viernes, 2 de noviembre de 2012

UNA BRUJA DE SEGUNDA

 


Cuando no se tienen dineritos a quien les ha tocado en suerte tutelarnos no pueden mandarnos a las escuelas, colegios, o institutos que quisiéramos.

Esto le pasó a Jolinda (se llamaba así porque jo! Que linda que era!) que debido a la pobreza en que nació, no pudo ir al colegio de brujas.

Jolinda se quedó desde muy pequeñita sin padres, por lo que tuvo que irse a vivir y ser educada por su tía Nomeacuerdodená, que de joven era medio despistada y al final se volvió una especie de niña madura mandando al baúl más profundo de su mente todos sus recuerdos.

Con este panorama Jolinda no pudo aprender casi nada de magia y hechicería y para más INRI tuvo que ponerse a trabajar desde muy temprana edad, consiguió con suerte un trabajo que le producía bienestar, que era fabricar las escobas de las brujas que vendían en los escaparates para las fiestas de halloween.

Le encantaba ir por los bosques y recoger las varitas y ramitas que encontraba en los senderos con los cuales construía unas hermosas y bellas escobas para esas brujas de ornamento, las cuales decoraba con bayas, muérdagos y secas florcillas. Al final les daba un tinte especial con un soplo de la poca magia que sabía, lo cual les daba un acabado brillante como si hubiesen sido finamente recubiertos de fino polvo de oro.

Un buen día un pariente lejano le obsequió una escoba usada para surcar los cielos. Bueno, ahora Jolinda ¡tenía un problema superlativo! Nunca había aprendido a conducir y además para hacerlo tenía que tener un título de bruja y hasta ahora su situación no se lo había permitido.

Pero el mundo avanzaba y había escuchado por ahí que ya había cursos por internet, los cuales además eran sumamente baratos, de tal manera que sentada frente a su vieja laptop, mientras acariciaba a uno de su dos gatos color aqua, buscó en la web una escuela apropiada a su bolsillo y mediante una serie de cursillos on line , aprendió encantamientos, nigromancia, ungüentos y brebajes, lucha contra las artes oscuras, artes, hechizos y control de magia y por supuesto tripulación de escobas.

Después de seis meses que le parecieron una eternidad, recibió su título por correo certificado. Estaba tan feliz que su alegría se desbordaba por las ventanas, abrió el sobre con dedos temblorosos y cuando por fin vio el diploma que acreditaba su titulación, su sorpresa fue mayúscula. Leyó su nombre cuidadosamente escrito con letras muy grandes y debajo de éste con letras más pequeñas e impresas decía: Diploma de Bruja de Segunda.

De inmediato llamó a la escuela, pero no pudo remediar nada, las escuelas en línea sólo podían dar títulos para brujas de segunda, las de primera sólo se les daba a quienes acudían a los colegios institucionales de brujas y para ello tenía que estudiar por lo menos diez años.

Jolinda no se desanimó, antes bien, aprendió que cuando se contrata algo en la web también es importante leer la letra pequeña. Con lo que sabía se aprestó a sacar su escoba y empezó a tratar de tripularla, pero de nada, ningún conjuro, ni pensamiento servía de nada, ésta no se movía ni un ápice. 

Nuevamente llamó a la escuela, pero de acuerdo a lo que le informaron, estaba haciendo todo correctamente, así que entonces se avocó a llevar la dichosa escoba al taller de  reparación y ahí con pena le informaron que la escoba ya no servía, que de vieja había perdido su propulsión para arrancar. Los carburantes mágicos que poseía poco a poco se habían ido desgastando y era mejor convertirla en combustible de chimeneas o de hogueras.

Jolinda se fue con su escoba y para mitigar su tristeza y desazón enfiló sus pasos hacia el bosque y ahí después de un largo rato, encontró una rama que parecía adecuada para sustituir una que ya estaba rota, la acción se volvió repetitiva hasta que la escoba tenía todas las ramas y varitas nuevas, ha Jolinda le pareció que ésta ya no se veía tan mal y como por instinto  sopló sobre ella y la baño con un polvito de oro.

Estaba cansada de tanto caminar, así que quiso sentarse a descansar posándose en la rama de un árbol muy baja y larga, la cual parecía haber sido creada como una especie de banca para los cansados paseantes del bosque, soltó la escoba con el propósito de recargarla sobre el grueso tronco del árbol, pero ésta de inmediato flotó y quedó suspendida en el aire en forma horizontal como esperando que alguien la montara.

Jolinda estaba estupefacta, pero eso no le impidió posarse sobre ella, acomodó sus faldas tornasoles tachonadas de lunas y estrellitas, acomodó su sombrero siempre a juego con su vestimenta, se afianzó al mango y su mente se centró en volar al unísono con ella, la escoba comenzó al remontar un suave vuelo y lentamente la fue elevando hacia el cielo.

Jolinda no sabía cuantas horas estuvo por ahí surcando la bóveda celeste, practicando diferentes tipos de vuelo entre las nubes, contemplando todos los bellos parajes que amaba desde las alturas, hasta que el sol comenzó a ponerse y entonces se elevó aún más para contemplar de cerca las estrellas y la luna que tanto tiempo observó arrobada desde su ventana, por ahí estuvo sobrevolándolo todo hasta presenciar el nacimiento de un nuevo día, una vez que el sol asomó toda su faz, lentamente bajó y posando sus pies en el suelo, entró en casa dándole un beso sonoro a su escoba, para después soltar una dulce y cristalina carcajada.

Aunque estaba desvelada, Jolinda no sentía sueño, ni estaba cansada, en su cabeza bullía una idea, así que se baño y se acicaló y tomo una pequeña maleta con ruedas con la que día a día recogía varas y ramitas del bosque y con las cuales iba fabricando un sinnúmero de escobas, todas diferentes en tamaños, colores y ornamentos, al final les daba el consabido soplo, después una pequeña prueba de vuelo y ya está.

Posteriormente se avocó a cambiar  la apariencia del garaje de su casa, para ello utilizó uno que otro encantamiento aprendido y no paró hasta convertirlo en una preciosa tienda dispuesta para la venta de escobas y otros enseres brujeriles, como lámparas que a la vez que te iluminan cantan, o cuando se apagan te cantan una nana hasta que te quedas dormido, o sillones que te mecen en sus brazos, o candelabros capaces de recrear toda una representación pirotécnica dentro de una habitación sin dañar nada, o tal vez un espejo que te muestra diversos tipos de peinados y color de cabellos hasta que elijas el look que deseas portar.

Jolinda estaba feliz por fin había encontrado su quehacer en esta vida, y se complacía en él, ahora podía visitar a su tía Nomeacuerdodená, en aquella residencia donde ahora la cuidaban manos expertas, para que con sus hechizos tergiversados no se hiciera ni hiciera daño y de cuando en cuando, según se lo permitieran, llevarla por ahí a surcar los cielos, entre vientos y entre nubes, en una escoba especial a la que acopló una especie de sidecar, para que desde ahí irónicamente olvidara su recuerdofagia al contemplar los lares en los que solía viajar cuando era niña.

Y ahora puedes contemplar la tiendita de Jolinda, donde se aprecian varios modelos de escobas fabricadas por ella, a la cual sin reparo y con letras grandes ha colocado un enorme anuncio que dice: “La Bruja”, vehículos de transporte. Y ahí en uno de los escaparates, si te fijas bien, verás su diploma enmarcado al cual ha agregado algunos signos y letras y ahora dice:
Diploma de bruja de segunda? Ja!  

Yolanda de la Colina Flores
31 de octubre del 2012     


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