miércoles, 6 de noviembre de 2013

LA REINA DE LOS OCÉANOS Capítulo 10 (Cuento dedicado a mi madre)


 
Capítulo 10
La nereida prisionera

Ondine tardó varios días en llegar a la cueva donde Mir y Ror le habían indicado que su prima Dione se encontraba secuestrada, su férreo guardián no parecía encontrarse cerca, así que se adentró en ella, al centro había un claro cubierto por una gran bóveda donde se encontraba una gran esfera de cristal sostenida por un especial soporte que parecía estar hecho de oro y adornado con aguamarinas, dentro de la esfera apoyada en una hermosa cama estaba una hermosa sirena, con los ojos cerrados y llorando sin parar, alrededor había un grupo de nereidas, tratando de romper la esfera con guijarros y conchitas de mar, sin éxito, portaban unos antifaces que parecían un par de peces en eterno besuqueo e instaban a Dione a que tratara de escapar para que les acompañase a una mascarada a la cual habían sido invitadas. La nereida prisionera por su parte, parecía no percatarse de su presencia estaba ocupada llorando lamentándose de su triste situación.

Ondine estaba preocupada porque imaginó que a ella tampoco le prestaría atención y trataba de dilucidar como hacerle llegar la muñeca para que tuviese algo con que jugar, revoloteó sobre la esfera con sus zapatitos de espuma de mar, y en efecto Dione no se enteró de su presencia, Ondine dirigió una mirada compungida a Ángel y él al oído le musitó:

-Cuando algo quieras lograr acuérdate siempre de orar-

De inmediato Ondine se puso en un estado de concentración y se dispuso a entrar en contacto con su creador, le pedía no que le concediera un milagro, sino que le ayudase a encontrar la forma de que éste tuviese la mayoría de posibilidades para llevarse a cabo.

Después de un rato recordó que en su maleta llevaba un collar de perlas que había pertenecido a su madre, pero ésta al ver que le gustaba tanto, después de las incontables veces que se lo pidió para jugar, al final se lo había obsequiado. Pensó que si se lo mostraba a través del cristal a la nereida prisionera tal vez podría interesarle, así que lo acercó al cristal exactamente frente al rostro de Dione, ésta no abrió los ojos, pero el collar al entrar en contacto con el cristal abrió un pequeño hueco por el cual Ondine podía muy bien deslizar su brazo, así que con la muñeca en mano se las arregló para de ésta manera traspasar el cristal, con la pequeña muñeca Ondine rozó los cabellos de Dione y de esta forma captó su atención, ésta de inmediato dejó de llorar se movió y esbozó una hermosa sonrisa, pero al moverse tan precipitadamente, la muñeca y el collar cayeron sobre un pequeño montículo de perlas que estaba al pie de la cama,  Ondine apenas tuvo tiempo de retirar su brazo antes que el cristal volviera a cerrarse, su amado collar se había sumergido entre el montón de perlas, afortunadamente la muñeca había permanecido recostada sobre ellas.


Dione tenía los ojos fijos en la muñeca, rápidamente la tomó entre sus brazos y empezó a jugar con ella y entre cantos y sonrisas se empezó a dar cuenta de todo lo que le rodeaba, escuchaba ahora las demás sirenas que le invitaban a salir, y la voz de Ondine que le daba una serie de instrucciones, sin soltar la muñeca Dione prestó atención; Ondine le comentaba como había podido traspasar el cristal y como había sido posible proporcionarle la muñeca, la nereida sonrió y después emitió una serie de dulce y sonoras carcajadas, tomó entre sus manos una perla, luego otra y empezó a lanzarlas al cristal, este poco a poco se fue astillando a medida que la pequeña sirena, lanzaba y lanzaba perlas, hasta que por fin la esfera quedó totalmente destruida, ahora las paredes de la cueva estaban decoradas por las perlas ya que al  ser lanzadas por la sirena habían quedado incrustadas en ellas.

Ahora Dione era libre y el collar de perlas de Ondine había quedado al descubierto, la sirena lo regresó a su dueña, le dio un enorme y sonoro beso en la mejilla y le agradeció no solo el liberarla sino el hacerle ver que muchas veces tenemos la solución de un problema junto a nosotros y no la vemos,  porque nos encerramos a lamentarnos de nosotros mismos por nuestras desventuras en lugar de tratar de solucionarlo.

Reía y mientras sus amigas le ponían un antifaz de peces, para ir a la mascarada, decía en alta voz:

-¡Siempre tuve la manera de escapar en mis manos! jajajajajajaja, ¡gracias querida amiga!

Le decía a Ondine al tiempo que se despedía de ella mandándole besos con la mano que tenía libre, porque en la otra llevaba su muñeca.

Ondine estaba contenta de haber ayudado a escapar a Dione de su esfera de cristal y se propuso continuar su camino, miró de nuevo hacia donde las sirenas se dirigían, pero éstas habían desaparecido ya no se percibía nada de sus siluetas. Se cambió su calzado porque los zapatitos de espuma de mar estaban vacíos de combustible y tenía que volverlos a rellenar, cuando pudiera hacer un alto en el camino, lo haría, ahora tenía prisa por seguir su viaje, con paso ligero se encaminó donde el mapa le indicaba, tan concentrada estaba en ello que no se percató que ocho tentáculos estaban a punto de atraparla. 

Yolanda de la Colina Flores
Otoño del 2013

Safe Creative #1309075728215

No hay comentarios: