lunes, 15 de febrero de 2016

REBELIÓN CULINARIA Capítulo 2 (UN CUENTO DE CELEBRACIÓN DE LA AMISTAD)



Capítulo 2

Un servicio fiel

Mientras, Vale desvió la mirada para tratar de proteger a su hermana impidiéndole que se acercase, desconocía el peligro que el bicho representaba y no deseaba que Tati estuviera ni remotamente cerca de él, la especie de pulga se desapareció de su vista, brincó hacia un lugar que ella desconocía y se había esfumado.

Vale bajó de la mesa y con una velocidad pasmosa informó a su allegada todo lo que estaba aconteciendo, afortunadamente desde el útero materno habían compartido pensamientos y el lenguaje por veloz que hubiese sido utilizado resultó del todo comprensible para Tati, sin embargo la explicación de los hechos no le proporcionaba lo que su mente deductiva requería, ¿qué era lo que realmente estaba pasando ahí?, al ver la expresión de Tati, Vale comprendió la serie de preguntas que seguro se estaba haciendo su hermana y antes de cavilar nada, se acercó a ella.

Tati que siempre había sido la más intuitiva por naturaleza, señaló a su hermana que ahí pasaba algo completamente fuera de los normal, por principio de cuentas, le sorprendía que su hermana no se hubiese quedado perpleja cuando la señora Pay les había indicado que la cubertería estaba en rebelión, jamás habían oído hablar de algo semejante, el servicio de cubertería siempre había sido fiel a la familia, por múltiples generaciones, realizando siempre la misma función sin queja alguna, se dejaban utilizar sin chistar, incluso para otros menesteres como cuando ellas les había utilizado como pequeñas palas para plantar flores en el jardín, se dejaban lavar y pulir y no se movían ni un ápice de los lugares que en las alacenas tenían asignados. 

Porque de repente este despertar a la vida, porque habían cambiado de tamaño, ¿acaso, tenía que ver la decoración con que su madre revestía la cocina?, es verdad que ésta parecía tener una cierta fascinación por las cuberterías, todo artículo decorativo en aquel lugar hacía referencia a ello, si no había más que echar una ligera miradita para darse cuenta. ¿Y el batallón de insectos de dónde había salido?, aunque Tati dudaba que efectivamente se tratase de un destacamento de tales magnitudes, simplemente no creía que los muebles de la cocina pudiesen, ya no digamos albergar, sino ocultar tal volumen. Vale asentía con la cabeza dando su aprobación a todas las observaciones que iba haciendo su hermana. Hubo un pequeño silencio, que a todos los que estaban ahí les pareció una eternidad. Finalmente Tati dijo a Vale que no creía que ella debería tratar a los cubiertos como una verdadero conjunto de insurrectos, ellos temían y por eso se comportaban así, seguramente si los trataban de otra manera su actitud sería diferente, siempre habían sido un servicio fiel y eso estaba ahí en su memoria.

Vale no perdió el tiempo y de inmediato se plantó ante la temblorosa cubertería y con tono amable y conciliador les dijo que si estaban dispuestos a ayudar a deshacerse de los temibles invasores, ellas les necesitaban y no tenían a mano nada más adecuado que ellos para defenderse. Como Tati había pronosticado, éstos aunque temerosos se pusieron de inmediato a su servicio y su actitud a medida que pasaba el tiempo iba cambiando, cada momento que pasaba ellos parecían más y más valerosos.

Para no ser escuchados por los temibles insectos, todos se refugiaron en el cuarto de juegos, ahí idearon entre todos una serie de estratagemas para combatir el enemigo, incluso empezaron a formar todo un ejército en línea, que si los tenedores eran la infantería porque su cabeza parecía un diseño singular de bayoneta, que si las cucharas eran la artillería porque podían lanzar con sus cabezas proyectiles, la caballería la componían por supuesto las cucharitas de té y café montadas sobre los todos los poderosos cuchillos de mesa, desde los utilizados para untar mantequilla hasta los filosos chuleteros, la montura y corcel estaba proporcionalmente adecuada al jinete . Toda la demás cubertería que no entraba en estos lineamientos fueron considerados ejército de reserva y tenían indicaciones precisas de en que momento actuar, por ejemplo los trinches para enganchar mangos y mazorcas de maíz, eran una especie de jabalinas vivientes que debían salir volando a atacar el enemigo en caso de que los demás destacamentos hubieran fallado en su intento.

Con los demás utensilios crearon un equipo especializado, los deshuesadores servían de lanza a las pequeñas, el cuchillo cebollero iba al frente abriendo paso a todos los demás, el de sierra les cubría los flancos, el de puntilla iba casi al ras de la tierra para detectar cualquier individuo bajo los muebles, por el descorazonador desplazaban guisantes congelados que servían como balas de cañón, el abrelatas se sentía reivindicado, últimamente poco usado, se creía importante al girar su manivela con la que hacía un ruido ensordecedor que seguramente atemorizaría al enemigo.  Las tijeras como siempre, estaban ahí para cortar lo que hiciera falta, el sacacorchos, con sólo mirarlo en acción ya infundía temor, así que no le asignaron ninguna otra tarea más que la de asustar, al igual que el abrelatas, cada uno cubría uno de los flancos. El pelador por supuesto tenía la misión de pelarse sin miramientos, al primero que se le pusiera enfrente, el rallador la de desmoronar al enemigo, el batidor generaba tal ventisca, que seguramente podría lanzar bien lejos a cualquiera que se acercase peligrosamente. Todo el escuadrón de pinzas servía para atrapar cualquier cosa y no dejarla escapar, las cucharas de cocina, el cucharón, el cazo sopero y la espumadera servían de catapultas de patatas, cebollas y tomates; las verduras y legumbres sin excepción estaban encantadas de participar. En caso necesario la chaira y el cuchillo para cortar jamón estaban listas para servir de arietes.

Olvidaron sin embargo un instrumento, este objeto pertenecía quizás a la tatarabuela, aunque nadie sabía a ciencia cierta desde que generación procedía, tal vez porque a lo largo de muchos años su presencia no había sido requerida, todo el mundo había adquirido distintos modos de arreglárselas sin necesidad de usarlo, incluso la madre de Vale y Tati, se jactaba de que podía hacer la función de este utensilio con una sola mano. Triste y apesadumbrado se resguardó en un armario, donde sabía que no se había infiltrado ningún bicho y desde la rendija de las puertas, observaba todo lo que acontecía.


Tati fue sigilosa a la cocina, deseaba ver si los palillos metálicos para botanas, podían servirles de espadas, estos palillitos eran poco utilizados y se la pasaban durmiendo, así que se habían quedado al fondo del cajón totalmente súpitos sin enterarse de todo lo que estaba pasando. Tomó uno con cuidado y ni siquiera se inmutó, continuó durmiendo, incluso a Tati le pareció escuchar un pequeño sonido que parecía un ronquido, espantó sus pensamientos y empezó a hacer movimientos de esgrima con el palillo, como si fuese un experto espadachín. De pronto, frente a ella, estaba una especie de avispa de un tamaño descomunal, posada sobre la encimera del fregadero, ella retrocedió unos pasos, pero el bicho no la atacaba,  parecía danzar al ritmo con el que ella movía el palillo metálico convertido en espada, cuando el singular insecto se puso en dos patas, Tati lo tomó de inmediato como una actitud ofensiva y salió disparada, corriendo en retirada de la cocina.

Yolanda de la Colina Flores
22 de septiembre del 2015

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