cerca estaba sus llamas se iban empequeñeciendo hasta quedar reducido en el bebé mas hermoso que el chiquillo hubiera visto. Estaba ahí sentadito saboreando con fruición el delicioso cono de helado que Pocholo le había proporcionado. El chico a vencido su irá convertida en un ente de fuego.

Toca el turno a Pique y sigue mas o menos las mismas fases de ensueño de su predecesor, lo único que cambia es el panorama, el mundo de sus sueños es una especie de Zoológico donde sus moradores se encuentran libres de jaulas o de barrotes, la alegría lo invade a regresado a Africam, uno de los lugares más amados por él en su patria, en Valsequillo, Puebla. Pique se va perdiendo en el sueño subyugado por sus juegos con cebras, jirafas, leones y tigres, entre muchos otros, se siente Mowgli y conversa con todos ellos, ríe desaforadamente a carcajada limpia. Lo encontramos de repente montando una silenciosa pantera y al rato jugando a las escondidas con una banda de orangutanes o cantando a coro con una manada de lobos. De repente un sentimiento se va apoderando de él. Comprende que en breve tendrá que dejar a todos sus fieros amigos y no jugará más con ellos, y estará de nuevo en una tierra que no es la suya donde es un inmigrante. Y una lágrima empieza a asomarse por el rabillo de uno de sus ojos y con ello una incipiente necesidad de ir a orinar.

Esta ahí dejándose dominar por aquello que le aqueja y no a escuchado los sonoros barridos de un enorme paquidermo africano que se encuentra a sus espaldas, el cual encolerizado empieza una carrera mortal hacia donde está nuestro pequeño amigo; afortunadamente éste reacciona rápidamente y el trotón de carne y hueso le ha pasado rozando por un pelo. El grandioso Elefante patalea y arremete contra lo que se le ponga a su paso y alza al viento su larga trompa barritando y ensordeciendo a todos sus compañeros de Africam, su apariencia es impactante, su clamor terrible, su enojo podría acobardar a cualquiera y Piqué estaba así, incluso le pareció escuchar el ruido que sus rodillas hacían al chocar entre sí; pero, tratando de borrar su lágrimas que antes de la aparición de tan temible animal ya asomaban a sus mejillas, empieza a visualizar al proboscidio y el incipiente llanto se va transformando en una sonrisa que culmina en una soberana carcajada. ¡Pero si es color de rosa!

Pique logra contener su risa y se acerca poco a poco al elefante y ahora el miedo que antes le producía va cediendo, su singular color parece haberle quitado la fiereza y hasta parece tierno. Se atreve a acercarse aún más y finalmente con voz entrecortada le pregunta que le pasa. El gran paquidermo le cuenta sin ningún reparo sus cuitas: hoy no ha venido ningún niño a traerle nueces como todos los días y eso le pone furioso, y empieza a calentarse de nuevo en su furia, ya está a punto de emprender otra pavorosa galopada, cuando Piqué con las mismas armas de su amigo, logra cristalizar sus pensamientos y con una de sus manos busca en sus bolsillos la tan preciada salvación, ¡ahí están las nueces que necesita! y se apresta a darlas al temerario animal, este a cesado el incipiente correteo y se acerca olisqueando lo que el “chamaco” le ofrece. Las toma con su trompa y con deleite se las empieza a comer, después de un largo rato se las ha terminado y saboreándose le pregunta al niño con cierta displicencia que de donde ha obtenido esas nueces azules, el pequeño le responde entre risas que eso no debe importarle, ante un paquidermo rosa ¿qué tienen de raro las nueces azules? Pique ha vencido también su tristeza convertida en un enorme elefante,

Por fin toca al más pequeño y éste no logra conciliar el sueño tan fácilmente como sus antecesores. Ya está a punto de llegar el alba y el al fin logra conciliar el sueño y se adentra en el lugar que más común le puede resultar pero también es el que más ama, su hogar donde se siente protegido, ahí no llegan sus compañeros del colegio que siempre parecen atosigarle sin cesar, aunque aquellos no le tomen en cuenta el huye de ellos temiendo que algo le puedan hacer. Las paredes de su casa son poderosas e impenetrables, por eso ahí se siente el más aguerrido y valiente ser. Se la pasa disfrutando de todos los placeres que su casa le da, sus libros, juguetes, programas, ropajes y comidas preferidas y se arrellana ahí junto a la chimenea, su lugar preferido para disfrutar un buen libro, ya está ahí con el calorcito que el lar le proporciona a punto de dormirse en su propio sueño, cuando un ruidito le saca de su ensoñación, con ojo vivaz localiza el lugar donde procede… ¡No puede ser alguien ha abierto un pequeño boquete en una pared! ¡su fuerte ha sido violado!

Todo le empieza a dar vuelta, los dientes le castañean, se muerde las uñas y a punto está de mojar los cortos pantaloncillos, cuando escucha de nuevo el ruido y algo lo distrae de su miedo, su concentración una de sus armas le permite centrarse en una parte de lo que le produce el miedo, desenfocando el total del miedo. Dentro está seguro, así que si se asoma por el agujero, nada le pasará siempre estará a tiempo de esconderse, despaciosamente se va acercando y la sensación de miedo va cediendo, por el boquete ahora percibe una criatura, le asalta el miedo de nuevo y empieza la retirada mientras piensa ¡pero si es tan pequeño! Asi que regresa y le observa otro poco, ahora sabe que es y entre temeroso y nervioso, el ser le va pareciendo menos peligroso, hasta que finalmente le resulta hasta simpático, sin darse cuenta empieza a percibir un olor en el bolsillo de su camisa, tantea lo que contiene y con una gran sonrisa ofrece un buen trozo de gruyere al pequeño roedor al que después con ternura acaricia. Piolín ha salido victorioso en la difícil lucha de enfrentar sus miedos, descubriendo que éstos a veces resultan ser tan pequeños como un insignificante y diminuto ratoncillo.

Nuestros héroes han superado con sus armas de niños las pequeñas luchas que los habían convertido en Pipipi, ahora han cambiado su nombre porque desde ahora son un poco mayores, ya no mojan las sábanas y han crecido un día más en su vida, pero años luz en sus sueños.


Yolanda de la Colina Flores.

1 de enero del 2010
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