lunes, 7 de noviembre de 2011

MIMETISMO


A Mimi le agrada mucho visitar museos, es una de sus pasiones y siempre que puede disfruta de esta afición, siempre busca y rebusca en los diarios si hay alguna nueva exposición que ver en cualquier lugar donde se encuentre.

Dentro de todas las cosas que puede exponer un museo, ella se decanta principalmente por las exposiciones de pintura, cuando por fin arriba a una de ellas puede pasar un sin fin de horas contemplándolas y esto no sería ningún problema, si no fuera porque a Mimi este tipo de representaciones le afecta de manera muy personal.

No fue así siempre, empezó poco a poco, aunque parezca raro todo tiene su origen en una película, al parecer es a partir de que ella vio “Sueños” de Akira Korosawua que quedó embelesada con el fragmento donde se observa al joven director paseando por sus cuadros favoritos de Van Gogh, ella anhela desde entonces poder adentrarse en sus cuadros favoritos y poder tocar las texturas de los mismos, disfrutar de su colorido y poder vislumbrar que hay más allá de lo que la obra pictórica nos muestra.

Como esta situación la tenía un tanto enajenada, comenzó por quedarse contemplando largas horas delante de una obra, imaginándose que podía penetrar dentro de ella, caminar en su entorno y escudriñarlo.

De esa manera imaginariamente empezó a hacer viajes ilusorios por diversos cuadros y todo era una experiencia maravillosa hasta que empezó ella misma a creer que realmente entraba dentro de ellos y con ello su fisonomía cambiaba irremediablemente, tenía la fantástica facultad de mimetizarse en cada entrada ficticia que hacía a aquellas obras de arte.

La primera vez que esto le aconteció sucedió cuando a su ciudad llegó una exposición portentosa de Rubens y al encontrarse frente a frente con Las Tres Gracias decidió hacer un largo y novelesco paseo por cada pincelada del autor. Menos mal que lleva ropa holgada, porque su ser se fue transformando poco a poco, su cuerpo se fue volviendo mofletudo y lleno de gruesas carnes, las mejillas eran ahora un sin par de regios cachetes y sus ojitos, de por si pequeños apenas se vislumbraban entre sus párpados pesados y redondos.

Cuando ella llegó a su casa y se miró al espejo, se contemplaba fascinada y sonreía de su nueva apariencia, la experiencia le encantaba, a su marido no tanto, aunque le amaba de manera absoluta, la verdad le gustaba más la apariencia anterior de su amada. Menos mal que su capacidad de mimetismo no duraba mucho tiempo, en un par de semanas Mimi recuperaba su apariencia anterior.

Con ello la experiencia se tornó divertida y ahora su amante esposo le ayudaba a buscar nuevas y nuevas exposiciones, siempre estaba a la expectativa para visualizar cual sería la  nueva apariencia de su mujer. La pasaron muy bien cuando adquirió formas lánguidas y resbaladizas con el cuadro de Persistencia de La Memoria de Dalí, o cuando su sonrisa adquirió ese dejo enigmático con La Gioconda de Da Vinci, también con los personajes fantásticos en que se convirtió al adentrarse el las obras de Leonora Carington y Remedios Varo , una de las más divertidas fue cuando fue a ver las obra de la época cubista de Picasso, adquirió tal morfología que cada vez que la miraba parecía tener una nueva cara, con ángulos y vértices diferentes, no recuerdan ya cuantos tipos de narices y bocas lograron visualizar durante el  tiempo que tuvo este aspecto. También la época de los impresionistas le dio un aspecto interesante, el puntillismo parecía sentarle muy bien.

Otros momentos no fueron tan divertidos, tal es el caso de abstractos en los que no se lograba identificar qué o cual cosa era Mimi, tampoco con los cuadros de Frida ya que salieron bigotes o como cuando se adentró el los cuadros alucinados de Goya y estuvo como una demente, con la ropa rasgada y zarrapastrosa durante dos largas semanas, su marido se consolaba pensando que por lo menos no  había hecho un viaje imaginario en La Maja Desnuda, ya que de lo contrario hubiera tenido que recluirla para ocultarla de los ojos de las chismosas del barrio.  

Dada la experiencia con Rubens hubo que prohibirle algunas veces permanecer poco tiempo en algunas representaciones pictóricas, y no hacer sus inconcebibles viajes,  como fue el caso de Botero y Lucien Freud, tampoco fue muy agradable la apariencia que adquirió con algunas las obras de Modigliani las caritas largas no le sentaban nada bien.

Y así vivía Mimi en una especie de versión pictórica de Zelig, cambiando según se le fueran apareciendo obras en su camino, pero los tiempos de transformación se iban incrementando y cuando la última vez que su representación camaleónica le duró meas de tres meses, el médico que la trataba se sitió preocupado y le sugirió que cambiara un poco de afición, por lo menos un año, entonces se dedicaron a otro tipo de visitas en otras ramas del arte.

Pero Mimi no era tan feliz como siempre y cuando pasó el año, el amante esposo ya le tenía un par de entradas para una exposición de Roy Lichtenstein y por supuesto fueron encantados, Mimi se adentró en alguno que otro cuadro, y su esposo los contemplaba y contemplaba la felicidad de ella arrobado y conmovido, pensó en nunca más privarle de esa rara afinidad, pero cuando vio que a medida que hablaba lo hacía a través de globos y en inglés, precisamente la lengua que menos le agradaba, sonrió y volvió a ver su querida Mimi y  decidió que por el bien de ambos, debían diversificar sus visitas culturales, tal vez podrían conseguir mimetizarse en otras ramas insospechadas por ellos y con ello seguramente adquirirían  una serie de vivencias memorables.

Yolanda de la Colina Flores
7 de noviembre del 2011    

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