jueves, 3 de noviembre de 2011

VISITA INESPERADA




He caminado todo el día haciendo miles de actividades cotidianas y que mensualmente se repiten, los pies están cansados, muy cansados de caminar, tanto que parecen tener vida propia y varias veces me han querido tirar.

Primero uno se torció de repente con una simple piedrecilla en su camino, después hizo que la punta del zapato chocara con la orilla de la acera y casi caigo de bruces y no contento con su actuación al entrar al banco hizo que me desplazara como la mejor patinadora de hielo en patines hasta que quedé al borde de la barra de atención a clientes donde el empleado de la ventanilla, amablemente me dijo que esperara mi turno y me formara en la fila.

Una vez terminada mi lista de quehaceres por las calles me he sentado a descansar un poco en una banca de un parque, mis pies al fin me han dejado en paz, así que he empezado a moverlos lentamente, en círculo, de arriba para abajo, de izquierda a derecha, en fin… he repasado todos los ejercicios que según algunas personas indican, son para aliviar los dolores que producen los pies cuando se han cansado de andar.

Mientras estoy con mi gimnasia de pies en el parque me entretengo en mirar a los niños y sus madres jugar, toda una galería de actividades infantiles cruzan por mi vista y sacan miles de sonrisas de mi rostro, hoy debe ser un día especial pues hay globos por doquier, unos van de las manos de los chiquitines, otros en las de los padres de éstos, algunos por allá dándose como  presentes a enamorados, adornando automóviles o bicicletas, muchos de ellos juegan a ser cometas y otros, los más variados y que en conjunto forman un ramo de esféricas flores multicolores van de la mano de los perennes globeros de las plazas.

Mis pies deben estar ahora felices porque ya no parecen tener corazón propio cada uno de ellos y no siento que me latan dolorosamente, así que me dispongo a iniciar el camino de regreso a mi hogar cuando de repente me parece ver que un hermoso y brillante globo rojo atisba detrás de un gran racimo de globos, cuando dirijo mi mirada hacia él y muevo mi cabeza para divisarlo mejor, parece esconderse detrás  de ellos.

Intento varias veces corroborar lo que pienso, incluso disimulo no estar mirándolo y por el rabillo del ojo lo he pescado in fraganti observándome, cuando cree que no lo veo, él asoma confiado toda su cabeza y me mira, tiene pintados unos profundos ojos negros que le delatan. Así pasa un largo tiempo y su insistente mirada ya no me molesta en absoluto, me he acostumbrado a ella. Sin embargo ya es tiempo de iniciar el viaje de regreso porque la distracción que me ha provocado el globo ya se ha prolongado por demasiado tiempo.

Voy caminando calle abajo  entre varios bloques de viviendas, hasta que siento que alguien me viene siguiendo muy de cerca, pero al voltear nunca veo nada, finalmente me convenzo que debe ser una invención o  imaginación de mi mente. Arribo a mi hogar y atisbo por última vez a ver si alguien me sigue, pero no, la calle está totalmente vacía. 


Después de un día laborioso y de sentirme satisfecha con el deber cumplido, me dispongo a darme un delicioso baño de burbujas, el cual disfruto acompañada de las más hermosas melodías. Decido arreglarme para salir ya que pronto será la hora del té y me gustaría tomarlo en una de esas pequeñas salitas donde venden unas pastitas de mantequilla, anís y almendra deliciosas.

Casi estoy a punto de terminar mi arreglo cuando escucho el timbre de la puerta sonar, como siempre miro por la mirilla, pero no hay nadie, cuando voy a tomar una chaqueta para salir, otra vez el timbre vuelve a repiquetear con su dulce ding, dong, la escena se repite algunas veces y entonces decido que esta vez no jugarán conmigo, atraparé al pequeño rapaz que se divierte a mis costillas  y esto lo lograré mirando desde el balcón quien toca a mi puerta.

Voy directo a abrir la puerta de balcón feliz de la vida, cuando tras el cortinaje, alcanzo a apreciar una sombra, casi estoy a punto de gritar de terror cuando alguien toca en la vidrio de ésta, no sé que hacer y por segundos me quedo petrificada, pero los toques suaves y pausados resuenan una y otra vez. Me armo de valor, respiro profundo, retiro la cortina y… ¡ ahí está frente a mis ojos, el maravilloso globo rojo!.

Muda de asombro, sin rechistar siquiera le abro la puerta, él entra y me hace una reverencia y en un vuelo lento  y elegante se aproxima a la estantería donde tengo toda la cubertería,  el posa su reflejo sobre el hermoso juego de té que mi madre me ha regalado, entiendo su solicitud y me apresuro a montar una mesita de té, de cuando en cuando me ayuda a posar las cosas utilizando para ello la maravillosa cinta roja que le engalana, cuando todo está dispuesto nos sentamos a tomar el té.

Aunque mi habla está por fin recuperada, no la necesito por que con el pensamiento nos comunicamos y me cuenta divertido que me ha seguido desde el parque, pero que nunca lo visualicé porque todo el tiempo ha ido caminando tras de mí y al girarme él hacía lo mismo. Pasamos la tarde conversando y contándonos anécdotas mutuas, me dice que está de paso y que ahora que es otoño, el viento le ayuda a viajar a infinidad de lugares y que en breve partirá a la rivera maya a pasar un cálido invierno y que al regreso pasará de nuevo a visitarme.

Antes de despedirnos yo le pregunto el porque un globo tan peculiar se ha fijado en un ser humano tan común como yo y el me dice que desde que he aparecido por las calles aledañas al parque le ha fascinado mi lucha por controlar a mis traviesos pies. ¡Vaya, pensé a alguien le ha parecido agradable el espectáculo que he dado toda la mañana, definitivamente este globo me agrada!  Finalmente nos despedimos con un beso fraternal.

Tomando otra tacita de té medito sobre lo sucedido, cuando de improviso, mi mejor amiga toca a mi puerta, le franqueo la entrada, ella preocupada por mí, me pregunta que he hecho toda la tarde, le cuento que no teniendo nada mejor que hacer he tomado té con un majestuoso globo que ha entrado por mi ventana y que ha sido una de las tardes más maravillosas de mi vida, ella moviendo la cabeza me dice que es imperioso que salga afuera  ya que necesito tomar aire fresco y despejarme. Yo le acompaño pero solo pienso en que pronto llegue el día en que mi querido amigo regrese y tal vez no se quede sólo a tomar una taza de té.

Yolanda de la Colina Flores
3 de noviembre del 2011    

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