lunes, 25 de marzo de 2013

MENUDITA SALSIFÍ Y CLARITA CASCARÓN Capítulo 7 (Cuento de Pascua)


 
Capítulo 7
La misiva que se echó a dormir

Posteriormente a que Menudita deslizó su cartita por debajo de la puerta de la casa de Clarita, ésta se encontró con una oscuridad impenetrable, por más que restregaba sus ojitos imperceptibles, no acertaba a mirar nada, no había ningún orificio o rendija por la que se pudiera colar ni un rayo de luz.

Después de haber pasado varios días a la intemperie, esperando el regreso de Clarita estaba cansada y el sueño empezaba a vencerla, así que se acurrucó como pudo sobre la alfombra que palpaban sus invisibles manitas y se dispuso a dormir.

Pasaron las horas y al despertar, la cartita empezó a vislumbrar algo, sus ojos se iban acostumbrando a la penumbra y lentamente también iba descubriendo su entorno. Poco a poco los objetos a su alrededor tomaron forma, la estancia con su pequeña salita la chimenea apagada, el comedor, la cocina, el lavabo de visitas y al fondo a su mano derecha había dos habitaciones con las puertas abiertas, caminando sigilosamente llegó a la que quedaba en dirección recta frente a ella, era una habitación con un par de camitas gemelas y una mesita de noche al centro, un armario y un tocador, no había nada más ahí.

Ahora caminaba de puntillas hacia la otra habitación, donde había una preciosa cama con doseles de los cuales pendían suaves y translúcidos velos, sus respectivos buroes, un secreter con su sillita, un delicioso y mullido sillón, un regio tocador, una mecedora frente a una mesita de té y dos armarios. La penumbra no le permitía ver los colores claramente, todo parecía tener tonos pardos y grises, cuando de pronto por entre los velos de la cama le pareció atisbar o percibir una figura. ¡Alguien dormía en la cama de Clarita!, no podía verle el rostro, la persona que ahí se encontraba dormitaba tranquila, podía fácilmente percibir su respiración relajada y con ritmo acompasado, pero le daba la espalda.

Con paso veloz pero aún de puntitas, la pequeña carta se desplazó para mirar de frente al intruso, estaba toda envalentonada, no en vano había resistido los duros embates que el viento había ejercido sobre ella, había sabido esquivar con increíble astucia y agilidad algunas gotas de lluvia que intentaron mojarla y borrar su mensaje, también había huido de las voces subyugantes de las hojas que de cuando en cuando caían de los árboles sonsacándole a ir por ahí a pasear con ellas en un periplo ignoto. Había sabido gestionar muy bien las inclemencias climáticas, el frío de la madrugada, los rayos del sol que en su cenit le daban en plena cara y los cansinos intentos del cartero por atraparla y devolverla a su remitente; esto aunado al hecho de que después de haber enfrentado todas estas vicisitudes aún conservaba su bufanda y su sombrero.

Se acercó lo más que pudo al intruso, las sábanas y la colcha de patchwork le cubrían parte del rostro, así que con su manita transparente lentamente la fue descubriendo; aunque lo intentó no pudo controlar que no se le escapara un ligero grito. Frente a su ojos estaba la viva imagen de Clarita restregándose los ojos como si despertase de un largo y profundo sueño.

Clarita visualizó la cartita, mientras esta temblaba más que un flan, entre sus miles de elucubraciones al tratar de dilucidar quien yacía en aquel lecho, jamás pasó por su mente que ese ser fuera Clarita, no sabía porqué había estado recluida ahí por largo tiempo y porqué había hecho caso omiso a las llamadas y súplicas de sus amigos para que abriera, no entendía porqué jamás respondió a los gritos y clamores repitiendo su nombre en las búsquedas y sobre todo desconocía su estado de ánimo y por lo tanto podía ser destruida, la cartita tembló aún más al imaginarse ardiendo y feneciendo entre los rescoldos de la chimenea o rota en mil pedacitos.

Clarita por su parte primero la miró detalladamente, luego la inspeccionó por todos lados y al leer el remitente esbozó una amplia sonrisa. Después con tiento y cuidado leyó la misiva repetidas veces mientras corrían lagrimitas por sus mejillas y negaba en silencio con su cabeza. La cartita estaba ahora más tranquila y mediante voces que sólo escuchamos aquellos que leemos muchos cuentos empezó a inquirir a Clarita - ¿qué pasa acaso no vas a responder, no ves que todos están muy preocupados por ti? 

Clarita respondía, - No, no puedo, ni tampoco quiero salir de aquí, permaneceré así por siempre, es tanta mi tristeza que no puedo presentarme ante nadie, las lágrimas acuden a mis ojos sin siquiera yo pensarlo, lamento lo que todo esto ha provocado, pero no tengo fuerzas, no me apetece nada. El recuerdo de mi amiga Menudita me endulza un poco el alma, pero nuevamente me embarga la tristeza y me abato un poco más. – No cartita, no te voy a contestar y aquí te quedarás siempre conmigo, como un hermoso recuerdo del cariño de mi amiga que algo me ha de consolar, así que ambas vamos de nuevo a la camita, ¡ala, al sobre!, mira… pensó Clarita a ti mi querida cartita te queda que ni pintado el dicho.

Clarita se dispuso a dormir arrellanándose de nuevo en su cama y a su lado puso a la cartita y luego se cubrió con su sábana y colcha. La cartita se quedó estupefacta y a la vez la embargó la tristeza, la mirada llena de lagrimitas de Clarita la conmovió hasta el alma, ahora sabía que ella era una de esas tantas cartas que se quedan sin respuesta, volteó su rostro imperceptible hacia Clarita se cubrió igual que Clarita y se echó a dormir.

Yolanda de la Colina Flores
Pascua 2013 


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