domingo, 9 de agosto de 2015

HABIA UNA VEZ UN PERRO Y UN GATO



En un pequeño pueblito, había un vez un perro y un gato. Tenían exactamente la misma edad, por extraños designios sus madres, mascotas de una familia numerosa habían dado a luz la misma noche, los chiquillos estaban felices y entusiasmados habían asistido al milagro de la vida, en donde ambas madres se comportaban en forma más o menos similar, protectoras y hacedoras de una acuciada limpieza. Estas mascotas eran especiales porque sabían hablar con los humanos, pero solo lo hacían con quienes convivían y siempre tenían cuidado de que nadie se percatara de ello.

Laika tuvo cinco hermosos cachorros, y Ágata siete bellos mininos, de los doce diez fueron repartidos entre los integrantes de la familia, porque sabían que éstos serían bien tratados y alimentados, solo se quedaron con dos, un perrito y un gatito, que son los personajes de esta historia.

Olaf era un gato persa blanco sinónimo de gato de lujo, el máximo representante de las razas nobles. Su porte tranquilo, su pelaje majestuoso y su gracioso hocico plano, lo podrían convertir en un ganador de exposiciones. Era de carácter apacible y sosegado, el típico tigre de sofá pues le agradaba mucho dormir y descansar, se pasaba la mayor parte del día durmiendo. Era presumido por naturaleza como lo indica su raza, pero cariñoso y afable, de tal forma que congeniaba con todos los humanos.

Byron por su parte era un schnauzer color sal y pimienta, con barba, bigote y cejas largas y espesas su cola y las orejas cortas para dar una apariencia de alerta. Amigable y cariñoso, protector, energético, siempre en constante actividad, con unos ladridos que a veces para algunos podrían sonar excesivos, pero siempre eran para denotar alguna advertencia, la verdad es que él era un excelente perro guardián.

Ambos habían convivido juntos por un año, se querían como hermanos y se respetaban. Jugaban un poco cuando sus dispares temperamentos se los permitían, compartían los momentos de sosiego y amaban a sus queridos dueños.

Un mal día ambos se perdieron, nos les encontraban por ningún lado, inmediatamente activaron una serie de actividades para realizar la búsqueda, ya estaban todos listos para iniciar las pesquisas cuando regresó Byron todo flaco, sucio, deshidratado y cansado, contó a todos que había visto una rata rondando por el jardín y salió como un chiflido dispuesto a atraparla, de pronto algo lo sujetó por el cuello, lo subieron en un camión y de ahí fue a dar a una perrera, finalmente después de muchas peripecias logró escapar, pero tuvo que venir caminando desde aquel lugar y le llevó mucho tiempo.

Cuando hubo terminado le comunicaron sobre la desaparición de Olaf y de lo que estaban haciendo para encontrarlo, Byron miró los volantes que sobre su hermano habían hecho y meneando la cabeza aseguró que la descripción de Olaf era totalmente errónea y así nunca lo iban a encontrar, entonces empezó a dictarles lo que el volante debía contener:
“Se busca gato persa blanco que responde al nombre de Olaf, un gato trabajador por excelencia por lo que siempre está cansado y necesita dormir para reponer fuerzas. Aunque es hermoso es humilde y para nada presuntuoso”.

Después comió un tente en pié y una buena dosis de agua y se lanzó a buscar a su hermano gato.

Después de un rato apareció Olaf, venía con las mismas trazas que Byron. Antes de que le preguntaran que había pasado, narró que vio como se llevaban a la perrera a Byron y los siguió hasta donde lo llevaron, pero cuando arribó Byron ya había escapado, así que emprendió el camino de regreso. Cuando le contaron todo lo que había pasado y leyó todo lo que sobre Byron habían escrito, meneó la cabeza y dijo que con esa descripción jamás habrían podido encontrar a Byron, esto debería de haber sido redactado así, señaló Olaf.

“Se busca perro schnauzer color sal y pimienta, siempre considerado, nunca ladra, es tranquilo y sosegado, casi duerme todo el día (Olaf pensaba que su hermano dormía cuando el lo hacía) su cara es límpida y bella”.

Después comió un tente en pié y una buena dosis de agua y se lanzó a buscar a su hermano perro.

Al cabo de un rato los dos regresaron venían abrazados y sonriendo, comieron y bebieron hasta hartarse, y se pusieron a dormir sobre la alfombra por muchas horas.

Yolanda de la Colina Flores

6 de agosto del 2014
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