sábado, 20 de febrero de 2016

REBELIÓN CULINARIA Capítulo 7 (UN CUENTO DE CELEBRACIÓN DE LA AMISTAD)



Capítulo 7

Las nenas no lloran

Como siempre en estos casos Tati era la primera en llegar a socorrer al caído, tomó la cebollita y la colocó sobre una superficie de madera y empezó a estudiar la gravedad de la cortada, con tristeza vio que de la cebollita emanaban gran cantidad de jugos, Vale estaba tranquila porque no creía que existiera en todo el mundo nadie mejor que su hermana para reparar la cortadura, pero esta vez se equivocaba Tati no tenía ni la menor idea de cómo ayudar a contener la salida de los jugos de la pequeña allium cepa, además había otro problema, el compuesto azufrado de dichos jugos, el famoso sulfuro de alilo, empezaba a hacer sus efectos en toda la concurrencia que se arremolinaba alrededor de la mesa sobre la cual Tati había posado la tabla de madera en la que había recostado a la cebolla, empezaron a moquear y después irremediablemente a llorar, por lo que Vale tuvo que retirar a la desintegrada tropa a lugares más alejados de la mesa de operaciones.

Tati pensaba y repensaba como cubrir ese corte, era una especie de tela, pero sabía que en este caso el engrudo y los pañuelitos desechables de fino papel no servirían para nada, la textura de la piel de la cebollina era tan lisa y a la vez porosita que ninguno de los recortes de tela y géneros que su madre les había regalado para hacerles vestidos a las muñecas funcionaría.
De pronto uno de los insectos se posó sobre la mesa, no supieron como llegó ahí porque no lo vieron sobrevolar ni acercarse al lugar, de repente estaba ahí, parecía haber emergido de la nada, era un insectos similar al llamado insecto de palo, corteza u hoja, que caminaba con un aire pausado y sosegado, como en cámara lenta. Tati entendió porque no lo habían visto aproximarse ya que estos insectos son especialistas en camuflaje. No pensaron ni por un momento en que podía resultar peligroso, más bien sentían que su presencia era necesaria y se sentían aliviados con ella.

Efectivamente el insecto resultó ser de gran ayuda para salvar a la cebollita, empezó a tomar de su propio cuerpo pequeños trozos de su corteza los cuales pedía a  la nena mojara en el fluido que había salido de la pequeña cebolla, Tati así lo hizo y con ello iba cubriendo poco a poco la herida de la enferma. Milagrosamente esta iba cicatrizando de inmediato, y lentamente la cebollina recuperaba su color original, hasta que finalmente abrió los ojos y esbozó una pequeña y tímida sonrisa.

Todos gritaron vítores y Tati abrazó al insecto que ahora ayudaba a bajar de la mesa a la pequeña cebolla, quien después montó en su lomo y se paseaba majestuosa por todos los lugares de la cocina, aunque el viaje era lento, ella iba encantada.

Los insectos salieron entonces de su escondrijo, y entonces las gemelas pudieron ver, que no eran para nada terribles e incluso sus rostros parecían afables y amigables, aunque de esto aún no estaban seguras, de algo si tenían certeza, el denominado batallón de insectos por la cubertería, no llegaba ni a ser un pelotón. Su grupo estaba compuesto por sólo siete integrantes. 

Yolanda de la Colina Flores
22 de septiembre del 2015

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