domingo, 14 de febrero de 2016

REBELION CULINARIA Capítulo 1 ( UN CUENTO DE CELEBRACIÓN DE LA AMISTAD)


Capítulo 1

La cubertería desquiciada


En la casa de Valeria y Tatiana, siempre ha reinado el orden por doquier, en las habitaciones, las salas de esparcimiento o estar, la pulcritud y prolijidad siempre están presentes, los lugares de aseo personal y de enseres brillan con un  resplandor inusitado y en ellos existe tal asepsia que incluso se podrían utilizar en cualquier intervención quirúrgica sin temor a provocar algún tipo de infección.

La cocina de su casa no escapa a esta regla general, se destaca en todo el barrio circundante porque a pesar de que ahí se preparan los manjares y ambigús más elaborados, siempre está límpida y pulcra.

Un mal día la cocinera se despidió de las niñas toda enfurruñada, según lo que ella contaba toda la cubertería como un ejército de sindicalizados militantes se negaban rotundamente a trabajar y así las cosas ella no podía preparar absolutamente nada para comer, había intentado de muchas formas de convencerles, pero éstos sin remedio, se negaban a cumplir con sus obligaciones.

A pesar de que las nenas lloraron cual pequeñas magdalenas y suplicaron a su querida cocinera rogándole que por lo menos esperase hasta que su madre regresase del hospital donde había tenido que partir ya que sus nuevos hermanitos, por causas que ellas desconocían querían adelantarse a su fecha programada de nacimiento, que dicho sea de paso eran otro par de gemelitos al igual que las niñas, éstas no consiguieron hacerla cambiar de opinión, la señora Pay no podía vivir en este mundo sin cocinar, le entraba una depresión y una ansiedad que según ella podían llevarla a cometer cualquier atrocidad; ante tal panorama, las pequeñas no tuvieron más remedio que dejarla partir.

Afortunadamente Vale y Tati no se quedaron completamente solas, estaban acompañadas de Genoveva que se encargaba de ayudar a su madre en las labores propias del hogar, excepto cocinar por supuesto y Ambrosio un jardinero, que tenía la fantástica capacidad de ser viejo, sabio, alegre y jovial al mismo tiempo. Estos dos habían tratado de convencer también a la huelguista cubertería de cumplir con sus obligaciones, pero habían tenido el mismo éxito que la señora Pay.

Las pequeñas se encerraron en su habitación, y estuvieron deliberando unas cuantas horas, sus cuidadores sólo alcanzaban a percibir uno que otro cuchicheo, pero de lo que este par había resuelto finalmente, no llegaron a enterarse. Ellos vieron al dueto dirigirse a la cocina con una resolución y empuje que sólo demostraban cuando estaban en época de exámenes.

La primera en entrar a la cocina fue Valeria y pidió a su hermana Tatiana la esperara fuera hasta que ella no hubiera parlamentado con los insurrectos. Al traspasar el umbral no pudo menos que llevarse las manos a la boca, para contener el grito que de ella quería escapar, ¡La cubertería ahora era casi de su tamaño y estaba envuelta con una mantel a cuadros, temblando como si toda ella estuviese tiritando de frío!, por ahí, quedaban algunos que otros que aún tenían su tamaño original, pero parecían estar en letargo o dormitando.  Al ver los cubiertos que intentaban mantenerse tapados por el mantel, Valeria pensó para sí.
-Esto es imposible, estamos en pleno verano, ¿qué es lo que está pasando aquí?-

Se dirigió a los temblorosos y poco a poco fue tirando del mantel, la cubertería se resistía, después de un buen rato de tira y afloja Valeria al fin dijo en alta voz -¡Quiero parlamentar!, ¿quién es aquí el cabecilla?-

Poco a poco salió de entre los pliegues del mantel un tenedor y con voz temblorosa y tartamudeante dijo -Yo-

Valeria lo acribilló a preguntas, que porqué se negaban rotundamente a participar en los procesos de elaboración de la comida, que porque habían crecido a tales magnitudes, que porqué se ocultaban bajo un mantel, que porqué temblaban y hablaban con ese tartamudeo, en fin, un bla, bla, bla, interminable; hasta que se centró y dijo que en resumidas cuentas deseaba saber que diantres era lo que ahí estaba sucediendo.

Finalmente el tenedor apoyado por una cuchara, le explicó que se resistían a trabajar, porque el lugar ya no era propicio para realizar lo que tanto amaban en otros tiempos, y sin más preámbulos le dijeron a la sorprendida nena, que ellos jamás trabajarían en una cocina que se encontraba infectada de insectos.

-¡Insectos!, ¡imposible!, replicó Valeria, esta es la cocina más límpida de toda a región, ¡Jamás un insecto ha osado poner sus sucias patas en este lugar!-

Los cubiertos informaron que había un batallón de ellos agazapados por diversos lugares de la cocina, que les daban un asco terrible, incluso les proporcionaban tal malestar, que les daban mareos y ganas de vomitar al verlos, que les temían de tal forma que les temblaba el cuerpo y no podían hablar correctamente.

-¡Tonterías!- dijo Valeria- ¡Ellos son más frágiles que ustedes, son sencillos de eliminar, tienen caparazones endebles y tirados de romper, se resquebrajan fácilmente, además ustedes han sido hechos de acero inoxidable, son prácticamente indestructibles, ¿que les pasa?, ¿qué miedo les puede tener?

La cuchara respondió temblando –Su aspecto… ¡es terrible!-

_!Venga, venga!- Respondió Valeria sonriendo –¡Les voy a demostrar que ustedes pueden con ellos, vamos llevadme a donde esté alguno de ellos!

La cuchara se resistió y después de algunos toma y daca, finalmente el tenedor se ofreció a llevarla. Abrieron una alacena y de ella emergió una especie de pulga que rebasaba los tamaños estándares, Valeria sintió que algunos cabellitos de la nuca se le erizaban, pero no cejó en su empeño ni retrocedió, tomó el tenedor y amenazó al raro insecto, con todo el volumen que sus fuerzas le permitían, amonestó a la criatura en actitud amenazante
-¿Qué eres y que haces aquí, criatura?, ¡Responde o perecerás al instante!


Tatiana escuchó tras la puerta las últimas frases emitidas por su hermana y sin pensarlo más se adentró en la cocina, la escena que ante sus ojos apareció, hizo que de inmediato éstos se agrandaran casi del tamaño de un plato y su boca, aunque ella lo quisiera, no podía cerrarse, estaba en un estado morfológico de una letra O latente. Ahí ante su desorbitada vista, estaba su hermana, sobre la mesa, con un enorme tenedor tratando de contener el ataque de una pulga superlativa.

Yolanda de la Colina Flores
22 de septiembre del 2015

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