martes, 4 de agosto de 2015

CON EL TIEMPO APRENDI



Codicié en un sueño, el siempre andar en pantalones,
desgajar de relojes y artefactos sus entrañas,
reintegrando en juegos su estructura y engranajes,
el surcar por el aire cual barón rojo en sus aviones.

Anhelé en otro desvarío, el tomar alacranes sin complejos
entablar lucha a muerte con serpientes venenosas
y vencerlas al  clavarlas en espadas de madera
y mostrarlas cual trofeo a mis secuaces.

Quise en una fantasía, atrapar a  los sapos horrorosos
convertirlos en grumetes de mis viajes en barquitos
esgrimir las espadas, escopetas, los arcos y las flechas
y vencer en batalla a los seres poderosos.

Pretendí en una quimera, la casita en lo alto de un árbol,
escaladas y rapeles de los riscos peligrosos,
la visita a las cuevas arenosas de vampiros
y los viajes prohibidos en la noche a cementerios.

Ambicié en fantástica utopía, esa fuerza masculina del hermano
las jugadas de tochito en estrategias y golpazos,
las carreras en la calle con hermosos cochecitos,
el crear esas pociones que provocan explosiones.

Envidié en un sueño, tantas cosas plenamente masculinas.
Preguntándome ¿porqué esto y aquello no lo tengo?
¿Porqué cuerpos afines, y diferentes los anhelos?
¿Porqué tantos opuestos en un mundo compartido?

 Con el tiempo aprendí, el placer infinito del andar de mis enaguas
construir las entrañas de amores y pasiones
reintegrando en latidos sus compases y sentidos
y surcar por el aire como diosa enamorada.

Con el tiempo aprendí, atrapar en mis manos mis deseos
saborear un encuentro entre sabanas y almohadas
y yacer escuchando en el lecho del torso del amado
la indescriptible melodía y sin igual  de sus respiros.

Con el tiempo aprendí a crear un hogar de la mano del que amo
y en ritmos trepidantes y rampantes de amor  subir los riscos
a armar batallas creando para ello los recovecos y los nichos
en la concupiscencia inigualable de este amor presente.

Con el tiempo aprendí que es mas fuerte el que ama sin espera,
más candentes los juegos que se hacen corporales,
conducir nuestro cuerpo en carreteras de distancias cortas
y crear en mi lecho vastos juegos de artificio y eclosiones.

Con el tiempo aprendí, tantas cosas plenamente femeninas
y ya sé porque tengo esto y aquello no lo tengo.
El porqué cuerpos afines y el porqué diferentes los anhelos.
Porque sé que no hay opuestos, sino sólo complementos.

Yolanda de la Colina Flores
14 de marzo del 2008

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