martes, 16 de febrero de 2016

REBELIÓN CULINARIA Capítulo 3 (UN CUENTO DE CELEBRACIÓN DE LA AMISTAD)



Capítulo 3

El casca óvolos

El ejército estaba listo y coordinado, todos habían practicado maniobras en el cuarto de juegos y en al amplio y vasto jardín, nada podía salir mal, estaban segurísimos que saldrían victoriosos en la batalla, más nunca hay que gritar victoria antes de tiempo, y como conocían bien ese dicho habían puesto cuidado en afinar hasta el más mínimo detalle.

Encaminaban sus pasos hacia la el templo del arte culinario cuando al paso les salió un pequeño óvolo llamado Brittle, cuyo nombre le había sido dado por su madre, una hermosa gallina Plymouth Rock, que les había regalado su tía que vivía en el lugar de la cual la gallinácea había heredado su nombre, según algunos afirmaban la parienta en cuestión se había matrimoniado con uno de los descendientes de la tripulación del famoso Mayflower, cosa por supuesto que no era ni remotamente algo de lo cual enorgullecerse, por lo que dicha información la mantenían a buen resguardo.

Pero vamos a lo que nos ocupa, Brittle tenía en su mente la grandiosa idea de participar en la reyerta, y no es que las niñas lo quisiesen hacer menos, pero sus deseos eran altamente peligrosos, como su nombre lo indicada Brittle era muy frágil y podría fácilmente resquebrajarse y nadie de los demás integrantes podían cuidarlo porque entonces se distraían de su verdadero cometido en la batalla.  Agradecieron su interés en participar, pero declinaron su oferta. Sin embargo el pequeño huevo no desistiría en su empeño y a una distancia prudente para no ser visto fue siguiendo al compacto ejército, éstos iban tan ocupados en su misión a cumplir que no se percataron de su presencia.

Por fin se adentraron en la cocina y empezaron a buscar a sus adversarios, por más que abrían puertas de frigoríficos, alacenas, cajones y armarios, no encontraban nada, parecía que el enemigo se había fugado en inteligente retirada, pero las nenas intuían que no había sido así, ¿porqué abandonarían el cálido y placentero lugar de la cocina de donde salían tantos aromas y se degustaban las mejores delicias?. Aparentemente tenían dominado el territorio y amedrentado a sus habitantes, ¿acaso habían observado sus preparativos militares y por ello había decidido desaparecer? . No, pensó Tati, la idea no era siquiera admisible, carecía de toda lógica para ella. De pronto a su mente vino un pensamiento que le advertía acerca de un hecho que habían pasado por alto, ¡no habían revisado en las partes altas de los muebles!, en eso estaba pensando cuando cayó sobre su cabeza una especie de libélula azulada que no podemos decir que le hiciera daño pero si le dio un susto tremendo, cayó de bruces y perdió su valiosa espada, estaba tratando de volver a alcanzarla pero estaba muy lejos para sus propósitos, los integrantes del cuasi ejército empezaron a lanzar con catapultas toda serie de verduras y legumbres hacia los techos de todo mueble en la cocina y entonces aparecieron los pseudo insectos.

Se instalaron en una serie de pequeñas reyertas y escaramuzas, las nenas intentaban repeler al enemigo como mejor podían y la cubertería casi en su totalidad les apoyaba en sus propósitos. De pronto, un insecto que no tenía grandes magnitudes y que semejaba una mantis religiosa, a nos ser por sus peculiares colores, brincó y se agazapó bajo una mesa, Vale fue a por ella y esta de inmediato trepó sobre una silla para enfrentarla, entre tantas pequeñas contiendas, la niña había perdido también su florete y entonces tomó el primer cubierto que le salió al paso, era una cucharita de café, estaba a punto de asestar el primer golpe cuando se percató que de ella escurría un líquido amarillo, de inmediato reconoció que era lo que de la cuchara goteaba, ¡por supuesto era yema!, volteó sobre sí y vio ante sus ojos una escena terrible, en el suelo, desfallecido estaba Brittle con el cascarón roto, y de la cuarteadura salía uno de sus más preciados contenidos, a su lado con un rostro indescriptible estaba ese antiguo utensilio que nadie había tomado en cuenta para la batalla, el viejo e inservible casca óvolos. 


Yolanda de la Colina Flores
22 de septiembre del 2015 

   
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