miércoles, 5 de agosto de 2015

EL DESEO ANHELADO


Étoile y Stella son amigas desde que tienen uso de razón, llegaron a América cuando apenas balbuceaban y aunque llevan muchos años en el nuevo continente, ambas hablan aún con acento francés, tal vez es porque su padres aún se comunican con ellas en su lenguaje de origen, o quizás porque en su mente infantil eso les pareció que las hacía más interesantes, o sencillamente por que el acento lo llevan grabado muy dentro de su corazón.

El asunto es que ahora que son dos jovencitas de dieciocho años (ellas cumplen el mismo mes, por cierto, Stella es la mayor por unos días de diferencia) y están arribando a la universidad, ambas han sacado excelentes notas y al unísono sus padres les han regalado un viaje a París, ¡Oh, la, la!, ¡Que maravilla!. Infructuoso sería relatarles la alegría que esto les causó, hicieron todos los preparativos pertinentes y partieron cargadas de ilusiones y expectación.

Estaban disfrutando de lo lindo de tan merecidas vacaciones, pero la vida no siempre nos da todo con tintes de tonos pastel, a veces suele suceder que por ahí se escapa una que otra pincelada marrón, bermellón o de un leve tono grisáceo.

Resulta que en el periplo de estas dos bellas criaturas apareció sin remedio la manzana de la discordia, Antoine un joven que seguro cada madre querría para una de sus hijas, guapo, estudioso trabajador, de carácter dulce y apacible y con un extraordinario don para provocar siempre una sonrisa con sus comentarios, sin distinción se dedicó a atender a las dos jovencitas que habían cautivado su atención, lo cual no mermaba sus funciones como gerente del hotel al que llegaron a instalarse, bueno, pues sin remedio ambas para no fallar en su hacer en la vida se enamoraron del joven.

Por la forma en que lo miraban y querían captar su interés, las dos se dieron cuenta que estaban prendadas de Antoine, sin querer las casi hermanas amigas, se habían convertido en antagonistas y se querían, pero también ambas anhelaban ser la ganadora del amor del susodicho galán.

Una noche la una y la otra decidieron, tal vez por primera vez, dar un paseo por separado entre las calles de París, a Étoile le entró un deseo irrefrenable de deambular a las riberas de Le Seine, ¡Ah!, ¡el maravilloso río Sena!, Stella por su parte enfiló sus pasos a Champs de Mars, la increíble vegetación del campo marte desde que habían llegado le proporcionaba una paz interior que le permitía meditar a sus anchas.

Tan ensimismada estaban las jovencitas que no se percataron de que ya había oscurecido y ninguna de las dos estaba consciente de a donde le llevaban sus pasos,  Étoile tomó sin fijarse el Pont d´léna atravesando de esta manera el río hasta llegar  a la avenida Quai Brandy, Stella al salir del campo dobló a mano izquierda sobre la avenida Boudonnais , así que ambas amigas iban sin proponérselo a la emblemática torre Eiffel, llegarían si, al mismo lugar pero en sentidos totalmente opuestos.

Cuando arribaron al lugar quedaron casi frente a frente, aún no se percataban la una de la presencia de la otra cuando dos estrellas fugaces desviaron su atención en el sentido contrario al encuentro cara a cara, ¿porqué dos estrellas surcaron esa noche los cielos con cursos diferentes?, solo Dios lo sabe, pero así sucedió, o al menos ellas así lo recuerdan.
Lo mas curioso de esta historia, ¡que digo curioso! ¡si estas dos hacían siempre lo mismo!, pues si, como podrán imaginar ambas pidieron es mismo deseo: Señor: concede a mi amiga hermana que sus sueños respecto a Antoine se hagan realidad.

Las estrellas desaparecieron en el horizonte y ambas voltearon a seguir su camino, entonces se encontraron y se unieron en un tierno abrazo, ninguna comentó su experiencia con la estrella, este quizás fue el único secreto que se guardaron entre sí. Regresaron al hotel abrazadas y sonriendo, ya no eran más antagonistas, eran las mismas de siempre. El deseo se cumplió, el cómo y dónde, forma parte de otra historia.

Yolanda de la Colina Flores

21 de octubre del 2014   
    
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