La triste pianista,
se viste de luto
y tocan sus teclas
odas en profuso.
Ya no toca pianofortes,
está plena de quebrantos,
sólo le inspiran adagios
y unos grises pichicatos.
Entre los tristes arpegios,
ella borra el desconsuelo,
quebranto, tribulación,
un son pleno de aflicción.
Quizás lleguen otros días,
en que toque sortilegios
y solo toque armonías
que le causen alborozo.
Dejémosla con su duelo,
que nos colme de elegías,
si es fecha de desconsuelo,
mañana será otro día.
Yolanda de la Colina Flores
6 de mayo del 2016
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